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El nuevo libro de Jáuregui, en Madrid

'La decepción', crónica apasionada de la España de ZP

'La decepción', crónica apasionada de la España de ZP

Del “no nos falles” a la decepción motivada. El periodista Fernando Jáuregui acaba de publicar “La decepción. Crónica amarga y secreta de cuatro años de crispación” (Editorial Debate) en el que repasa los hitos del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Un libro imprescindible, sin duda, para conocer qué ha sido eso del ‘zapaterismo’ y su oposición exponencial a los gestos y actos del ‘aznarismo’ precedente.

Afirma el autor en la contraportada de la obra: “No es un libro ‘contra’ Zapatero ni ‘contra’ Rajoy, pero tampoco a favor. Es el relato y el análisis de los hechos ocurridos en una legislatura trepidante, en la que han sucedido muchas, quizá demasiadas, cosas, que han conducido más bien a una decepción generalizada”.

El autor, Fernando JáureguiFernando Jáuregui (Santander, 1950, director de diariocritico.com) siempre ha sostenido que “noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique”, y, efectivamente, es lo que parece que ha intentado hacer en esta extensa crónica de lo que ha sido el ‘talante zapaterista’ -¿existió realmente tal talante?- en contraposición a la ‘sequedad’ de su predecesor José María Aznar.

Y ‘noticias’ aparecen unas cuantas en “La decepción”, como sobre el Estatut de Catalunya y los pactos “reservados” entre Zapatero y Artur Mas, la negociación secreta entre el gobierno y la banda terrorista ETA o la misma OPA contra Endesa por parte de Gas Natural que terminó en un auténtico fiasco para el gobierno socialista y, por último, con el nombramiento de Manuel Pizarro como número dos de Mariano Rajoy. En realidad, “La decepción” se configura como una importante obra analítica de la España de los últimos años, y también como casi una auténtica base de datos merced a su extensísima cronología en la que destaca los grandes hechos acontecidos desde 2004.

El libro será presentado el próximo lunes, 21 de enero, en el Palacio de Benacazón, en Toledo, pero la gran presentación será el 24 de enero, jueves, en el Auditorio Mutua Madrileña, al alimón con otro libro complementario: “Contra el talante. Rajoy y la oposición a ZP”, de la también periodista Pilar Cernuda. Al gran acto de presentación en Madrid asistirá el siempre polémico José Bono, pero no así otro de los presentadores que se habían comprometido: el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, a quien acaso las lágrimas por no poder ser diputado podrían impedirle leer lo que llevara escrito en el papel. ¿Será otra decepción más para el autor, esta vez por actos propios de la ‘condición humana’? En  cualqueir caso, el acto será moderado por el periodista radiofónico Luis del Olmo.

Volviendo al libro, podría decirse que “La decepción” conforma auténticamente una ‘crónica amarga’ –como recoge el título de la obra- ‘amarga’ porque quizá Zapatero no ha sabido canalizar ese apoyo social que recibió después de un atentado más que trágico. Al leerlo, se percibe en numerosas ocasiones que realmente el libro se ha escrito en gran parte “desde dentro” -como señala el propio autor-, porque el autor ha sido testigo privilegiado de muchos de los casos que narra.

En “La decepción” está todo, y acaso un ‘todo’ con ‘todo’, es decir, un añadido de esas cosas que habitualmente no aparecen en los libros supuestamente ‘sesudos’ con los que nos inundan, y mucho menos en las hagiografías al uso. Ahí están aspectos que interesarán a más de uno, como quiénes son –retratados sin pasión- los auténticos asesores de Zapatero, y sobre todo quién es ese superasesor llamado Miguel Barroso –hoy feliz marido de la ministra de la Vivienda, Carme Chacón- que tanto hizo por Roures y La Sexta.

Porque es un desconocido para el gran público, pero que ha tenido y tiene tantísimo ascendiente sobre el presidente del Gobierno, ofrecemos aquí el relato que Jáuregui nos hace sobre este personaje. Léanlo y disfruten.


