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Especial elecciones en Italia

'En contra de Berlusconi', por José Catalán Deus

'En contra de Berlusconi', por José Catalán Deus

José Catalán Deus

Si ayer le defendíamos, hoy vamos a reflejar los mejores argumentos en contra del popular, populista o populachero nuevo primer ministro italiano, el 'onoravole dottore' Silvio Berlusconi. ¿Por qué? Porque así regamos las neuronas de aquellos afortunados que todavía son capaces de reconocer y debatir argumentos enfrentados.

Sergio Romano, uno de los más conocidos articulistas políticos del país, analista del Corriere della Sera, reconoce que  'los observadores se preguntan, desconcertados, por qué la elección recayó sobre un hombre que a muchos europeos les parece el síntoma más evidente del malestar italiano. ¿Qué soluciones puede poner en marcha un político empresario que mantiene un clamoroso conflicto de intereses, que ha sido investigado y procesado en varias ocasiones por los tribunales de la República, que gobernó con mediocridad el país durante los cinco años de su último mandato y que hizo aprobar en el Parlamento, al final de su Gobierno, una ley electoral que ha dejado coja a la democracia italiana durante los dos años del Gobierno Prodi?', se pregunta.

Romano reconoce que a menudo 'los vicios y los defectos de Berlusconi se convierten en triunfos. Por ejemplo, supo transformar su empresa en un partido político. Concedió representación, tras la muerte de la Democracia Cristiana, a la voz de los electores moderados. Habla un lenguaje híbrido, unas veces agresivo y otras culto o populachero, que tanto gusta a muchos de sus compatriotas. Consiguió crear coaliciones que aglutinan al partido antimeridional del norte y a las viejas fuerzas clientelares del sur... El mal menor, para muchos italianos, se llama evidentemente, guste o no, Silvio Berlusconi'.

El ex embajador en Moscú es crítico pero no enemigo visceral del nuevo primer ministro: 'Ahora le toca a Berlusconi demostrar que ha entendido que hay reformas necesarias para un país que tiene que salir del estado de postración en el que parece haberse sumido. Reformas que sólo pueden realizarse en un clima de colaboración. Son las reformas constitucionales, necesarias para modificar una Carta Magna envejecida, que no garantiza al primer ministro los poderes de sus colegas europeos y que alarga los tiempos parlamentarios, asignando a las dos cámaras las mismas funciones. Son las reformas sociales, desde la del sistema de pensiones a la del mercado laboral, que Berlusconi y Prodi realizaron en los últimos cinco años de forma insuficiente. Son las reformas de la Administración Pública, una enorme casta burocrática que sólo ha absorbido parcialmente los beneficios de la revolución informática y que cada año consume una cuota mayor de dinero público. Son las infraestructuras que el país necesita urgentemente para no aislarse del resto de Europa'.

Y confía, como otros analistas que se esfuercen en ser neutrales a ambos lados del Mediterráneo, en pactos erstratégicos bipaertidistas que desatasquen el sumidero político: 'Hoy, gracias a la simplificación del panorama parlamentario, tal vez se den las condiciones para que la mayoría y la oposición se pongan de acuerdo sobre algunas grandes reformas, especialmente las institucionales, de interés común'.


UN VENDEDOR DE POPULISMO POSMODERNO

Visceral antagonista del líder de la derecha es, sin embargo, Eugenio Scalfari, fundador del diario de izquierdas La Repubblica, acuyo dictamen es más ácido: «Berlusconi -contra lo que muchos dicen aquí- no es un fascista». Tampoco sería un dictador, un xenófobo o un racista, sino simplemente un vendedor. «Vendería cualquier cosa. Es un mentiroso convencido de decir siempre la verdad». Un diagnóstico que no obstante podría aplicarse también a muchos otros políticos de estilo 'posmoderno'.

Ezio Mauro, el director de La Repubblica, puede que sea uno de los más fieros enemigos de Berlusconi, y se lamenta públicamente de que 'esta Italia de 2008 ha decidido elegir a Silvio Berlusconi y su derecha, una victoria electoral que pesará durante mucho tiempo sobre el país y sus equilibrios'.

