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España no nos deja robar

España no nos deja robar

Por Gabriel Elorriaga F
martes 12 de agosto de 2014, 10:57h
No estamos aún en el otoño del patriarca sino en Agosto. Agosto aún no es el decadente otoño sino el largo y cálido verano, cuando los campesinos recogen sus cosechas y los burócratas dormitan a la orilla del mar. Este agosto el patriarca tiene doble tarea. La primera es recordar el origen de sus cuentas, su número y su volumen. La segunda es preparar su defensa en la futura macrocausa judicial que se ve venir, sin prisa, desde esa Audiencia Nacional -¡maldito adjetivo!- por tratarse de presuntas ilegalidades cometidas en el extranjero. Los seguidores del patriarca aún no han conseguido que Madrid sea el extranjero que, si lo fuese, otro gallo hubiese cantado. Si el presunto derecho a decidir de unos cuantos sobre el patrimonio de todos se hubiese consagrado este "asunto privado" se hubiese podido solucionar amistosamente. Sería un simple descuido por falta de tiempo para regular la herencia del abuelo Florenci, oculta a la Hacienda Pública y a la hermana María. Si fuese preciso se pagaría lo que corresponda con recargo y asunto concluido. Más vale tarde que nunca y borrón y cuenta nueva. "Una ocasión para hacer una limpieza" dijo Oriol Junqueras. Alguna vez es bueno pasar una escoba por casa, sin hacer de ello un drama. Tampoco es cosa de provocar la compasión de Artur Mas que, como Concepción Arenal, "odia al delito y compadece al delincuente".

Lo extraño es que nadie se enterase antes de cómo crecían en la fértil tierra de los paraísos fiscales bien regados con las aguas benéficas del tres por ciento, las raíces subterráneas de unos árboles aparentemente enanos, si no fuese por la propia y voluntaria confesión pujoliana. Ni sospechaba esta benéfica herencia esa hermana María tan defraudada como la Hacienda Pública. Este testamento y su aceptación ya es un "best seller" tan esperado como la primera edición española de Harry Potter. Los avispados hijos tenían bastantes ocupaciones ganándose la vida en sus propias plantaciones, sin molestar al patriarca a cuya sombra prosperaban, y no debían distraerle de sus profundos pensamientos sobre el nacimiento de nuevas naciones. "Mi familia y yo tenemos la conciencia muy tranquila y dormimos muy bien", afirmó rotundamente el patriarca hace unos años en TV3. Pero hete aquí que inoportunamente algún ruido los despertó de sus sueños reparadores y el patriarca confesó, el hijo dimitió, ambos renunciaron a sueldos y honores, y el sucesor de confianza en el cargo despachó el tema diciendo que era un asunto privado. Pero el sucesor o "hereu" en activo había sido Consejero de Economía y Finanzas y de Obras Públicas y permaneció ciego, sordo y mudo como los tres monos del cuento, sin saber nada de las finanzas de "seu pere politic" y su familia protegida y protectora y, tampoco, se preguntó porqué es ahora, precisamente ahora, cuando el patriarca toma la iniciativa por su cuenta y no como una decisión pactada, si bien pensaría que era un bonito adorno para hacer más llevaderos los 100 días anteriores a la convocatoria de un referéndum secesionista.

El escándalo Pujol y familia es la gran serpiente de verano, larga y venenosa, de este agosto precursor de un otoño que se prepara artificiosamente como conflictivo. El escándalo ha venido para interferirse y complicar los diálogos de carmelitas y los sermones soberanistas. La serpiente con escamas de corrupción se ha presentado contaminando el escenario en que solo se deseaba que bajase de una vez el telón y concluyese esa farsa que a nadie gustaba, ni en el mundo, ni en Europa, ni en las fuerzas políticas mayoritarias en España ni, probablemente en esa parte profunda de la sociedad catalana, si se liberase del estruendo de una propaganda mitológica subvencionada con fondos oficiosos y fondos de reptiles. Solo los socios irresponsables de Esquerra Republicana de Cataluña se frotan las manos esperando pescar votos en las aguas vecinas de los nacionalistas "de derechas", en la "última fase" de unas elecciones regionales disfrazadas de plebiscitarias.

El ambiente de permisividad en que ha maniobrado la crema contaminada del nacionalismo pesa como una losa sobre algo más que una familia, aunque sea una familia sobredimensionada como las "famiglias" de la mafia. Pesa sobre un entorno asfixiante de promotores de la soberanía financiera que encubriría una anarquía administrativa. No solo pesa sobre el clan del patriarca sino que también sobre el clan de la vista gorda que soportó una cleptocracia con coartada independentista. Pero también es natural preguntarse por los servicios de inspección del Estado, por la Fiscalía Anticorrupción, por quienes ahora preparan pruebas para formalizar una instrucción. ¿Por qué han consentido tanta tardanza en emprender acciones sobre algo que estaba en boca de todos? Hay sombras flotando sobre este coctel de podredumbre y desidia con gotas de soberanía amarga. Hay tema para muchos meses y sus tentáculos van a estar presentes no solo hasta el nueve de noviembre, fiesta de una ilegalidad anunciada, o en la "última fase" con que fanfarronea Mas. Mientras llegan tiempos revueltos, el patriarca medita y reposa en Agosto como un personaje de novela, cautivo de su codicia entre las paredes sombrías de sus mansiones familiares que parecen escenarios de películas de terror, pero cerca de Andorra, en uno de cuyos bancos crecen y parecen multiplicarse los euros por partegénesis. Es el último agosto en que aún guardaban para su uso oportuno las pancartas aquellas de "España nos roba". A partir de este agosto ya pueden preparar las pancartas de un nuevo victimismo: España ya no nos deja robar. A Artur Mas solo le resta la tarea de reclutar a los "Santos Inocentes" dispuestos a manifestarse sin participar en el botín. .
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