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Prohibido viajar al Paraíso

Prohibido viajar al Paraíso

domingo 08 de diciembre de 2013, 16:25h
Las concertinas de arena del Sahara no les impiden subir hacia el Mediterráneo desde los suburbios de Bamako, Niamey o Djamena. Hombres, mujeres y niños se atreven con el desierto más grande del mundo en busca del Paraíso europeo. Huyen del hambre con mayúscula, huyen de la guerra, huyen de las enfermedades y lo hacen con unos pocos dólares en los bolsillos, los justos para pagarse un asiento húmedo y frío en una patera o para sobrevivir unas semanas mirando los seis metros de una alambrada cosida con diminutas cuchillas de acero que les abrirán las carnes como un tributo a sus ansias de libertad. Porque es eso lo que buscan, la libertad.

Libertad para conseguir un futuro, libertad para encontrar un trabajo, libertad para que sus hijos no sean devorados por la enfermedad y el hambre. Se ponen un hatillo al hombro y descalzos o con las sandalias gastadas por miles de horas caminando por los secarrales y las dunas que unen Marruecos con Mauritania, Malí, Chad y Níger comienzan la conquista de su propio e inexistente " El Dorado".

Llegan a Melilla tras recorrer más de 4.000 kilómetros y miran al mar. Ciento setenta, doscientos esfuerzos más y podrán comer todos los días y beber agua sin contaminar, podrán ir a un hospital y parir a sus hijos. Podrán vender pañuelos de firma falsos y gafas de firma falsas y bolsos de firma falsos en las playas o en las calles de las grandes ciudades antes de que la policía se los arrebate o les detenga. Podrán buscar un mal trabajo, mal pagado, en los campos de plástico de Almería, que la construcción ya no existe. Y podrán vivir en tiendas de campaña o en pisos patera pero vivirán. Sus sueños se desvanecerán entre las ruinas de una sociedad del bienestar que desaparece arrastrada por las sucesivas tormentas de una crisis financiera organizada, creada y explotada por los mismos que cogieron el cartabón y diseñaron un Continente imposible.

Europa les tiene miedo, de la misma manera que se lo tiene a los que son como ellos pero con otro color en sus caras. A los que cruzan las fronteras invisibles desde los viejos suburbios de Bucarest, Sofía o Tirana. Allí, durante unas decenas de años, les hablaron de otro Paraíso hasta que se derrumbó el cartón piedra en el que estaba pintado. Otra Europa que se hizo con tanques y firmas de papel tras dejar que murieran millones de personas, que se destruyeran ciudades y que el hambre de buscar en los campos y en las tiendas unas lentejas con piedras y bichos fuera una de las tareas obligadas cada día en las casas de los perdedores.

Recorren las mismas rutas que se crearon hace mil años. Sus pasos componen la misma melodía del acordeón de la miseria. Sus manos aprietan los mismos botones de las concertinas que ya tocaban los abuelos de los abuelos de sus abuelos. Pueden contar la misma historia de parecidas violencias. Estaban y están dispuestos a pagar un precio por vivir en los suburbios del Paraíso, para alimentar con su sudor y sus esperanzas las fiestas de los otros, de los que aparecen en la televisión y en las revistas pagando ellos mismos su propio tributo.

Ahora ya no se les quiere en los sótanos de la civilizada Europa. Se han convertido en materia desechable, en una enzima que dificulta la digestión de la crisis económica. Su papel, sus trabajos, sus sueldos tienen otros destinatarios que no tienen el color negro en la piel, ni han atravesado desiertos, ni vivieron en el perdido y falso Paraíso oriental de la otra media Europa. Ya no son la mano de obra barata, ya no hacen los trabajos que nadie quiere, ya no son los únicos que acuden a los comedores sociales o tienen que ver como sus hijos se alimentan gracias a la solidaridad de los que viven a su alrededor. Se han convertido en competidores, pugnan por la misma supervivencia, pelean por el mismo futuro. Por eso, desde los mismos tronos de cemento y acero en los que se sienta el poder, se envían a los mensajeros acorazados de los guardianes del orden, de su orden, con un bando de cuatro palabras escritas en rojo y negro: Prohibido viajar al Paraíso.
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