'La victoria del lunes hay que leerla como el sello de una época comenzada hace 15 años', dice. 'El mismo lenguaje que nos ha parecido cansado durante toda la campaña electoral, el mismo cuerpo del líder ofrecido como simulacro inmutable y salvador de la derecha, la misma retórica política centrada en el demiurgo, han vuelto a convencer, pese a todo, a los italianos'. ¿Por qué? 'Ha creado un sentimiento común de rebelión y orden que él impulsa y agita en función de las etapas y las conveniencias, con total libertad, porque no tiene que responder a una verdadera opinión pública ni dentro del partido (que no ha celebrado ningún congreso desde 1994) ni en el país, sino que le bastan una adhesión, un aplauso, una vibración de consenso, como ocurre cuando la política se celebra a base de grandes acontecimientos, los ciudadanos se vuelven espectadores y los líderes se convierten en ídolos modernos, para utilizar la definición de Bauman. Unos ídolos tallados a medida de la nueva demanda, que ya no cree en formas eficaces de acción colectiva; unos ídolos "que no indican el camino, sino que se ofrecen como ejemplos"'.

Vemos que su respuesta es una: uso acertado del neopopulismo. E insiste: 'Estamos -y lo digo señalando la absoluta novedad del fenómeno- ante el fundamento del renacido populismo berlusconiano, un populismo de la modernidad, un fenómeno que puede extenderse a Europa, porque, en momentos de globalización y desencanto cívico, puede permitir la ilusión de que simplifica los problemas y deshace con la espada del líder los nudos que se afana en hacer la política'. La delegación carismática en el líder como escudo contra el miedo.

Mauro reconoce que 'Berlusconi ha sobrevivido a todo, gobiernos contrarios y acusaciones de delitos infamantes anuladas por un Parlamento convertido en escudo privado a su servicio, socios internacionales que han gobernado y se han retirado, un conflicto de intereses que ha logrado superar intacto...'. Y a pesar de ello, no se muestra pesimista del todo ante los próximos cuatro años:  'Tenemos la esperanza de que Berlusconi -que al obtener su tercer mandato se ha librado del terror de tener que rendir cuentas a la justicia republicana- sienta la ambición de gobernar de verdad, de descubrir el interés general tras el abuso de unos intereses completamente privados. Si es así, será positivo para el país, que ya no tiene tiempo ni ocasión que perder'.


IDIOTAS A LA ÚLTIMA MODA

La rabia izquierdista por la paliza berlusconiana se amplía en estos días a una crítica feroz al conjunto de la sociedad italiana. El famoso fotógrafo Oliviero Toscani, de 66 años, afirma que  "Italia es hoy lo contrario del Renacimiento, no hay energía, ni valentía, el riesgo se desprecia. La creatividad ha muerto a manos de la seguridad, y lo único seguro es que vamos todos a la quiebra". Toscani participa de la fácil y agradecida crítica generalizada a la clase política, afirmando que 'el producto de peor calidad de Italia es la política. Los peores profesionales del país son los políticos. Los incapaces, o trabajan de burócratas o se hacen políticos o se convierten en managers. Por eso Italia está así. Hemos tocado fondo, y por suerte nos queda Europa, España, Zapatero. ¡Vosotros sí estáis iluminados! Aquí es todo de una oscuridad siniestra.  ¡Italia es un desaparecido! En 50 años no ha existido arquitectura, la precariedad de la inteligencia se ha hecho norma, las mammas siguen siendo grandes castradoras, los profesores ganan menos que los obreros, nadie respeta la escuela, y hay que defender a los profesores de los idiotas de los padres. No es posible refundar el país, porque la decadencia no es económica, es moral y se emite a todas horas por televisión. Hemos sido vencidos por la vulgaridad. Moriremos elegantes, vestidos a la última moda, vulgares, vacíos e idiotizados por dentro'.

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