La visita de
Moratinos a Guinea se presenta llena de dificultades, porque las relaciones del régimen de
Obiang con España nunca han sido fáciles. Ni los suaves llamamientos al respeto a los derechos humanos lanzados desde instancias parlamentarias españolas sientan bien al sistema autoritario instaurado por Obiang ni, menos aún, han sentado bien las filtraciones acerca de una investigación de la fiscalía anticorrupción española ante presuntos de desvío de dinero público de la familia de Obiang, cuyo hijo,
Teodoro, es ministro de Agricultura y Bosques en el Gobierno ecuatoguineano.
El propio primer ministro
Milan Ntang se despachó en el discurso oficial al término de la cena en Malabo reprochando a España su olvido de Guinea.
“Los reproches se hacen a los amigos”, dijo luego a quien suscribe. Milan elogió largamente el papel de
Manuel Fraga, sentado a su izquierda y cabeza de una delegación parlamentaria española de la que no han querido formar parte ni el grupo socialista ni Izquierda Unida, por su papel en la descolonización de Guinea, en 1968. También Moratinos elogió a Fraga, entonces ministro de Información y Turismo y representante del Gobierno franquista en la ceremonia de transmisión de poderes, en este sentido. Tanto elogio acabó por molestar a algunos miembros de la delegación parlamentaria que acompaña, junto con empresarios y periodistas, a Moratinos en este viaje de
“acercamiento” a la petrolíferamente pujante Guinea. Estos parlamentarios se mostraron irritados ante la exaltación de alguien que representó en su día el traspaso desde un régimen dictatorial, como el franquismo, a uno tan sanguinario como el de
Macías. Fraga, visiblemente afectado por la edad, se mostró ajeno a la ‘tormenta en un vaso de agua’ (así la definió un diplomático del séquito) que se desarrollaba, educadamente eso sí, en torno a su persona.
Fue precisamente alguno de estos empresarios que acompañan a Moratinos quien propició un incidente con una periodista de la televisión española, a la que el ministro informó de que el tal empresario había protestado por una crónica emitida desde Malabo. El ministro defendió la necesidad de cooperar a las buenas relaciones de España con su ex colonia, a la que ya compra una importante cantidad de petróleo y único país de África en el que el español sigue siendo lengua cooficial y ampliamente utilizada.
Sin llegar a defender al régimen de Obiang, que posee en Guinea desde mansiones hasta hoteles -por ejemplo, el mismo en el que se celebró la cena oficial-, Moratinos recordó que los derechos humanos han avanzado en Guinea en relación con otros países de la zona. Lo cierto es que el ministro pudo celebrar un desayuno con representantes de partidos de la oposición, aunque el régimen sigue ganando en unas cuestionadas elecciones por más del 90 por ciento.
Para quien, como el que suscribe, había viajado a Malabo y Bata anteriormente, pero no había regresado desde hacía varios años, los cambios que se han producido en este país africano son notables, tanto en infraestructuras como en nivel de vida de la población, aunque la corrupción sigue siendo rampante y la distribución de la riqueza, profundamente injusta. Guinea se ha convertido en una potencia petrolífera en la zona, y la diplomacia española sigue muy atentamente la evolución de un país con el que tanto Francia como Rusia o China quieren establecer relaciones privilegiadas; por eso, Moratinos, en cumplimiento de su deber profesional, trata de amainar tensiones en un viaje al que, no sin una dosis de valor, se ha hecho acompañar por bastantes periodistas de los principales medios.