Si Papá Noel baja por la chimenea, los Bomberos no son menos. Provistos de cuerdas, se descolgaron por uno de los tragaluces del edificio desde una altura de 20 metros antes de dejar en cada habitación un regalo con el que hacer más llevadera la estancia de los chavales.
Los agentes no llevan corona ni van en camello, pero sus camiones rojos y sus cascos dorados brillantes despiertan casi la misma admiración, y nada tuvieron que envidiarles en el Gregorio Marañón en peticiones de fotos y autógrafos. La tercera planta del edificio de la calle O'Donnell se convirtió en un ir y venir de aplausos, flases y sonrisas.
Kaltouma, una de familia marroquí que ha estado ingresada durante toda la Navidad, tiene claro lo que quiere hacer en el futuro: "Yo de mayor quiero ser bombero".
Hacer de rey mago uniformado no es fácil a veces, especialmente, relatan los bomberos, cuando se visita a niños con enfermedades graves o que han sido operados recientemente. Sobreponiéndose, aseguran que merece "muchísimo" la pena: "Ojala pudiéramos venir más veces y estar en todos los hospitales, porque este es el último acto que hacemos y el que más nos gusta a todos. Es muy gratificante ver su sonrisa en un día que es difícil para ellos porque lo tienen que pasar aquí".
Hace falta sangre
José Antonio Pérez Sánchez, director general de Protección Ciudadana, recuerda que el cuerpo lleva 13 años repartiendo ilusión en el Gregorio Marañón, un 'trabajo' que los agentes hacen en su tiempo libre.
En esta iniciativa colabora la Consejería de Sanidad, cuyo director general de Hospitales, Antonio Burgueño, aprovechó la ocasión para pedir a los madrileños un regalo muy solidario y que la región necesita de forma urgente: que donen sangre. "Hace falta mucha de A y A+, pero necesitamos de todos los grupos", recalcó Burgueño.