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Patrono de Madrid

Gallardón se quita las 'calenturas' de Aguirre y ZP con agua de San Isidro

La pradera de San Isidro no se había quitado aún las legañas después de la juerga de la noche anterior cuando el alcalde hacía acto de presencia en la ermita.

El Santo estaba durmiendo y los ángeles todavía no estaban labrando el campo cuando el regidor fue a tomarse un agua a su salud por eso de quitarse las calenturas que le dan Esperanza Aguirre y José Luis Rodríguez Zapatero. Ya lo dice la placa que reza junto a la fuente: "San Isidro asegura que si con fe la bebieres y calentura trujeres, volverás sin calentura".

Los que sí se quedaron calientes fueron los periodistas, a los que dejó tirados después de haberlos citado una hora después de su aparición por la zona de fiestas. Las buenas lenguas decían que fue por motivos de agenda. Las malas, que esquivaba las reivindicaciones sindicales de policías y jardineros, que bebían a morro el agua del Labrador para ver si se hacía realidad el milagro de sus respectivos convenios. El alcalde hizo lo propio, quizás para que el día saliese a pedir de boca. Fue un visto y no visto. Ya se sabe que la pradera no luce tanto como la Gran Vía.

En el paseo del Quince de Mayo, los chulapos se compraban las rosquillas a pares, a pesar de que el precio era de esos que deja aullando la tarjeta de crédito. Los restos del sarao nocturno todavía se notaban tras los tenderetes. Incluso había algunos que aún estaban terminando la fiesta. En pleno paseo ya se olían las frituras de gallinejas, entresijos y porras. Una anciana daba vueltas al  molinillo que marcaba el soniquete de 'La calle de Alcalá'. Claveles, botijos, obleas, mojitos, quesos de tetilla, 'fideguá', parpusas de tela, pañuelos de seda, mantones de Manila, perros chulapos, estatuas de pega... Una Babilonia carabanchelera.

La zona comenzaba a masificarse a medida que avanzaba la mañana. El PSOE e IU aterrizaban a las 11 horas con el ánimo que dan las encuestas. Para los socialistas, el batacazo les hacía mirarlas con desconfianza. A la coalición de izquierdas, con esperanzas. Y hablando de esperanzas, la presidenta no se presentó.

Copetín y carnaza
Se izó la bandera en honor de la fiesta de Madrid mientras en el Palacio de Cibeles se ultimaba a todo correr el copetín de las medallas de la ciudad. El Ayuntamiento reestrenó cúpula y patio de cristales con un escenario muy conseguido. La entrada era un ir y venir de gente famosa. Los políticos eran asaeteados con la dichosa encuesta. Algunos, como Soraya Sáenz de Santamaría, parece que no habían leído los periódicos, pero siempre tenían una palabra crítica al Gobierno. La prensa rosa hacía su agosto mientras aguardaba algo de carnaza cuando llegaran los homenajeados. El alcalde abrió paso desde la puerta principal (la que da a la calle de Alcalá) a Luz Casal, Rodrigo Rato, Antonio López y la duquesa de Alba, a la que llevaba bien agarrada para reducir el trago de los miles de flashes fotográficos.

Empezó la entrega con una Luz Casal que relató cómo Madrid le abrió las puertas y le formó como persona, gracias a su literatura, su arte, su música y su buen vivir. Se llevó la ovación de la tarde. Rato prometía renovar el compromiso de Caja Madrid con la capital, a pesar de los tiempos difíciles. Antonio López, el espíritu de la luz según los vídeos municipales, hacía un ejercicio de humildad y agradecía el galardón a la ciudad que le había acogido cuando llegó a sus 13 años de su Tomelloso natal. Por último, la duquesa de Alba hizo un esfuerzo por agradecer en persona el premio, por el que había sido muy cuestionada. En esta tesitura, el alcalde se deshizo en halagos, explicando que son ejemplos de iniciativa, sensibilidad y perseverancia.

Zona de sombra
Terminó el acto con una pieza musical de Boccherini sobre Madrid que el alcalde aplaudió a rabiar. Al terminar la melodía hizo confidencias a Cobo donde seguramente le explicaba la calidad de la partitura. El vicealcalde no debía tener el día para lirismos y prefirió enterarse de cómo iba el partido de Rafa Nadal en el Open de Madrid. En el cóctel, el regidor se colocó en lugar estratégico para recibir a los invitados, como buen anfitrión. Ya no tenía prisa.

La nueva cúpula aparte de bonita, multiplica el calor. Hacía falta rehogar el doble el gaznate para pasar los canapés de foie y el jamón bajo el cielo acristalado. Los más perspicaces, con Pedro Calvo a la cabeza, fueron a la zona de sombra para estar menos asfixiados. Tampoco estuvo muy visible la representación del Gobierno regional. El vicepresidente, Ignacio González, las consejeras Ana Isabel Mariño y Paloma Adrados, y el consejero José Ignacio Echeverría, se quedaron poco tiempo. Mientras estuvieron, tuvieron tiempo de hablar de las maldades de la contraprogramación de Zapatero a Zapatero.

No había pasado ni una hora y el alcalde ya salía por la puerta (la de la calle de Montalbán) dando las gracias. Los premios, las encuestas y hasta el día, después de una noche pasada por agua, resultaron como quería. Nadie sabe si fue milagro pero el agua del Santo había funcionado y Alberto salió sin ninguna calentura.

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