Por
Pascual Hernández del Moral.
sábado 15 de marzo de 2014, 00:09h
Ya sé, dilecto
Venancio, que hay ahora mismo muchas cosas importantes de las que ocuparse:
esas tropocientas medidas que los "expertos" le han propuesto al gobierno, y
que prometen acabar de estrujarnos los bolsillos; los rusos y los americanos en
el escenario de Crimea, que a saber cómo va a acabar; la voracidad de las
policías locales, que no descansan hasta llevarse nuestros dineros para el
Ayuntamiento; la exministra Álvarez y la fianza que Su Señoría Alaya le ha
impuesto ("como el dinero púbico no es de nadie" que dijo Carmen Calvo, seguro
que Maleni abrirá un cajón, y ya está); el avión desaparecido; Venezuela y sus
alteraciones del orden; y hasta del triunfo del Betis sobre el Sevilla, que ya
es decir. Pero para eso hay, amigo Venancio, plumas más expertas que la mía,
que dan cuenta de esos asuntos.
Yo voy a confesarte otra
carencia personal más, camarada Venancio, un vacío en mi formación, un cayo en
mi sensibilidad estética: NO COMPRENDO EL ARTE CONCEPTUAL NI LAS PERFORMANCES,
que, según creo, están pasadas de moda y hoy a nadie conmueven ni estimulan
estéticamente. Cuando yo era joven, inexperto y entusiasta, iba a la
universidad a estudiar, allá por finales de los sesenta, en la que entonces (no
ahora) era la capital avanzada, moderna y cosmopolita por excelencia,
Barcelona. Hubo una época en la que los happening y las performances nos
embalaban a los más "modernos" y "cultos", y asistíamos a ellos, y loábamos sin
tasa su modernidad y originalidad. Recuerdo una performance que se titulaba
"Poesía Visual", no recuerdo quién la organizó, en la avenida de la Catedral,
que contó con la presencia entusiasta de muchos jóvenes cursis como yo, y que
fue muy aplaudida por lo "moderna, estimulante conceptualmente y de alto valor
estético". Y como no quería pasar por torpe y cateto, también yo la ponderé,
aunque sin mucho convencimiento. En esto, me parecí a los que vieron al
emperador acicalado con el vestido mágico, que sólo veían los que eran hijos
legítimos de sus padres. Acuérdate, compañero Venancio, del cuento de Andersen.
Y como nadie me puso delante la verdad, aunque para mí aquello era una
chorrada, seguí alabando "sus valores estéticos y su modernidad". O sea, como
en el cuento: todos veían al emperador desnudo, pero ensalzaban la belleza y
elegancia del vestido.
Esto viene a cuento
porque estos días está por aquí la señora Yoko Ono, ancianita célebre por haber
compartido cama, en un happening y en la realidad, con el señor John Lennon, de
los Beatles de toda la vida. En Bilbao, en el museo Guggenheim, del que se ha
quedado prendada, presenta tres performances muy curiosas, intituladas "Pieza
cielo para Jesucristo", "Pintura de acción" y "Pieza promesa". No me preguntes
de qué van, Venancio amigo, porque, ni he ido a verlas ni pienso ir.
Ya te he contado mi
incapacidad para conmoverme estéticamente ante esas cosas, dicen que
artísticas. Pero es que el arte conceptual, como digo, no lo entiendo. Pretende
estimular las ideas del espectador, que este participe en la "creación
estética" y que sea parte integrante de la "obra" porque ha respondido al
estímulo intelectual del autor-artista. Es tan intelectual este "arte" que los
aspectos formales no cuentan, y su permanencia en el tiempo, tampoco. Las ideas
son lo único importante, no su representación material. ¿Tú lo entiendes?
Si buscas por ahí,
querido Venancio, muestras del llamado "Arte conceptual", tú, que eres como yo,
un poco tarugo, seguro que, como dicen los modernos, alucinarás: "Proposición
Monocromo; época Azul", de Yves Klein, que consistió en soltar mil un globos
azules (¡menuda proeza intelectual!); más divertido para ver desde fuera fue su
"Zona de sensibilidad pictórica", que montó a orillas del Sena: entregaba un
certificado de "sensibilidad" a quien le regalara una hoja de pan de oro; luego
quemaba el certificado, y arrojaba a Sena media hoja del pan de oro. La otra
media se la quedaba él, en pago de su trabajo intelectual. ¡Pues siete
intelectuales, muy modernos ellos, picaron! ¿Qué te parece, amigo Venancio? Más
simpática es la obra llamada "Una y tres sillas" de Joseph Kosuth, y menos escatológica
que la curiosa "obra de arte conceptual" titulada
"Mierda de Artista", de Piero Manzoni, que vendía latas llenas de su mierda (y
perdona el modo de señalar), de las que no vendió, naturalmente, ni una; o lo
que denominó "Cuerpos de aire", otra chorrada basada en unos globos soplados
por el "artista". Una auténtica juerga estética, para tontos
"intelectualizados".
Perdona, amigo
Venancio, que hayamos perdido el tiempo, yo escribiendo y tú leyendo, estas
tonterías, que, aunque bobas, sirven para desengrasar. De vez en cuando se
agradece tomarse la vida "conceptualmente", y hacer una performance con
nosotros mismos.
En cualquier caso, no
asistiré a las de la señora Yoko Ono, porque ya he visto al emperador desnudo.