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No se siente "orgulloso" por la bandera española en Vitoria

Urkullu pide en Madrid un 'pacto entre iguales'

· Pide al Rey que desmienta su supuesto apoyo al socialista Patxi López

“No estoy orgulloso de que la bandera española ondee en el Parlamento Vasco. Yo me siento sólo vasco”. Iñigo Urkullu ha iniciado este viernes en Madrid el fuego electoral en Euskadi y lo ha hecho con la anterior frase, que traerá cola, junto a su censura al Rey por apoyar, supuestamente, al socialista Patxi López. Pero más allá de las anécdotas, el líder peneuvista ha pedido en un desayuno informativo un ‘pacto entre iguales’ que ponga definitivamente fin al “tema vasco”. Urkullu, que ha criticado con dureza la política económica de Rodríguez Zapatero, no contempla para el 2 de marzo, el día después de las elecciones, una entente de Gobierno con el PSE-PSOE.
“No he venido a hacer campaña electoral”. Así iniciaba el presidente del EBB del PNV, Iñigo Urkullu, su conferencia en un desayuno de Nueva Economía Forum en Madrid al que asistió la plana mayor de su partido, incluyendo al ex lehendakari José Antonio Ardanza, dos consejeras del Gobierno autónomo y, desde luego, un buen número de diputados vascos. Bajo la atenta mirada de su antecesor en el cargo, Josu Jon Imaz, Urkullu desgranó en la conferencia inicial –y desarrolló luego en el turno de preguntas- la necesidad de un ‘pacto entre iguales’ que resuelva de una vez por todas el ‘tema vasco’.

No son nuevos los planteamientos que Urkullu ha traído a Madrid en esta ocasión –ya lo hizo, por ejemplo, el 15 de febrero de 2008, cuando intervino en esa misma tribuna pocos meses después de acceder a la Presidencia del EBB-, pero sí ha tenido su relevancia dado que prácticamente ya estamos en campaña en Euskadi de cara al 1 de marzo. Unos comicios sobre los que, efectivamente, habló poco Urkullu, pero dijo lo suficiente: “Veremos cómo se ponen de acuerdo uno que ya desde pequeño quería ser lehendakari [el socialista Pastxi López], según dice en su campaña, con otro que ni siquiera de mayor se imaginaba a sí mismo como lehendakari [el popular Antonio Basagoiti]”.

La clave de esos comicios, según Urkullu, está en que en Euskadi se presentan dos bloques muy diferenciados: el PNV, por un lado, frente al ‘bloque españolista’ que aúna a Patxi López con el PP de Basagoiti y la UPyD de Rosa Diez. “Están hablando mucho de transversalidad pero, si les dan los números, van a terminar haciendo un gobierno no entre diferentes sino entre contrarios, una fórmula PSE-PP, con el apoyo de Rosa Díez, que sería la coalición más estrambótica que imaginarse pueda”. Es decir, una “supuesta izquierda, derecha y casi ultraderecha en un pacto. A lo mejor es que Euskadi es diferente y lo que sería impensable en cualquier sitio vale en Euskadi con tal de quitarse de en medio al partido mayoritario. Creo que la ciudadanía vasca no va a confiar en este tipo de experimentos”.
 

Oportunismo electoral contra los batasunos

En el orden electoral, Urkullu ha arreciado en sus críticas contra la ley de partidos y su aplicación ahora contra los supuestos herederos de Batasuna: D3M y Askatasuna, a punto de ser ilegalizados: “Intereses electorales cortoplazistas se interponen frente a la visión histórica. La matemática, y más si se aplica mediante el subterfugio de la Ley de Partidos, no sustituye nunca a la política”, resumió Urkullu.

En todo su discurso, el líder peneuvista sólo hizo una referencia a ETA y fue al final, para mostrar exclusivamente su “mayor desprecio”: “Contra ETA”, dijo, “más democracia”.