(Extracto del libro "La decepción", de Fernando Jáuregui)

EL SUPERASESOR

Miguel BarrosoEl primero de los Migueles a los que me he referido era Miguel Barroso, quizá el menos conocido de todos para la opinión pública pero posiblemente el que más poder ha tenido, y tiene, por su influencia sobre el presidente del gobierno a lo largo de toda la legislatura. Es un hombre al que le repele “dar la cara”, como recuerda su amigo y ex colaborador en La Moncloa Javier Valenzuela, y a quien le gusta actuar siempre desde detrás del telón. Me atrevería a decir incluso que Miguel Barroso es, hoy por hoy, el “superasesor” de Zapatero, quizá en unión con el presidente de MERCASA, su ex vecino Javier de Paz. Y es, desde luego, uno de los grandes beneficiados por el “zapaterismo”, tanto en lo que se refiere a su nombramiento como director de la Casa de América, tras su salida de La Moncloa, como por el apoyo presidencial a los proyectos mediáticos de los amigos de Barroso.

Miguel Barroso, que, a su vez, tantos “servicios ocultos” ha realizado para ZP, incluyendo contactos con Esquerra Republicana de Catalunya para que aceptase el Estatut, o “mediaciones” con el sacerdote irlandés Alec Reid en el esquema del “proceso” de negociación con ETA, ha participado en todas las salsas. Desde la promoción de ministros hasta la campaña de imagen del candidato socialista por Madrid, Miguel Sebastián, a quien dio algunos consejos especialmente nocivos.

Barroso dirigió directamente la que me parece (me lo parecía a mí y a no pocos directores de comunicación en los ministerios, y a muchos en La Mondoa y en Ferraz) la errada estrategia de comunicación de Zapatero durante los dos primeros años de la legislatura. Fue él quien alentó y fomentó a Jiménez Losantos porque creía que la influencia del director del informativo matutino de la COPE sobre algunos sectores de la derecha abriría brechas entre los moderados y los radicales del PP. Me pareció equivocado también que, por consejo de Barroso, la primera entrevista en radio que concedió Zapatero como presidente fuera precisamente a la «bestia negra» de los socialistas, el citado Losantos. Una decisión que enfadó, y mucho, a personajes monclovitas y en el PSOE, donde no salían de su asombro cuando, a continuación, vieron que la primera entrevista del presidente en prensa de papel era para El Mundo.

Lo cierto es que el PSOE de Zapatero no ha contado, ni en la oposición ni en el gobierno, con muchos “próximos” entre los columnistas o tertulianos, mientras que en el campo del adversario, en el del PP, había y hay destacados -y comprometidos- comentaristas. Y desde luego, en mi opinión, la presencia de Barroso no facilitaba que el marcador cambiara a favor de los socialistas. Quizá sea ocioso advertir que, por supuesto, no creo que sea bueno que haya un reparto de periodistas-comentaristas entre unos y otros, pero, por desgracia, hasta cierto punto así son las cosas hoy.

Miguel Barroso ya tenía experiencia en la administración socialista -fue jefe de prensa de Maravall en el Ministerio de Educación- cuando Zapatero contó con él para emprender el camino hacia las elecciones generales de 2004. También hizo una buena carrera en la empresa privada, concretamente en la cadena internacional FNAC; su hermano, cineasta, hizo una película de una de sus novelas... En fin, que Barroso, a quien conocí trabajando en El País, y a quien luego traté cuando ejerció como una mezcla de responsable de comunicación y jefe de gabinete de José María Maravall en el Ministerio de Educación, era un hombre del que se podría decir que había triunfado en la vida cuando llegó a la sede del PSOE tras el ascenso de Zapatero a la secretaría general.

Su mentor fue Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero Barroso, un personaje brillante, intrigante, algo retorcido en sus planteamientos y de difícil trato, terminó enfrentándose a muerte con Rubalcaba, primero, y con Blanco después. Al final, le despidieron.

Pero más tarde fue “repescado” por el propio Zapatero, siendo ya presidente, para ocupar la Secretaría de Estado de Comunicación en La Moncloa. El inquilino de La Moncloa siempre se ha mostrado fascinado por este personaje, a quien le encanta hacer enemigos. De hecho, Zapatero le sigue distinguiendo con la pertenencia al “club de los llamados por el móvil presidencial”. Su ascendiente sobre Zapatero, aseguran, sigue siendo notable, un ascendiente sin duda reforzado por la relación que Barroso mantiene con una diputada destacada, especialmente entre los socialistas catalanes, la hoy ministra de la Vivienda, Carme Chacón. Que, no lo olvidemos, fue una de las animadoras de aquella Nueva Vía que llevaron a Zapatero al poder en el PSOE.

