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Paso -forzoso- a las 'nuevas' generaciones

Paso -forzoso- a las 'nuevas' generaciones

Por Fernando Jáuregui
sábado 14 de junio de 2014, 15:52h
No, con este titular no me refiero a 'la roja', donde claro que se echan de menos ideas renovadoras y más velocidad: probablemente, Vicente del Bosque a quien conoce mejor es a los ya no tan, tan jóvenes con los que trabajó en el último mundial. Pero, en fin, uno, aunque viajó a Brasil para ser espectador en directo del desastre, no es comentarista deportivo, ni entiendo lo bastante como para no incidir en tópicos. Lo que ocurre es que este comentario inicial me venía bien para hacer un resumen de lo que ha sido una semana en la que los 'cuarentones' recientes vienen a sustituir a sus mayores; hay como un viento de abdicación generalizado, una sensación de que es preciso que cambien los rostros si no queremos que cambie todo demasiado aprisa.

Y, así, estamos ante la coronación de quien hasta ahora es el Príncipe de Asturias y que, a partir de la semana próxima, será Felipe VI. Muchas veces he dicho que tengo grandes esperanzas en este hombre de 47 años, que ha esperado demasiado para asumir sus funciones, pero que llega en un momento idóneo: cuando el viento del Cambio sacude las hojas de nuestros árboles, cuando toda la sociedad, quizá excepto quien tiene el timón agarrado con ambas manos, sabe que 'regeneración' es una palabra que ahora debe ponerse en marcha de manera efectiva y no retórica. Y que no me vengan con eso de que ahora hay que renunciar a las gentes con experiencia es un tópico: la renovación a la que me refiero es algo mucho más profundo que una mera cuestión de edad.

Y lo mismo digo de quienes aspiran a controlar el principal partido de la oposición. No se les ha oído hasta ahora cosa más brillante que lo del 'shock' que hay que imprimir al giro social o aquello del 'partido fuerte': menuda novedad. La 'baronesa' fuerte del PSOE ya les ha dicho que no quiere política 'pop'. Pero, admitiendo que ni Eduardo Madina ni Pedro Sánchez -de los demás, ni hablamos-tienen aún la talla suficiente para vestir el traje de Felipe González -que anda por ahí, como perdido en sus voltios--, ni siquiera el de Alfredo Pérez Rubalcaba -a quien algún día reconoceremos sus méritos, que hoy se le niegan--, creo que ambos acabarán dándonos buen resultado. De acuerdo: Madina tiene que sonreir más, Sánchez tiene que presumir algo menos. Pero esos son detalles menores; lo importante es que ambos tienen buena voluntad, sentido común y serán un buen soporte, dígase lo que se diga, para quien encarna la forma del Estado.

Pero yo pido renovación más generalizada; si a Rajoy no se le ocurre otra cosa que estar quieto mientras, gracias a factores básicamente exógenos, mejora un poco la economía de quienes ya están bien, pues que venga otro. Y ojo, que no estoy restando al presidente algunos de los méritos que sin duda le acompañan: creo que no está siendo un mal presidente...hasta ahora. Pero tampoco está siendo un buen presidente. Es, simplemente, que quiero más, y que las formas paquidérmicas de los monclovitas me desesperan.

Y lo mismo les podría decir a Cayo Lara -pero ¿qué es eso de que IU podría no ir a la coronación del nuevo Rey?-y a la simpar y simpática Rosa Díez, ambos mis coetáneos (y sí, me anticipo a decirle que en los medios también se está produciendo una renovación mucho más importante de lo que trasluce a simple vista; pero eso sería objeto de otro comentario). De Artur Mas y sus acompañantes, de los responsables del PP catalán y del PSC, de la fosilizada Esquerra, de los 'rojos verdes' clásicos que toman gin-tonic en sitios pijos de Barcelona, qué quiere usted que le diga: en ningún sitio de Europa, creo, se está haciendo una política con tanta carcundia, con menos fundamento ideológico y con menos lógica, que en Cataluña. Van al suicidio colectivo, y no hay que ser profeta titulado para verlo con claridad. Y algunos presidentes autonómicos -no todos-uuufff...No, ahí no han bastado ciertos cambios de rostros y de edades.

Porque de nada vale cambiar rostros si no se cambian también los cerebros. Quiero creer, a pesar de todo, que la semana, que tan mal concluyó en lo deportivo, ha tenido connotaciones positivas en cuanto que sigue mostrándose claramente que los españoles ya no se conforman con 'esta' forma de gobernar. Y conste que no, no he caído en el síndrome asambleario de Pablo Iglesias y ni siquiera en el 'movimentista' de Albert Rivera, que no tienen nada que ver el uno con el otro excepto en su juventud y en su inconformismo con lo trillado. Creo en la necesidad de una Corona reforzada que sepa que tiene que ganarse el puesto cada día; creo en unos grandes partidos fortalecidos porque todos, militemos o no, podemos participar en ellos; creo en la unidad territorial sobre pilares diferentes (que sí, se puede); creo en unas instituciones que sirvan al ciudadano y no se aprovechen sistemáticamente de él diciendo que actúa en su beneficio. Todo esto me hubiese gustado escucharlo en ámbitos políticos de altura esta semana de importante debate parlamentario (solamente Rubalcaba dio la talla, lo siento); pero sé que próximamente, aunque no sea más que porque al próximo Rey le están preparando -y está preparando-un discurso que sé que va a gustar y que a él le va a comprometer, vamos a disfrutar de una proliferación de nuevas formas. Porque empezamos a estar hartos de las actuales, ¿lo entienden?
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