El presidente de Francia no tiene suerte con los periodistas. En los últimos tiempos parece que solo consiguen acercarse a él los que intentan convertir su vida privada en carnaza mediática. La última enganchada de "Sarko" con un periodista ha sido de las que marcan época. Sucedió en París, en el Elíseo -sede de la Presidencia de la República-, en el transcurso de una entrevista en la que Lesley Sthal, -presentadora de la cadena Norteamérica CBS- quiso saber "qué estaba ocurriendo con Cecilia Sarkozy? -"Sí tuviese que decir algo sobre Cecilia -, no lo diría aquí" -contestó el presidente visiblemente airado-. La periodista boba insistió y "Sarko", harto, se levantó, retiró el micrófono y los asistentes -y también los telespectadores- pudieron escuchar cómo llamaba "¡imbécil!" a su portavoz oficial, que era quien había concertado la entrevista.
No justifico el ataque de ira de Nicolás Sarkozy, pero entiendo el cabreo de quien se dedica a la política pero le preguntan por su relaciones matrimoniales rotas. La televisión está llegando demasiado lejos en el camino de la banalización de la actualidad. A fuerza de convertir las noticia en espectáculo, de simplificar los contenidos y de llenar las escaletas de sucesos y noticias morbosas, el medio ha entronizado un tipo de periodismo en el que proliferan los periodistas frivolotes como la mencionada Stahl; "comunicadores" que, como ha ocurrido en ésta ocasión, se interesan por la espantada de Cecilia en lugar de preguntarle a Sarkozy por el multimillonario acuerdo con Marruecos que llenará el país magrebí de centrales nucleares, convirtiéndolo, de paso, en el mayor productor mundial de uranio. Con todo lo que eso significa y la inquietud que genera entre sus vecinos: Argelia y España.
La ira de "Sarko" no es disculpable, pero la estulticia de algunos periodistas, tampoco.
Si (
No(