El verdadero candidato no a secretario de Estado, sino a ministro portavoz del gobierno, era el periodista Antonio García Ferreras, leonés y buen amigo de Zapatero, ex director de informativos de la SER, ex director de comunicación del Real Madrid con Florentino Pérez, luego director de La Sexta cadena de televisión animada por otro Miguel, José Miguel Contreras, que, desde una posición de relativo incógnito, ha tenido un papel bastante relevante en los ámbitos monclovitas, y que mantuvo una sociedad con Barroso. Pero Ferreras fue uno de los poquísimos que dijo “no” al emergente Zapatero, cuando éste comenzaba a formar su equipo tras haber ganado las elecciones.

Y si de Ferraz salió Miguel Barroso dejando pocos amigos, en La Moncloa pasó lo mismo. Allí, sus enfrentamientos con muchos continuaron hasta su marcha del complejo presidencial. Dijo que se iba para aparcarse en la vida privada y escribir una novela, pero, en realidad, acabaría aterrizando en la Casa de América, contra el criterio de al menos dos ministros, Bono y Moratinos, que así se lo expresaron a Zapatero. Sin embargo, la influencia de este “superasesor” era demasiado grande: “Se lo he prometido ya”, es lo que les dijo ZP a los dos miembros de su gobierno, que le recordaban que el puesto estaba ya prometido a un diplomático, el ex embajador en Irán Leopoldo Stampa.

Debo reconocer que, personalmente, no he tenido mucha suerte ni demasiada sintonía -creo que el lector ya lo habrá notado- con Barroso durante su paso por La Moncloa. Como director de un diario digital, inmediatamente me convertí en sospechoso para el personaje, según me contaba gente de su entorno. Un oportuno “chivatazo” me hizo adelantar en la radio en la que entonces colaboraba su nombramiento, y otro, su inminente dimisión. Cuando publiqué esto último, un par de semanas antes de que, efectivamente, Barroso abandonase La Moncloa, me telefoneó:

- Ya veo que quieres enviarme el motorista con el cese -me dijo, como bromeando.

- Tengo tantas ganas de que te vayas que yo mismo conduciría la moto -le respondí. Se quedó algo confuso, quizá porque no esté acostumbrado a que le canten las verdades, reconozco que en este caso quizá demasiado abruptamente. Y ahí, más o menos, concluyó la conversación, que dejó boquiabierta a Alicia, eficaz secretaria de redacción de diariocritico.

Su paso por La Moncloa no fue, como digo, pacífico. Una de sus batallas tuvo como escenario los periódicos digitales, a los que él llamaba despectivamente -a todos, sin mayores distinciones- “confidenciales”. Llegó a reunir a los directores de comunicación de las principales empresas para que retirasen sus anuncios de estos medios, cosa en la que, afortunadamente, no le hicieron mayor caso. Logró, eso sí, eliminar a los medios digitales de la Agenda de la Comunicación que edita La Moncloa. Con su salida de la Presidencia, para ser sustituido por Fernando Moraleda, se restablecieron algunos contactos que se habían cortado.

Esta figura controvertida era, y es, aunque ahora desde fuera de La Moncloa, uno de los más significativos integrantes de ese círculo privilegiado que se mueve en torno a Zapatero. Claro que a saber hasta qué punto son operativas todas las “influencias” que revolotean en torno a ZP. No estoy seguro de que el presidente sea persona que atienda automáticamente a cuanto se le indica; más bien, creo, absorbe información y luego actúa en consecuencia. Tiene, al menos, el valor de equivocarse él solo cuando se equivoca. Y le gusta mostrar que es él solo quien acierta cuando, como también ha ocurrido muchas veces, acierta.

Ahora bien, a la vista de los asesores de los que se rodeó, teniendo en cuenta algunos de los nombres de quienes le daban consejo, ¿merecía este hombre, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien hubo que enseñar rápidamente los secretos de tantas cosas, la confianza que depositaron en él los ciudadanos y llegar a la presidencia del gobierno de España, octava potencia del mundo?

¿Hasta qué punto pueden algunos colaboradores y asesores deformar el mensaje de un presidente del gobierno?

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