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España, hoy: oportunidad y riesgos

La situación de conjunto de la economía española no parece haber mejorado con el cambio de Pedro Solbes, un político evasivo pero también un funcionario decente, serio y preparado, por la muy dinámica Elena Salgado, cuyas cualidades de política activa y seguramente honesta, a las que une el rigor propio de la formación de ingeniería, es probable que no sean las mejor ajustadas al enredo de la hora presente, sobre todo, bajo la conocida voluntad de Rodríguez Zapatero de hacer prevalecer las estrategias políticas de coyuntura sobre el conocimiento y la ortodoxia en la gestión de la economía.

    ¿Cómo se explica, de otra manera, que escapen por completo a la capacidad de decisión de la presunta vicepresidenta de Economía temas tan nucleares como el diálogo con la patronal y los sindicatos, o la más que compleja armonización económica de las Comunidades Autónomas, o incluso las políticas de energía, vivienda, infraestructuras y comercio exterior, por poner sólo algunos ejemplos llamativos de tan extraña situación? Como subrayan cada vez más expertos y no sólo del partido de la oposición, se ha llegado a la paradoja de que un torrente de medidas económicas encubre la ausencia de una política económica digna, con mínimos de coherencia, de tal nombre.

    En estas circunstancias, el debate sobre hasta dónde profundizará la crisis y cuándo cabe esperar los primeros indicios de recuperación sigue con muy limitado rigor, más instalado en la propaganda que en la gestión, como es hábito del actual inquilino de La Moncloa. Por más optimismo que se quiera echar a la situación, los insistentes anuncios de Rodríguez Zapatero de que el cambio de signo se producirá dentro del próximo año, no resisten el menor análisis y no es lo que opinan y dicen los expertos, incluso los muchos que en ese ámbito tiene desde luego, y muy valiosos, el PSOE.

    Ya quisiéramos todos ser optimistas como ZP, pero los perfiles de la realidad parecen bastante más crueles y ajustados a la vieja prevención de que, en política económica, todo lo malo que puede suceder es probable que suceda. Lo cierto es que los expertos económicos de todos los colores ideológicos y procedencias doctrinales, incluso dentro del propio PSOE y en especial los de estimable trayectoria académica y profesional, siguen en el angustioso pronóstico de que no cabe esperar el inicio de la siguiente fase expansiva hasta finales de 2011 o incluso entrado 2012.

    Así las cosas en la economía, es decir, igual de negras que en los últimos años y en los meses recientes, es tristemente inevitable que el interés informativo de la vida nacional vuelve a centrarse en la política y por tanto en los indeseables temas de la corrupción, en algunos de los cuales es preciso admitir que la dirección del PP no parece estar muy fina, como son los del tesorero del partido, el senador Luis Bárcenas y cuanto rodea el complejo mundo del líder valenciano Francisco Camps. Es preciso admitir que, en plena evidencia de la incapacidad del actual Gobierno para gestionar la crisis económica, los asuntos Bárcenas y Camps se han convertido en el gran instrumento del PSOE para desviar la atención y contener, en lo posible, el evidente deterioro político del presidente y del partido del Gobierno.

    Bien probada la pericia del aparato de Ferraz en los temas de propaganda, no hace falta leer en las entrañas de las ocas para imaginar hasta dónde llegará la campaña del PSOE si finalmente se tramita el suplicatorio pedido por la Fiscalía y el senador Bárcenas resulta imputado. Y peores perfiles que el asunto Bárcenas presenta el tema de Valencia, aunque se trate paradójicamente de un asunto de menor volumen y perfiles menos ominosos. Suceda lo que finalmente suceda en términos de legalidad, la estética política aparece irremediablemente dañada por los raros comportamientos y la digamos ligereza verbal de Francisco Camps y su entorno de confianza.

   Pero tampoco ha estado precisamente fina esta semana la vicepresidenta Fernández de la Vega con sus acusaciones al PP de tener un comportamiento “inaceptable, chabacano y esperpéntico” en el llamado caso Gürtel. No parece el pronunciamiento más adecuado desde tan alto cargo del Gobierno y sobre todo, desde un partido que tiene en las hemerotecas de lo no tan lejana historia temas tan ominosos como Filesa, Time Export, las alegrías económicas del GAL o la turbulenta historia de Roldán, por citar sólo algunos de los más recordados. Así que por un lado y otro parece que son demasiados, y demasiado importantes, los que están perdiendo los papeles. Menos mal que hasta ahora nadie ha puesto en duda lo que más importa y que es la independencia, calidad y fiabilidad de la Justicia española, que tiene por fortuna la última palabra. 

