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Chinos, mafias y dos propuestas culturales

Chinos, mafias y dos propuestas culturales

Por José-Miguel Vila
lunes 02 de diciembre de 2013, 10:36h
Hace solo unos días, los mossos d'Esquadra, la Guardia Urbana e inspectores de trabajo irrumpían simultáneamente en varias docenas de locales de belleza abiertos en Barcelona por ciudadanos chinos para comprobar el tipo y estado de licencias de sus negocios, la situación laboral de los trabajadores allí empleados, y conocer si en ellos, además de masajes y cortes de pelo, se ofrecen servicios sexuales. El operativo descubrió que, efectivamente, en muchos casos es así.

Según fuentes policiales, la mafia china -discreta donde las haya- ha abierto una multitud de entramados empresariales en Europa, que ha ido transformando en una especie de agencias de colocación de compatriotas para explotarlos laboralmente. Los ciudadanos chinos que llegan al viejo continente por esta vía, contraen con la organización una deuda de varios miles de euros por el coste del viaje, que luego se ven obligados a saldar con trabajos que rozan la esclavitud. Los expertos de la Policía subrayan que muchas de esas personas ni siquiera son conscientes de que están siendo explotadas porque mantienen condiciones laborales similares a las de su país.

Esta es una realidad que acabamos conociendo únicamente cuando casos como el de Barcelona saltan a las páginas de los periódicos y a los informativos de radio y televisión. Lo que no es tan frecuente es que el fenómeno haya sido estudiado con seriedad y profundidad en nuestro entorno. Acaso, con dos notables excepciones que, recientemente, he podido descubrir y que me atrevo a sugerir también a Vd. Una, en el campo editorial, y otra en el cinematográfico.

El libro se titula ¿Adónde van los chinos cuando mueren? del escritor Ángel Villarino (Ed. Debate, Barcelona, 2012) y la película, La pequeña Venecia, una producción franco italiana con poco más de un año de vida.

El fenómeno, a examen

El primero, el libro, es un exhaustivo estudio sociológico, de lectura fácil y amena, que trata de romper el desconocimiento casi generalizado que tenemos los españoles en torno a uno de los grupos de inmigrantes más numerosos y prósperos de nuestro país. Entre ellos, una inmensa mayoría son ciudadanos con extraordinaria capacidad de trabajo y con una voluntad de hierro, que han conseguido levantar sus negocios con el esfuerzo propio y de los consecutivos familiares que han podido ir trayendo poco a poco hasta aquí, al margen de mafias del país de origen o del de destino, como ha sucedido en casos como el de Barcelona o el más conocido como operación Emperador, que se destapó en Madrid.

El segundo, La pequeña Venecia, una película también reciente (2011), firmada por Andrea Segre, que me pareció uno de los descubrimientos más interesantes de la gran pantalla de estos últimos meses. La historia es bien simple, y está narrada con sensibilidad, con atención al pequeño detalle, a la puesta en escena, a la minuciosa elección de los actores , que parecen sacados realmente de un pequeño pueblecito italiano de la laguna veneciana, siempre envuelto en una bruma constante y un gris brillante pero inexorable, que constituye el telón de fondo del film.
Shun Lies la protagonista, una mujer china, emigrante en Italia. Trabaja en una fábrica textil en las afueras de Roma, hasta que la envían a Chioggia, una pequeña ciudad situada en una isla en la laguna veneciana, para trabajar como camarera en un bar. Madre de un hijo de unos 8 años, que dejó en China con sus padres, el encuentro con Bepi, un viejo pescador eslavo, cambiará radicalmente la vida de ambos.

En ese bucólico y apacible paisaje, nadie puede sospechar que Shun Li, la joven mujer inmigrante, es objeto de un control exhaustivo, implacable, por parte de las ocultas y discretas mafias chinas que, sin el menor atisbo de respeto, humanidad, empatía o ánimo altruista, explota a sus compatriotas con normas claras, contundentes, inexorables y, en muchos casos, definitivas: Si no haces todo lo que te digamos para saldar tu deuda, las pagarás. Entre esas normas, la de no hacer amistades con los autóctonos es, probablemente, la que figura en primer lugar. No puede haber resquicio para poner en peligro el negocio del esclavismo (¡qué diablos!, se trata justamente de eso, de trata de seres humanos).

Por su parte, Bepi, a quien todos llaman "el poeta", es un hombre en tierra de nadie que, cuando conviene a los autóctonos, es visto como italiano, y cuando no, como extranjero. Su encuentro con Shun Li provoca un cambio interior de dos almas solitarias que traspasan el límite de la amistad, a pesar de sus aparentes insalvables barreras culturales.

Se trata de una película magistralmente rodada, interpretada, fotografiada, montada y dirigida que me parece imprescindible para llegar a entender que las diferencias entre los seres humanos es mucho menor de lo que parece.

Estas son mis dos propuestas culturales para intentar acercarnos a un grupo de ciudadanos que, de forma masiva, hace ya casi dos décadas conviven con nosotros y de los cuales apenas conocemos que sus establecimientos permanecen más horas abiertos que cerrados. Si con ellas, descubre aspectos nuevos que los acerquen a Vd., me doy por más que satisfecho.
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