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Qué mal hacemos las paces

Qué mal hacemos las paces

Por Andrés Aberaturi
lunes 08 de septiembre de 2014, 17:17h
Estamos tan enfrascados en nuestros propios problemas caseros -que no son pocos ni pequeños- que sólo los compañeros expertos en temas internaciones se preocupan de lo que ocurre un poco más allá y nos traen informaciones que pasan casi desapercibidas salvo cuando las imágenes brutales de los degollamientos en directo de (periodistas) occidentales por parte de la yihad islámica nos revuelven las entrañas hasta la nausea. El resto de lo que dicen, los mensajes que mandan sobre, por ejemplo, su intención de "reconquistar" España para su causa que no es sino puro y duro terrorismo de estado asentado por ahora en parte de Siria e Irak, nos parece no ya una amenaza lejana sino sencillamente absurda e imposible. Pero ahí están poseídos por su "fe" justificando en nombre de su Dios el asesinato de todo infiel, captando voluntades de entre los propios europeos, anunciando a bombo y platillo que -volvemos a nuestro país- "ya estamos dentro de España". Ahí están sembrando el terror, enseñando a matar y a morir a críos que apenas pueden con el Kaláshnikov, cambiando las conciencias mediante el adoctrinamiento equivocado de una religión hermosa que retrocede siglos en sus concepciones pero con el armamento más sofisticado y actual y utilizando el terror a través de las nuevas tecnologías.

Escribe mi admirado Carlos Miranda, experto diplomático que "desgraciadamente, los iraquíes no se entienden a pesar de disfrutar de una democracia en lugar de la dictadura de Sadam Husein" y añade: "la errónea invasión de Bush hijo en 2003, avalada por Aznar, es ya agua pasada". Y creo, desde mi ignorancia, que tiene razón en lo segundo y que no podemos seguir culpándonos y huyendo de aquella intervención que no debió existir. Pero discrepo de su primera afirmación. Es verdad que los iraquíes no se entienden pero no creo que nunca hayan disfrutado de una democracia tras la dictadura de Sadam. Las democracias, tal y como las entendemos los occidentales, no son exportable y menos aun se pueden imponer por decreto o a tiros. Pero esa es otra historia.

De lo que ahora se trata es de frenar cuanto antes mejor ese pretendido califato que hoy por hoy ha borrado buena parte de la frontera entre Siria e Irak y al que temen no solo muchos países árabes sino un gobierno tan poco dudoso como el de Irán. Como siempre EEUU se pone a la cabeza de la tarea y esta vez secundado por diez países europeos entre los que no se encuentra España sin que se sepa el por qué de esta repentina imparcialidad cuando nuestro país, como dije antes, está directamente señalado como uno de los objetivos de los yihadistas en su regresión histórica. Pero es lo de menos.

Lo verdaderamente terrible es lo que está ocurriendo en Irak y Siria y el terror que están sembrando esa banda de fanáticos entre una población civil indefensa y hambrienta que vuelve a huir hacia ninguna parte para salvar la vida.

No se puede culpar de todos los males a Occidente pero parece justo reconocer que nuestro mundo hace mucho mejor las guerras -y las hace my mal- que las paces. Todo ha sido un inmenso error desde hace siglos: la colonización, la descolonización y las fronteras trazadas en despachos al margen de la realidad de los pueblos. Ha sido un error proteger a dictadores, el formidable negocio siempre negro de las armas y los intentos últimos de sacar las urnas a la calle escoltadas por los tanques. Eso es jugar a la democracia imposible y esos juegos traen como consecuencia la absurda aunque terrorífica pesadilla de un nuevo califato.
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