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La falsa excelencia y la equívoca RSC

La falsa excelencia y la equívoca RSC

Por José-Miguel Vila
lunes 07 de julio de 2014, 10:52h
Hace algún tiempo la aerolínea Samoa Air pretendía cobrar un recargo a las personas con sobrepeso. La medida, como es lógico, levantó las iras unánimes de clientes de todo tipo, talla y condición. Los unos, porque se veían directamente afectados; los demás, porque un día también podría tocarle a ellos.

Más recientemente, otra compañía aérea, Go Air -esta vez de la India -, ha iniciado una nueva política de contratación de mujeres con el único objeto de ahorrar combustible. Pretende que sus tripulaciones estén formadas mayoritariamente por mujeres. Según fuentes de la compañía, no porque piensen que pueden resultar más atractivas a sus clientes, si no porque un cuerpo femenino pesa de media 15 o 20 kilogramos menos que el de un hombre.

Go Air ha salido al paso inmediatamente de las posibles susceptibilidades surgidas por la iniciativa, afirmando en una nota pública que no se trata de una medida sexista, sino económica porque, según sus cálculos, cada kilogramo extra le supone un coste adicional de 0,05 dólares más por hora. Con su nueva política de contratación-que incluiría también otras iniciativas para reducir el peso de sus aviones, como repartir revistas de a bordo más pequeñas o llevar un 5% menos de agua potable- se ahorrarían hasta 500.000 dólares al año.

Si con unos cuantos kilogramos de menos entre el personal de cabina de Go Air se pueden alcanzar cifras tan notorias de ahorro, seguro que podemos añadir dos o tres ceros más en el caso de la otra compañía, la de Samoa que, al menos, no ha tenido que recurrir al eufemismo para anunciar lo que buscaba de verdad, el ahorro de costes puro y duro.

Pero creo que ambos anuncios merecen un análisis algo más detallado porque los dos son igualmente deleznables. Por un lado, mientras que la compañía india pretendía enmascarar una medida sexista (y de eso entienden mucho en ese subcontinente a juzgar por las noticias frecuentes de atroces violaciones a mujeres con las que tenemos que desayunarnos día sí, día también), con medidas complementarias que buscan la reducción de peso en las naves, la otra compañía, la de Samoa, no se ha andado con subterfugios ni equívocos para desterrar de sus aviones a personas gordas, con sobrepeso u obesas que, de uno u otro modo, verían excluidas de sus vuelos.

No sé muy bien qué pretenden conseguir compañías como estas y muchas otras que enmascaran su afán desmedido por la cuenta de resultados con acciones de presunta búsqueda de la excelencia o de responsabilidad social corporativa (RSC), si al mismo tiempo discriminan a los seres humanos -formen parte del personal de cabina o del pasaje- por su aspecto físico, por su discapacidad o por sus creencias. Parece que nos quieren uniformar, hacer de nosotros verdaderos clones humanos. Todos delgaditos, rubios o morenos, blanquitos, amarillos, mulatos o negros pero sanos, sonrientes y felices aunque se acabe de suicidar nuestro mejor amigo por no tolerar estas imposiciones a caballo entre el nazismo y el fanatismo radical de los manejadores de trastienda de los mercados internacionales.

¡Basta ya de mimetizar al individuo, basta ya de clonar al ser humano...! Vamos a tener que crear en la red una lista de empresas como las ya citadas compañías aéreas, para boicotearlas ya que, al parecer, es el único idioma que todas entienden a la perfección.
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