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¿Independencia o emancipación?

¿Independencia o emancipación?

Por Ismael Álvarez de Toledo
martes 16 de septiembre de 2014, 18:11h
Cada vez que sale el tema con algún contertulio, amigo, conocido o simplemente alguien que opina sobre la pretendida independencia de Cataluña, tengo más presente la idea de una emancipación familiar que de una independencia absoluta.
Me ocurría hace escasas fechas en Tarrasa, donde gobierna el Partido Socialista de Cataluña PSC y, donde, por otra parte, existe un fuerte interés popular en la independencia de la Comunidad Autónoma Catalana. Como es fácil de imaginar, las disputas entre nacionalistas y charnegos son constantes, cada uno con su parte de razón, hasta donde la sinrazón se impone. Los emigrantes procedentes de otras regiones, que llevan más de media vida en Cataluña, entienden el problema de la independencia más a modo de emancipación. Esto es; vivimos en un estado independiente pero podemos viajar a Albacete, Jaén, Badajoz o Lugo cuando nos venga en gana y con la misma facilidad que ahora. Sólo cambiaría el término semántico de la propuesta soberanista, pero la relación con el Estado Español sería la misma, con los familiares que dejaron atrás o simplemente con la libre circulación de personas y mercancías.
La misma idea que algunos separatistas pretenden inculcar en la opinión pública para esconder el sentido más estricto de la independencia con falsas informaciones y postulados que muy pocos aceptarían. Nadie en su sano juicio puede pretender que tras una independencia todo pueda seguir igual, que de la fractura social que se produzca no puede haber consecuencias dramáticas, muertes, atentados e incluso una guerra civil, entre distintos postulados.
Todo ello me recuerda enormemente a la emancipación de nuestros hijos, quienes se declaran a su vez independientes. Amenazan durante años con irse de casa, con la idea de la secesión cada vez que se produce una disputa familiar, hasta que por fin lo consiguen, bien de manera consensuada o por las bravas, aunque el resultado a la postre viene a ser el mismo. Pasado un tiempo, vienen a casa porque se les ha roto la lavadora y no quieren o no pueden arreglarla, por lo que la mamá Estado, siempre dispuesta, se la lava, plancha y remienda por tiempo indefinido. Sigue a ello la custodia compartida de los niños con los abuelos, en aras a que así disfrutan más de ellos, cuando la pura verdad es que se los tienen que quitar de encima porque los dos trabajan y no pueden hacerse cargo de los costes de guardería. Y así ejemplo tras ejemplo, de lo que no supone una independencia sino más bien una emancipación.
La independencia que los separatistas no cuentan, en sus alocados argumentos, es la de la ruptura total y absoluta con España, y por ende con Europa, la de el cierre total de fronteras, puertos y aeropuertos con el resto del mundo, ya que fuera del espacio asignado al perímetro de dicho Estado estarían en tierra de nadie, por no hablar de la perdida del euro como moneda, de la quiebra de las empresas al no poder cotizar en bolsa o realizar transacciones comerciales con el resto del mundo. La sola idea de implantar fronteras con el resto de España supondría una agresión total y absoluta a los derechos y libertades de los ciudadanos de Cataluña que no quieren esa independencia y, al mismo tiempo, daría alas a cualquiera que pretendiera atentar contra los intereses de uno u otro país.
Me pregunto que pasaría con todas las sucursales de la Caixa o el Sabadell en el resto de España, con todas las empresas matrices de uno y otro lado respecto de sus sucursales, de las multinacionales que operan en ambos lados, o simplemente con el impedimento de hacer valer los derechos de unos y otros. ¿Cuánto tardaría en producirse una guerra civil en Cataluña entre quienes están a favor y en contra de la independencia? La respuesta es que sería el mismo tiempo que tardarían en perder sus puestos de trabajo, a miles, en perder el AVE o el Puente Aéreo, en perder la libertad en definitiva.
El Estado Español, no puede ni debe, con sus Instituciones al frente, permitir la secesión de ninguno de sus territorios, pero está en la obligación de explicar con absoluta y fría realidad todos y cada uno de los argumentos que tamaño disparate supondría. O lo hace así, o se arriesga a que el fantasma del independentismo salga cada vez que las aguas no le sean propicias.
 
Ismael Álvarez de Toledo
Escritor y periodista
http://www.ismaelalvarezdetoledo.com
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