José Tomás, de sumo sacerdote a héroe mítico del toreo, con un triunfo regado con sangre

La religión olorosa y flamígera del toreo ha elevado de categoría a su sumo sacerdote, José Tomás Román Martín, ahora sobreviviente junto a los dioses del Olimpo. Ahora convertido en héroe mítico al que todos los catecúmenos adoran y rinden pleitesía desde este histórico 15-J y ya 'per omnia saecula saeculorum'. Y olé. El altísimo e inalcanzable nivel que para cualquier otro hubiera sido su hazaña del también histórico 5-J fue superado este domingo con una exhibición de valor inhumano que ningún otro mortal posee. Ni siquiera el resto de oficiantes de la liturgia táurica.

 El de Galapagar cambió tres cornadas en la pierna derecha -y escapó de varias más milagrosamente- por tres orejas, en el lugar más adecuado para habitar entre los dioses: la catedral. La catedral de Las Ventas, entregada y enfervorizada con sonoros gritos de 'torero, 'torero', que también servían de desahogo a unos corazones oprimidos y al borde del infarto como denominador común de los 24.000 espectadores testigos de la hazaña, mientras el héroe pasaba por dos veces hecho un 'ecce homo' a la enfermería como si nada.

Y es que el hasta este 15-J sumo sacerdote, a la vista de que la catadura descastada de sus dos bicornes -el segundo como sobrero, tras ser devuelto a los corrales el titular por inválido-, justitos en demasía de presencia, justitos en demasía de fuerzas- no se prestaban a la lírica y a toreo puro, arrojó el naipe de la épica, de la heroicidad. Aunque en su primer enemigo, un mansazo que huía despavorido y se defendía con peligro, hubo sueltos momentos de fulgurante belleza en doblones -látigo y caricia- redondos y trincherillas.

Pero el animal, que se echó a los lomos al coletudo en el primero de sus percances, se refugió en tablas y allí José Tomás, pisando terrenos inverosímiles y prohibitivos para el resto del escalafón, lo sometió con frialdad mientras los espectadores sufríamos por aquel chaparrón de emoción, por aquella lección de honradez del 'número uno', jugándosela cual novillero hambriento. Tras un pinchazo, despenó al burel de certera estocada y se llevó una oreja, protestada por algunos pero con petición suficiente.

Tras pasar a la enfermería ya cojeando y roto el cuerpo, pero el alma entera, salió para matar a su segundo bis, de 'El Torero', otro manso peligroso con el que José Tomás intentó de nuevo la pureza y anduvo desigual en lo artístico, pero obligándole a seguir los vuelos de la pañosa de nuevo en terrenos propiedad del toro, que también le cogió y le zarandeó durante unos eternos segundos. Más cojo y más roto, José Tomás culminó su faena con escalofriantes manoletinas con los puñales del bicho rozando su anatomía y la gente ya en pie bramando.

Llega el éxtasis final

El éxtasis llegó cuando al emborracharse de toro al enterrar la espada -que cayó desprendida- para asegurarse la oreja, fue cogido de nuevo con tal fiereza que parecía un pelele entre las furiosas astas de su enemigo. Pero el burel murió, y el clamor ya era compulsivo y total. Hasta afectó al usía, que otorgó al coletudo una segunda oreja, pedida por mayoría, pero que razonable y reglamentariamente era excesiva.

 Pero estadísticas y balances orejeros al margen, José Tomás, que al hacer un quite por 'sus' ajustadísimas gaoneras al cuarto de la tarde, que correspondía a El Fundi, también fue volteado y cogido, se ofreció al holocausto con una integridad profesional que está a años luz de todos sus teóricos competidores Es un torero íntegro, a la antigua usanza, que rescata decimonónicas postales sepia de 'La lidia', que justifica hasta el último céntimo que cobra, hasta el último céntimo que desembolsan los espectadores y que se entrega a tope cada tarde.

Pero es justo y necesario reseñar e insistir en que esta vez  descuidó la elección de ganadería -los ejemplares de Puerto de San Lorenzo hace tiempo que en Madrid se sabe que se caen- y de los toros de la misma. Así se lo recordaron desde el sanedrín sabio y exigente del tendido 7, en la inconfundible voz de 'El Rosco': "Hay que venir a Madrid con más toro". Opinión que suscribo. Y no rectifico ni un ápice de las loas escritas líneas arriba. Pero el que el resto de figuras maten también este tipo de bichos no debe servirle de excusa a él. Que para eso es el 'número uno'. Que para eso es un mito.   

Completaron la terna, siempre alejados de los focos de la pasión y el interés taurino y mediático, El Fundi, variado y clásico con el percal pero incapaz de sacar agua del pozo de mansedumbre de sus enemigos, y Juan Bautista, con el lote más aceptable y que, como en San Isidro, pasó de puntillas. Eso sí, pese a todo, uno y otro, seguro que habría obtenido mejor juego de sus bicornes de haber pisado los terrenos que sólo pisa José Tomás.

FICHA DEL FESTEJO

Tres toros de PUERTO DE SAN LORENZO, justos de trapío y flojos; descastados. 4º y 6º de CORTÉS, bien presentados y mansos. 5º, sobrero, de EL TORERO, con la presentación mínima para Madrid, flojo, descastado y peligroso. EL FUNDI: silencio tras aviso; silencio. JOSÉ TOMAS: oreja con algunas protestas; dos orejas con algunas protestas. JUAN BAUTISTA: silencio en ambos. Parte médico de José Tomás: tres heridas por asta de toro. Una en la cara anterior del tercio superior del muslo derecho de 20 cms. que causa destrozos en el músculo abductor. La segunda en la cara interna de la rodilla derecha de 5 cms. y la tercera en la cara anterior tercio inferior de la pierna derecha. Pronóstico grave. Plaza de Las Ventas, 15 d ejunio. Lleno.