    Sin embargo, al punto que han llegado las cosas, y antes de que la vida pública española vuelva a ser invadida y erosionada por otro torrente de corrupción, cada vez son más los que, en las distintas áreas del espectro político, creen necesario que se interponga cuanto antes ese proceso clarificador que serían unas elecciones generales anticipadas. Cada vez son más los que confiesan que no es posible seguir así y que las elecciones anticipadas permitirían recuperar, al mismo tiempo, la eficacia de gestión y la dignidad de la vida política. Sería ejemplar una iniciativa en este sentido por parte del propio Gobierno, pero como es improbable que se produzca esa iniciativa, el entendimiento de las restantes fuerzas políticas, desde la derecha a la izquierda y los distintos nacionalismos, podría finalmente forzar la disolución y la convocatoria. Por lo menos, conversaciones hay al respecto en variados y distintos niveles. 

    Las conversaciones están verdes, no como los famosos “brotes” que han superado los mejores ingenios de las revistas de humor, sino porque el primer interlocutor necesario, esto es, el partido socialista en el poder, tiene hoy unos dirigentes muy alejados de la innegable calidad y nivel de los entornos políticos de Felipe González. Nada que ver, por ejemplo, la pintoresca “beautiful” que merodea y medra en los entornos de la actual Moncloa con aquella otra, de innegable nivel, que se formó en los años de Carlos Solchaga. Del fascinante Luis del Rivero, abajo, éste es un tema que merecerá, sin duda, un jugoso análisis de nombres, intereses y relaciones, al que este comentarista se compromete.

    ¿Quiénes, entonces, pueden y deben concertarse, si falta la disposición del principal interlocutor, esto es, el partido de la actual mayoría? Desde luego, un PP que sea, como parece que apuntan algunas recientes tomas de posición de Mariano Rajoy, más flexible, o por lo menos, permeable, a la plural y compleja realidad política y territorial, y por tanto económica, de España. Pero también son necesarios esos partidos nacionalistas que son la voz política de las burguesías más vivas, en términos industriales y empresariales, de España, desde luego la vasca y la catalana, y por tanto, el PNV y CiU, con el agregado de una burguesía hasta ahora tenida por periférica y menor, la canaria, representada por CC, y que se dispone a vivir un probable momento de radical transformación de la realidad del archipiélago.

    Nunca se subrayará bastante el grave error –fruto de maneras de pensar, en un decir, dogmáticas e inflexibles, con algunas derivaciones de intereses económicos que habrá que comentar en su momento– cometido por el PP vasco al otorgar el gobierno de Euskadi al inverosímil Patxi López, todo un ejemplo del más puro y duro “zapaterismo”
 
    Por cierto, también habrá que comentar con algún detalle un raro ejemplo de aquello de que “no hay bien que por mal no venga”, con la apertura de un extraordinario horizonte de oportunidades para una Comunidad, Canarias, hasta ahora castigada por la distancia, la ubicación geográfica y la fragmentación insular. Es enorme el interés que, en los grandes centros internacionales económicos y de poder, suscita ahora el archipiélago canario. No es sólo el hecho, sin duda importante, de la riqueza petrolífera que los satélites han confirmado en los fondos marinos del archipiélago. Es también el liderazgo, que antes o después tendrá que asumir, en algo tan estratégico como la modernización y desarrollo del norte y el occidente de África.

    Ese proceso va a exigir no sólo numerosas y gigantescas obras públicas, sino también la implantación y desarrollo de un modelo agrícola de tipo norteamericano, con grandes dimensiones y muy avanzadas tecnologías, y el diseño y aplicación de un ambicioso modelo educativo y empresarial que incorpore plenamente toda esa área territorial, la más importante del continente africano, y por tanto a medio plazo África entera, a la modernidad, y que tendrá con toda probabilidad en Canarias el punto de apoyo para la palanca del cambio. Lo mismo en Bruselas que en Washington hay   una interesante confianza en que el empresariado canario, más culto y progresista que la media, estaría a la altura de la oportunidad. Se ha llegado a hablar, incluso, de un Singapur euroafricano, incluso con mayor dimensión y potencia económicas que el asiático.

    En esa hipótesis optimista, pero en modo alguno ilusa, se produciría en Canarias un espectacular salto adelante en los sectores financiero, de la construcción orientada a la obra pública, del transporte, de las telecomunicaciones y desde luego, de la educación. Se considera que, para ello, hay ya en el archipiélago los mimbres necesarios y los dirigentes empresariales adecuados. La riqueza derivada de explotaciones petrolíferas que llegarán más temprano que tarde será nada más que una parte, por supuesto muy valiosa, del impulso. Obras públicas trascendentales, como todo lo que rodea el proyectado puerto tinerfeño de Granadilla, serán también parte del impulso. Y sin la menor duda, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la sociedad del conocimiento hará de Canarias el centro tecnológico del extremo sur de Europa y del norte occidental de África. Desde Canarias se orientará el gran salto cualitativo y cuantitativo no sólo del modelo de producción agraria del norte y el occidente de África, sino también su comercialización global, y desde luego la plena entrada del continente africano en la sociedad del conocimiento. 

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