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Manuel Molina. Director gerente de la Agencia Antidroga

"Desmantelar poblados no acaba con la droga, la desplaza"

Los últimos desmantelamientos de poblados chabolistas han dispersado los principales núcleos de venta y consumo de estupefacientes por otros puntos de la región. Manuel Molina, director gerente de la Agencia Antidroga, analiza para Madridiario el nuevo 'mapa de la droga' de la región.
En los últimos años se han desmantelado poblados como El Salobral o parte de Las Barranquillas, donde había núcleos importantes de droga. ¿Cuál ha sido el resultado?
Estos poblados están más ligados al perfil antiguo de drogodependientes que consumían heroína. La Agencia Antidroga atiende a una población flotante de unos 16.000 pacientes, muchos de ellos registrados y tratados, no necesariamente habitantes de estos poblados marginales pero sí visitantes habituales. Cuando se desmanteló El Salobral, donde teníamos un dispositivo fijo, incrementamos nuestras unidades móviles pensando que iba a haber un trasvase a Las Barranquillas, pero buena parte de este último se desmanteló casi al mismo tiempo. Así que muchos de los visitantes de El Salobral se fueron directamente a la Cañada Real.

¿En qué medida ha empeorado el consumo de droga en la Cañada Real?
Hace unos dos años y medio ya sabíamos que había tráfico de droga a alta escala en la Cañada, pero los 'zombies', aquellos que deambulan y consumen en la calle, se han multiplicado allí en muy poco tiempo. Suelen ser politoxicómanos, que normalmente mezclan heroína y cocaína; el consumo con jeringuillas ha caído mucho, pero se fuma mucho más mezclada la heroína con la cocaína. Así que todo lo que teníamos previsto reforzar en Las Barranquillas lo hemos situado en la Cañada Real.

Entonces, el problema ¿solo se ha desplazado?
Cuando se trata de drogas, la energía ni se crea ni se destruye. Por ahora tenemos más desplazados a Cañada Real, aunque en Las Barranquillas sigue existiendo el consumo; pero de los más de cinco mil que había en Barranquillas ahora solo quedan algo más de tres mil; ha bajado bastante. Además, en Pitis, que ya estaba desmantelado y donde prácticamente no quedaba ya nada, está produciéndose un repunte del consumo de droga.

¿Cómo pueden luchar las Administraciones contra estos puntos de droga?
Hay que intentar evitar el chabolismo y estos poblados marginales, pero aquí hay que coordinarse con Salud Pública y otros organismos para que esos desplazamientos no supongan cortar un posible tratamiento o dañar la prevención de enfermedades. Ahora están aumentando mucho las patologías mentales por la combinación de la cocaína con la heroína, lo que origina pacientes mucho más desvalidos. Por tanto, tratamos de mantener nuestros dispositivos a su alcance.

¿Eso es todo lo que se puede hacer?

Desde que empezó la droga hace casi tres décadas, las Administraciones hemos ido siempre a remolque. Antes los atendían las entidades religiosas, las asociaciones de padres de afectados y las ONG, pero luego la Administración fue asumiendo todo eso y financiando y dando el apoyo necesario. No se debe tolerar un modelo como el de Barranquillas, que crea muchos problemas de salud pública, pero eso supone más dispersión y nos exige más agilidad. Una unidad móvil puede estar hoy en Cañada Real y mañana en Coslada, por ejemplo. Tenemos que desarrollar una capacidad de reacción muy fuerte para dar servicios allí donde estén estos pacientes.

¿Qué ocurre con el trapicheo de droga en barrios como Lavapiés?
Allí se da menudeo y consumo más aislado. Lo que da más realce a estas situaciones es que están en el centro de la ciudad y crean, por tanto, más alarma social. No tiene, ni mucho menos, la envergadura de lo que ocurre en los poblados, que nos preocupa mucho más. Es cierto que ahí existe un consumo que hay que atender y de hecho tenemos dispositivos, pero son fenómenos mucho más leves.

¿Qué avances se han hecho en la lucha contra la drogadicción en Madrid?
En los últimos años se ha paralizado el consumo de heroína, pero empezó a aumentar el consumo de cannabis y de cocaína. Se ha triplicado el consumo de cocaína entre los jóvenes; de hecho, España está entre los primeros países mundiales en consumo de cocaína y de cannabis, así que no es una situación muy halagüeña. La encuesta de 2006 arroja unos datos muy positivos que rompen esa tendencia: ha aumentado la percepción del riesgo, aunque es baja en el caso del alcohol. Por eso los mensajes de prevención tienen que aumentar la percepción del  riesgo de estas sustancias, y en el caso de las drogas legales tenemos que incidir en aspectos más concretos. También tiene mucha repercusión la forma de consumo: no es lo mismo tomar unos vinos comiendo que hacerlo en 'atracón' con  un botellón.

La última Encuesta Escolar sobre Consumo de Drogas situó los tranquilizantes como la tercera droga más consumida por los adolescentes, por encima de la cocaína. ¿Qué está pasando?
Ahora el consumo de drogas entre los jóvenes está muy ligado al ocio. Ese fue el primer cambio, pero luego hay otro derivado de esta sociedad más introvertida e individualista, que podría tener alguna relación en personas que consumen para evadirse o para evitar la sensación de aislamiento y soledad. Hay que tener en cuenta que unas sustancias que consume alguien con prescripción médica pueden ser drogas para quien las tome sin supervisión, y que resulta fácil encontrar estas sustancias en los hogares. Se pueden considerar drogas porque entrañan un peligro de adicción, al pasar de consumirlos un día por los nervios de los exámenes a hacerlo todas las noches para dormir. Se trata de un problema más generalizado en las mujeres, pero el aumento es algo puntual.

¿Y qué es más peligroso, que los jóvenes se droguen en grupo para divertirse o que lo hagan solos para evadirse de la realidad?
Yo creo que es igual de peligroso, pero es más difícil de detectar lo segundo. La detección precoz es fundamental y facilita un mejor tratamiento; resulta más difícil detectar a aquel que bebe o toma tranquilizantes sin prescripción médica de forma individual y por tanto ayudarle es más difícil, pero existe el mismo peligro para su salud.

¿Qué ocurre con las drogas de diseño?
Estas sustancias son magníficas para los narcotraficantes, porque les salen muy baratas y la materia prima se puede conseguir de forma legal en muchos sitios. La mayor parte de las veces la cantidad de principio activo es mínima, incluso se han detectado algunas pastillas que tienen de todo menos éxtasis, pero el negocio ha calado bien. Ha bajado un poco el consumo de pastillas, y está bastante estabilizado.

¿Siguen ligadas estas sustancias a la cultura ‘discotequera’?

Sí, el 'pastilleo' fuera del ambiente discotequero hay muy poco. La gente no se toma una pastilla en su dormitorio, pero donde hay discotecas puede existir el 'pastilleo'. Si se hiciera un reportaje con cámara oculta en la Cubierta de Leganés o cualquier zona donde haya concentración de este tipo de locales de ocio nocturno, con ambiente de pista, resultaría fácil encontrar pastillas.
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