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Memoria histórica de la Iglesia vasca

El País.es de hoy sábado publica una noticia que tiene mucho que ver con la  coherencia e incoherencia de nuestra sociedad, tanto la civil como la eclesiástica. “Los obispos vascos piden perdón por silencio de la Iglesia ante el fusilamiento de 14 religiosos durante la Guerra Civil”. Estos sacerdotes fueron fusilados por el bando franquista en 1936. El acto religioso –que ha tenido lugar en la catedral de Vitoria- ha sido celebrado en una misa presidida por los obispos de Bilbao, Ricardo Blázquez y Mario Iceta; San Sebastián, Juan María Uriarte; y Vitoria, Miguel Asurmendi, en la que han estado presentes destacados miembros del Gobierno vasco y del PNV. Estos “otros mártires” fueron doce sacerdotes, un misionero claretiano, y un carmelita descalzo, que fueron ejecutados por el bando nacional entre 1936 y 1937, cuyos nombres han sido destacados en la Eucaristía presidida por los tres obispos y más de 200 curas vascos. Los prelados se han decidido a hacer lo que jamás había hecho la Iglesia española durante los últimos 70 años: pedir perdón por el "injustificable silencio de los medios oficiales de nuestra Iglesia", ante la muerte, a manos del bando franquista durante la Guerra Civil, de estos catorce religiosos por los que jamás se celebraron funerales ni de los que nadie durante la dictadura registró su fallecimiento.

    Ha sido el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi, el encargado de leer una homilía llena de significados, donde se han citado uno a uno los nombres de los curas asesinados (y no por las “hordas rojas”) y con lo que, según Asurmendi, "hoy saldamos una deuda que teníamos contraída", delante de las instituciones vascas y de los familiares y amigos de los fallecidos. El obispo de Vitoria ha dicho cosas que son casi impensables en boca de otros prelados (como el presidente de la Conferencia Episcopal Española, más preocupado por el aborto y el 7º mandamiento): “No es justificable, ni aceptable por más tiempo, el silencio en el que medios oficiales de nuestra Iglesia han envuelto la muerte de estos sacerdotes. Tan largo silencio no ha sido sólo una omisión indebida, sino también una falta a la verdad, contra la justicia y la caridad". A continuación, y por ese mismo motivo, Asurmendi ha pedido “perdón en nombre de la Iglesia vasca a Dios y a nuestros hermanos, en un acto que tiene una dimensión de reparación, reconocimiento y servicio a la verdad para purificar la memoria”.  Esta referencia a la “memoria” tiene muchísimo sentido, cuando hay tantos políticos, periodistas y hasta obispos que están desacreditando la llamada a la “memoria histórica”. Contra lo que muchos puedan pensar, y en palabras del propio monseñor Asurmendi, la Iglesia vasca no busca "reabrir heridas", sino "ayudar a curarlas o a aliviarlas" para contribuir a la "dignificación de quienes han sido olvidados, o excluidos, y mitigar el dolor de sus familias y allegados".

    A la eucaristía han asistido la portavoz del Gobierno Vasco, Idoia Mendia, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, la consejera vasca de Cultura, Blanca Urgüell, el miembro de la Mesa del Parlamento Vasco, Mikel Martínez (PNV), el ex lehendakari, José Antonio Ardanza, y otros miembros de instituciones locales y forales. El acto, el motivo, la circunstancia y la presencia de tantos representantes institucionales, provoca una primera sorpresa: la aparente ausencia de dos de los más destacados dirigentes políticos en el País Vasco (el presidente del Gobierno Patxi López y el dirigente de la oposición, su extraño compañero de cama en las últimas elecciones Antonio Basagoiti. López pertenece al Partido Socialista gobernante de la nación, cuyo presidente Zapatero se está dejando la piel a favor de la recuperación y limpieza de la memoria histórica. Del Partido Popular de Basagoiti ya se sabe lo que piensa (lo contrario del PSOE, sea lo que sea). ¡Pero los pactos son los pactos! Y la otra sorpresa proviene de la otra parte de la Iglesia, la de muchos otros obispos españoles, encabezados por su cardenal presidente Rouco Varela, que no es la primera vez que deja entrever sus discrepancias con las manifestaciones de los obispos vascos. 

    La iglesia vasca no ha sido, a lo largo de los últimos 40 años, santo de la devoción del resto del episcopado español, ni de un buen número de católicos españoles. Primero fue el “caso Añoveros”, después “el obistarra Setién” y sus curas (Pagola y otros) y al final el mismísimo ex presidente de los obispos españoles Ricardo Blázquez. Por una causa o por otra, es igual, los obispos vascos son tratados como ovejas descarriadas del rebaño episcopal español.  Aunque todos ellos, siempre, desde finales de la década de los 60, hayan escrito numerosas cartas sobre la paz y contra la violencia en el País Vasco. Ahora vuelven a hacerlo, en esta Eucaristía en memoria de 14 de sus curas fusilados por Franco. Son coherentes. Es difícil pensar que se pueda decir lo mismo del Papa Benedicto XVI (que ocultó durante 16 años los graves delitos del Fundador de los Legionarios de Cristo) o del propio cardenal Rouco Varela, que se escabulló como pudo de una denuncia contra uno de sus curas pederastas y ahora se dedica a hablar contra la ley del aborto y a fustigar los pecados contra el 7º mandamiento, olvidando Gescartera y otras historias para no dormir. Sólo se puede señalar una incoherencia en el acto de la catedral de Vitoria (que un día no tan lejano sufrió los disparos de los grises por orden del gobierno, en el que estaba un tal Fraga Iribarne, un 3 de marzo de 1976, y donde murieron cinco trabajadores): en una de sus paredes tiene esculpida una gran águila imperial, símbolo del franquismo. ¡Viva la memoria histórica!

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