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La parapolítica

La parapolítica

Por Gabriel Elorriaga F
lunes 02 de febrero de 2015, 20:07h
No es lo mismo la llegada al gobierno de Syriza en la destartalada Grecia que el pasacalle de Podemos por la madrileña calle de Alcalá, por donde la florista "viene y va", con los tricolores del mayor fracaso de la historia de España. Ambos desatinos son secuelas de una enfermedad mal curada que ha padecido Europa. No se trata de las clásicas confrontaciones entre izquierda y derecha sino del intento de promover una contienda entre sistema y antisistema que parecía olvidada desde que, en el pasado Siglo XX, fracasaron aquellos enfrentamientos entre orden y anarquía, capitalismo y comunismo, liberalismo y totalitarismo, gracias a la supremacía de la convivencia democrática y la economía libre como esencia homologadora del proyecto de integración europea. Es como una recaída en fiebres superadas por la reaparición de gérmenes que se alimentan en las charcas de frustración y pobreza que nunca se debiera haber permitido que se formasen en la superficie de esta parte del mundo, pero que no pueden curarse eficazmente con productos de parafarmacia.

Los rasgos que permiten alianzas doctrinalmente incomprensibles, como el pacto entre los filocomunistas griegos y los nacionalistas ultraortodoxos, son producto de una interpretación negativa de la política por parte de personajes oportunistas que pretenden aprovecharse del malestar o el desencanto del pueblo para subirse a los escalones de la soñada y envidiada "casta política", donde creen tener derecho a una oportunidad sin necesidad de curtirse con otras experiencias y escalafones que los de propagadores de eslóganes y artistas de la demagogia. No les molesta ni los unos ni los otros sino todos, en todas partes y en todas las disciplinas, económicas, estratégicas, diplomáticas o teológicas. Les basta con un librillo de recetas utópicas y que salga el sol por Antequera. El Frente Nacional en Francia, el UKIP en el Reino Unido, el Partido del Pueblo Danés donde la sirenita, el "Partido de la Libertad" en la libérrima Holanda, Beppe Grillo en Italia, Syriza en Grecia o Podemos en España, todos comparten la misma música ratonera liberadora de pueblos presuntamente secuestrados por unos políticos que, según su entender, son una especie de raza extraterrestre impuesta al pueblo por tecnologías misteriosas o tramas conspiranóicas. Aquellos políticos son los dirigentes malditos que han cometido el pecado de dedicarse a las exigencias profesionales de su vocación de servicio público en vez de practicar esa política degradada de manifestaciones callejeras, charletas de bares de Facultad o peroratas en programas de telebasura.

La Unión Europea, que es el proyecto más trascendental, constructivo y protagonista de nuestra vida contemporánea, se ha convertido en el objetivo a frustrar de todos estos "parapolíticos" a la antigua usanza como trampolín y "modus vivendis", gracias a que los pueblos, desprevenidos y desorientados sobre los artilugios internacionales, votan en elecciones europeas con más frivolidad y despreocupación que cuando piensan en el interior de su casa. Todo lo que se les ocurre a estos advenedizos "parapolíticos" cuando llegan al gobierno, como en el caso desgraciado de Grecia, es cualquier idea que pueda poner en riesgo de descarrilar al tren de la Unión Europea que los transporta generosamente por vías de orden, paz y libertad, planeando utilizar los frenos de emergencia cuando el tren pasa por los terrenos más peligrosos.   Una inoportuna parada del tren en los valles más hundidos sería la única forma de recalentar las sopas frías de la frustración, la envidia y el desaliento como amargos alimentos para engordar angustiosas movilizaciones sin futuro.

Estos extremistas empeñados en hacer creer a gentes ingenuas o mal informadas que es posible la cuadratura del círculo, no pagando deudas pero reclamando préstamos, programando subidas sin presupuesto y dando coces a aquellos cuya limosna demandan, acabarían por organizar como les advertía en su día el profesor Hayek, "el entierro de la libertad en vez de salvarla". En otros tiempos los totalitarios hablaban de la incuria liberal para propiciar los totalitarismos nazis y comunistas. Hoy vuelven con la monserga de la incuria neoliberal. No presentan la menor solución viable de futuro, porque la amalgama de incompetencia y resentimiento podría dividirse con diferencias radicales sobre el porvenir. Solo sirve una predicación irracional, basada en un marketing parapolítico engañoso, útil para campañas electorales pero inútil para meses de gobierno.

Los homólogos españoles de esta gripe europea llevan encima la pesadumbre de haber llegado con retraso al festín de la airada parapolítica. Los franceses del Frente Nacional o los griegos de Syriza son partidos consolidados en años durante los peores momentos de la crisis. Estos nuestros pretenden armarse cuando se masca el fracaso de sus compañeros de aventura y en una nación donde los síntomas de recuperación se van manifestando quizá despacio, pero con evidencia, en comparación con otros países de Europa. Además, añaden a su extravagancia espontanea venenos extraeuropeos que ni tan siguiera gustan a sus compañeros de procesiones redentoristas. Esos contactos del maduro-chavismo y del Irán ayatólico, impresentables en el contexto europeo, marcan su llegada tardía con unos rasgos que ya no pueden borrar de sus inquietantes fisonomías, en las que la siquiatría y la picaresca se mezclan con gestos exóticos de totalitarismo. Son doctores de saldo de la parapolítica y, como las parafarmacias, solo venden productos que no necesitan recetas de los profesionales de la salud. Su destino se presiente teñido de luto de alivio, como el morado de las banderitas que agitan sin fe, gracias a la bondad de un denostado sistema que reserva un espacio de consuelo para los tontos de la clase en próximas contiendas electorales.
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