A estas alturas, poco nuevo se dice en los mítines. Y es un error, porque se podría provocar un incremento del voto. Como en las buenas novelas, las sorpresas se deberían guardar para el final. Los periodistas que vamos, aunque sea intermitentemente, siguiendo la campaña de los líderes apenas podemos incorporar ya la 'novedad' del sabor local: lo demás, todo suena a 'deja vu'. Y Rajoy vino a Sevilla, el 'feudo' de la socialista Susana Díaz, a decir más o menos lo mismo que ya le hemos escuchado en Zaragoza, en Valladolid y hasta en Barcelona -donde, eso sí, anunció que nada grave va a pasar, refiriéndose a la tentación secesionista de Artur Mas--: que hace dos años España estaba al borde de la quiebra y ahora, en cambio, está en camino de una franca recuperación. Que España será el país de Europa que más crezca en el futuro a corto y medio plazo. Que los propios socialistas europeos reconocen la labor económica hecha en nuestro país...y un largo etcétera.
Esta vez, repito, el más de lo mismo ocurrió en el feudo de la 'estrella ascendente' del PSOE. En una Comunidad que lleva décadas gobernada por los socialistas. Y el mítin de
Rajoy fue pequeño -ni un millar de personas-y ciertamente frío, no solo por el molesto aire que se levantó sobre el acto --y que 'desmelenó' al presidente-, celebrado al aire libre. Aquí, en el sur, hay que reconocer que los socialistas tienen más apoyo masivo, quizá porque el contraste entre lo rural -dominado por la izquierda-y lo urbano -donde gana el PP-es más tajante que en el resto de España.
Así que Rajoy llegó -sin
Arias Cañete, con quien dicen que ha tenido algún desencuentro puntual porque no defendió bastante la reforma laboral en su malhadado debate con
Valenciano--, habló tras los 'teloneros', dijo lo de siempre y, tras quince minutos de discurso, cuando ya entró en los informativos vespertinos de las teles, se marchó hacia otras latitudes: el miércoles, en Valencia. Luego, Málaga y, por fin, el cierre en Madrid, antes de la jornada de reflexión/final de la Champions y del día de la votación, que, se teme en los 'estados mayores' de los partidos, no va a ser precisamente de una histórica afluencia a las urnas. Más bien, todo lo contrario, si nadie lo remedia, y no será con mítines como este sevillano como se remedie.
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