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Capiruchos, cornetas y tambores

Capiruchos, cornetas y tambores

Por Pascual Hernández del Moral.
martes 22 de abril de 2014, 15:28h
Estos días de Semana Santa los hemos pasado en el pueblo de mi santa esposa, en las faldas de la Sierra de Segura. Con un tiempo extraordinario, nos hemos puestos, mis nietos y yo, tan morenitos como si hubiéramos estado en la playa. Las comidas de siempre, paseos por el pueblo y cervezas con los amigos.
 
Y por las noches, televisión de Andalucía, y procesiones, muchas procesiones: desde el lunes santo hasta el domingo de resurrección me plantaba ante la tele, y me tragaba todas las procesiones que echaban, desde Málaga o Sevilla, pasando por alguna -no muchas- desde Córdoba. Así, viendo capiruchos, y oyendo cornetas, tambores y saetas, pasaba agradablemente un par de horas, antes de irme a dormir.
 
Emociona ver a tanta gente participando en esta manifestación pública de piedad y religiosidad, que saca a las calles sus Dolorosas y sus Cristos, de artistas imagineros que elaboraron sus obras desde el siglo XVI, y que convierten las calles en explosiones de arte vivo. Y es de notar el respeto que los asistentes muestran ante la religiosidad de los participantes. Está claro que ni todos los asistentes a las manifestaciones públicas de piedad ni todos los participantes en las procesiones, son fieles cristianos, católicos de los de misa dominical. En muchos de ellos puede predominar el hecho cultural y, por qué no decirlo, folclórico de las procesiones de Semana Santa; pero si a través de lo popular nos hacemos un poco mejores, santo y bueno.
 
Andalucía es la tierra de María Santísima. Y a la vez, la tierra en la que más blasfemias dice la gente. Cuando le muestras a alguien la contradicción, se sorprende, quizás porque no lo ha pensado nunca. Muchos aseguran que no tiene nada que ver una cosa con la otra: ciscarse en Dios o en la Virgen no tiene para ellos nada de blasfemo, porque es una manera vehemente de hablar, pero que no se insulta a nada de lo divino.
 
En este mundo de contradicciones, se lleva al Senado una pregunta de los comunistas cordobeses en la que se piden explicaciones sobre al inmatriculación de la Mezquita Catedral a favor de la iglesia, en el 2009. En el fondo, se está pidiendo el pase a dominio público de la Mezquita, quizás como primer paso para devolverla a los musulmanes. O para, por lo menos, convertirla en un centro religioso que pudieran compartir musulmanes y cristianos. En  principio, esa intención del "multiculturalismo religioso" parece loable, si fuera sincero. Pero me temo que detrás de esa petición lo que hay es un intento más de atacar a la iglesia católica.
 
Pero, que no se olvide, antes de la invasión de los árabes, los reinos hispánicos ya eran cristianos: San Isidoro de Sevilla murió 75 años antes del 711; San Hermenegildo murió en 585, siglo y cuarto antes. San Eufrasio de Andújar, y los otros seis Varones Apostólicos hicieron cristiana a la Hispania romana ya desde el siglo I después de Cristo. Así, que no se le olvide a nadie que Hispania fue cristiana antes que musulmana. No es que queramos renunciar al patrimonio cultural que los árabes nos legaron, ni abjuremos de nuestra parte de sangre mora: Alba Urgavo fue la cuna del rey Alamar, "el Rojo", sultán de la taifa de Arjona, con el que comenzó la construcción de la Alhambra de Granada, pero de ahí a pretender quitarle a la iglesia la propiedad, legal por otra parte, de la Mezquita va un gran trecho.
 
Por eso, a mí me sorprende que, en plena Semana Santa, haya quien pretenda dar tres cuartos al pregonero y hacer ruido contra la iglesia, sin preocuparse de la piedad, más o menos auténtica, que manifiestan cientos de miles de devotos cristianos. Podían haber esperado unos días, pero entonces a lo mejor perdía relieve la reclamación.
 
La del realojamiento de los de la Corrala Utopía, Elena Cortés, hoy Consejera de Fomento de la Junta social-comunista, y antes Concejala de Educación del ayuntamiento de Córdoba, pretendía acabar con las manifestaciones religiosas de Semana Santa, a tenor de lo que hizo desde su balcón en 2008, cuando salía la procesión de la Virgen de la Candelaria: colgó en su balcón un NO a la procesión, a hizo sonar una bocina en señal de protesta.
 
Una comunidad, políticamente de izquierdas y antirreligiosa, volcada en las calles para seguir las procesiones, entre capiruchos, tambores y cornetas, en la Semana Santa andaluza... Profundas contradicciones, aunque Elena Cortés pidiera luego disculpas.
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