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Gran corrida de Los Recitales, desaprovechada por la terna

Buenos vasallos-toros para malos señores-toreros

La histórica y literaria frase de 'qué bon vasallo si oviese bon señor' se puede aplicar a la corrida de este domingo, cuarta del serial, en la que un encierro de Los Recitales y un remiendo de Fernando Peña que dio facilidades fue desaprovechado por una terna, Curro Díaz, Iván Vicente y Ambel Posada, que ni siquiera lograron una mísera vuelta al ruedo. Y luego se quejan.
Luego piden oportunidades y se quejan de que no ocupan el lugar que merecen en la Fiesta, que son segadores sin cosecha, que como les embista un toro en Madrid... Pues este domingo a la terna de coletudos con teóricas ganas de llegar a figuras les embistieron cinco -primero al quinto- y medio -el sexto-, para nada. Ni una vuelta al ruedo, ni una ovación en su balance estadístico. ¡Qué querrán!

¡Qué querrán Curro Díaz, con 12 años de alternativa; Iván Vicente, con 8 y Ambel Posada, con sólo tres pero muy placeado. ¡Qué querrán! Porque, en distintas gradaciones pero con el denominador común del fracaso, se les fue un encierro que les ofrecía las orejas, que les regalaba el cumplimiento de sus sueños.

De ahí, la frase del Cantar del Mío Cid con que titulamos. De ahí que estos señores coletudos echaran en su esportón no los trofeos, sino un petardo después del cuál, lo mejor es que reflexionen mucho sobre sus carreras. El que más debe hacerlo es Iván Vicente, al que se le fueron los dos mejores ejemplares, los que cascabeleaban más nobleza, fijeza y boyantía, pese a ser de dos hierros distintos.

El primero, de paradójico nombre 'Ricachón' -sería para que el de Soto, tras cortarle las  orejas, se hiciese ídem-. Además tan justito de fuerzas que en el segundo encuentro con el caballo -todos los lidiados cumplieron sobradamente ante los pencos- sólo recibió un picotazito. Pero Vicente, en exceso pulcro, frío y bailarín, se conformó con cuatro detalles de clase. Y de similar guisa obró con el mansote -pero tan manejable como el anterior- quinto de Peña, y anduvo de nuevo por debajo de su calidad.

Sólo empaque sacerdotal
Tampoco el otrora artista y barroco Curro Díaz debería estar muy satisfecho, pues aunque los únicos muletazos de enjundia y clase los ofreció él, en ningún momento se metió a fondo con los enemigos, con un punto menos de codicia que el lote de Vicente, y también se conformó con su estética y empaque sacerdotal. Pero hay que torear, no basta con dar pases.

Algo menos de culpa puede recaer sobre el más joven, Ambel Posada, que destiló tanta ilusión y rabia novilleril frente al extraordinario tercero como falta de conocimientos y calidad. Su apuesta por la cantidad se fue diluyendo hasta la nada. El que cerró festejo era menos claro y más rebrincado, pero tapoco una alimaña y Ambel se vio desbordado en su ilusión de nuevo.

Dicho sea en su honor, el extremeño fue el único que intentó un quite en toda la tarde, por chicuelinas vulgares, pero quite al fin y al cabo. De modo que la mayor ovación restalló en el coso cuando desde el tendido 7 brotó una pancarta que rezaba así: "Fuera esta empresa y el medio toro". De los coletudos, como no se esperaba a priori semejante desafuero, nada ponía. Para qué, tras su demostración. ¡Qué querrán!
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