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Pitos y división, su balance

Ponce se despide de Madrid con otro fracaso en Las Ventas

Ponce se despide de Madrid con otro fracaso en Las Ventas

Toros de ALCURRUCÉN, bien aunque desigualmente presentados. Sin casta, pero nobles; justos de fuerzas. ENQIQUE PONCE: pitos tras aviso; división tras aviso. SEBASTIAN CASTELLA: ovación tras aviso; silencio. MORENITO DE ARANDA: gran ovación ras aviso; palmas. Plaza de Las Ventas. 21 de mayo. Lleno con cartel de 'no hay billetes'
Quizás lo mejor sea eso. Lo que ha anunciado con casi total seguridad: que no volverá a actuar en Las Ventas. Nadie lo va a echar en falta. Total, para qué. Para venir una sóla tarde medio escondido con una ganadería de su predilección y elegida, y no hacer 'na'. Tal es lo que aconteció en la función de este miércoles, en la que, al margen de la catadura de sus bicornes, Enrique Ponce actuó como los malos equipos de fútbol: a la defensiva.

Sí, ya sabemos que el zamacuco que abrió plaza, de más de 600 kilos, era más bien descastadito y abanto, pero también noble, como todo el encierro de Alcurrucén, y cuando se le atacaba metía la cara con aceptable tranco. Eso sí, pegando un derrote final, que Ponce fue incapaz de corregir a base de técnica, a base de templanza. Al contrario, lo que aportó al espectáculo fueron algunos telonazos, antes de un bajonazo infame para redondear el lucimiento.

Sí, ya sabemos que el cuarto era de similar condición, pero lo que necesitaba era meterse con él, probarlo, y no un toreo periférico y ventajista del que sólo se pueden salvar dos redondos sueltos. Tanto estaba aburriendo, que parte del público se impacientó, con razón, y el resto se puso a aplaudir. Luego llegó otro sartenazo con la espada y adiós. Pues eso, adiós.

Tampoco Sebastián Castella anduvo muy suelto, pero sí lo intentó con sus dos enemigos -similares al resto-, pisando todos los terrenos e incluso con algún pase de cierto fuste, aunque la mayoría fueron vulgares y a 'la remanguillé', que para eso es francés.

Y el que aportó la carta de la entrega, la ilusión y el toreo 'der güeno', fue Morenito de Aranda, que meció con el percal las embestidas de los de su lote -con un punto más de codicia hasta que se apagaron- y después cascabeleó  buenas series  al natural y en redondo y monumentales pases de pecho -hasta que se apagaron, los bichos-, e incluso podría haber echado algún trofeo a su esportón  con su primero de  no marrar a espadas. Eso sí, tirándose siempre arriba y sin bajonazos. Y no como otros.
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