La norma ya la conocen, puesto que fue anunciada el viernes en el Consejo de Ministros. El Gobierno aprobó un decreto para limitar la temperatura en los lugares públicos tanto en verano como en invierno con el objeto de ahorrar energía.
Pese a que el objetivo es muy positivo, a nadie ha dejado indiferente el hecho de que haya que controlar ahora también la temperatura a la que los dueños de locales públicos quieran tener sus estancias. Así las cosas, la temperatura en tiendas, cines, bares, oficinas o discotecas no podrá exceder los 21 grados centígrados en invierno ni bajar de los 26 en verano, con el fin de reducir la factura de la calefacción y el aire acondicionado.
También estará en vigor en los centros comerciales, aeropuertos, estaciones de tren, palacios de congresos y salas de conciertos. Esta medida se aplicará en el marco de un plan de ahorro y eficacia energética que incluye 31 medidas y estará en vigor hasta 2011.
Pero los dueños de locales y encargados de salas de exposición, cines y demás centros públicos recuerdan ante esta normativa que no hay nada más relativo que la sensación de calor o el frío por el termostato, ya que
depende de la cantidad de gente que haya en estos lugares. Los responsables de salas de cine, por ejemplo, insisten en que la clave está en el taquillaje para cada película, ya que no es lo mismo una sala casi vacía que una llena de gente. Lo mismo destacan los dueños de bares y restaurantes.
Pero no sólo critican la relatividad de la limitación de la temperatura en los aparatos de aire acondicionado. También insisten en que 26º grados como temperatura máxima a la que bajar los termostatos en verano es algo ridículo, ya que a ese grado de calor la gente prácticamente necesitaría seguir quitándose ropa.
En definitiva, temen que para buscar una reducción de consumo energético se agrave una situación de crisis que viven por la bajada del consumo.
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