Un pacto de iguales

Esa “más democracia” significa, en realidad, un pacto entre iguales entre el Estado español y el pueblo vasco: “Pese a todo lo que se diga aquí en Madrid y en España, el tema vasco es un asunto de Estado, guste o no guste”. Urkullu ha vuelto a apelar a una “refundación del Estado español verdaderamente plurinacional, sin corsés, con lealtades y obligaciones bilaterales y recíprocas”. Una tarea poco viable, dado que el Partido Socialista habría abocado a una pinza contra el PNV “entre el interés de ETA en la clandestinización de una parte de la sociedad para alimentar el ‘cuanto peor mejor’, y el interés de la coalición –que en España es antinatura- PSE –PP El resultado de ambos intereses podría ser el del desplazamiento del PNV de la responsabilidad de gobierno como consecuencia de una hipotética suma mayor que la que pudiera obtener el candidato del PNV”.

Ahora bien, pese a todo, Urkullu ha vuelto a pedir un pacto político que impulse el autogobierno sobre unas “bases sólidas y de acuerdo con el respeto a nuestra singularidad constitucional”, un nuevo modelo de convivencia para que en una generación se supere la “unilateralidad que se ha venido ejerciendo sobre el Estatuto, como el mercadeo competencial que se ha revelado como algo insatisfactorio para todos”. En definitiva, Urkullu ha advertido a Zapatero de que “pase lo que pase el 1 de marzo, el día 2 el problema vasco estará esperándonos, con toda su complejidad”.

Ésta fue la frase clave: “El problema vasco es un problema de desencuentro histórico entre vascos y con el Estado español; por eso su solución no puede ser otra que un pacto en el seno de la sociedad vasca y con el Estado. Para que sea un verdadero pacto, la voluntad de los vascos tiene que ser respetada y se le debe encontrar un cauce político correspondiente. Y esto no se resuelve en un esquema de subordinación sino que requiere una relación de reconocimiento profundo, en el que seguramente a todos nos queda mucho camino por recorrer”. ¿Es ésa la vía emprendida en las fallidas negociaciones de Loyola? La respuesta quedó en el aire.

La crítica económica

En definitiva, Urkullu llegó a Madrid muy combativo, no sólo en lo político, sino también en lo económico. En ese aspecto, no ahorró críticas a la política anti-crisis seguida por el ejecutivo de Zapatero, sobre todo cuando la comparó con las medidas adoptadas por el Ejecutivo de Vitoria que preside Juan José Ibarretxe –a quien, sin embargo, sólo nombró una sola vez en su largo discurso-.

 “Venimos trabajando desde antes del verano pasado en iniciativas que nos posibiliten poder salir antes y en mejores condiciones que otros”, dijo Urkullu, quien citó el Acuerdo de Aceleración Económica de Euskadi, las leyes de complemento de igualación de las pensiones de viudedad al Salario Mínimo Interprofesional, la de Garantía de ingreso mínimo de Inserción Social, el aumento del gasto social, el Fondo Extraordinario para financiación de las Pymes vascas y autónomos soportando líneas de financiación mediante avales de hasta 500 millones de euros, del Instituto Vasco de Finanzas, del impulso de proyectos estratégicos, de fomento del empleo...

Frente a ello, “las propuestas de solución que observamos del Gobierno español es la extensión a todo el estado, de una forma actualizada, de las peonadas, la escenificación pretendidamente calculada de presencia en el G-20 y las fotos y reuniones con los banqueros. Ninguna medida estructural, de calado, a medio y largo plazo. Nada de nada”.

¿Por qué, entonces, el PNV apoyó en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado para 2009, si tan malos eran? Bueno, aquí funcionó, según Urkullu, el quid pro quo: Euskadi recibe apoyo del PSE a los presupuestos vascos, trasferencia de las competencias de investigación científica, jubilación anticipada para la Ertzaintza, una licencia de banda ancha en Internet y telefonía móvil y aceleración de diversas obras portuarias y alta velocidad. En verdad, quid pro quo.
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