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La ministra de los veinte mil impagados

lunes 12 de noviembre de 2018, 16:30h
Es complicado hoy en día ser abogado y responder a amigos y clientes sobre la que está cayendo. Resulta duro tratar de explicar lo que ha pasado con el Supremo y las hipotecas. A cualquier respuesta sobre el respeto a las decisiones judiciales, se añade después intentar relativizar por qué una ministra que dice defender la igualdad o proteger a las víctimas del machismo, sigue siendo ministra después de saberse que en 2009 calificó a Marlaska de maricón, o que aceptaba sin reparos pagar a prostitutas para obtener “información vaginal” con métodos claramente delictivos, aparentando un respeto ínfimo no ya por la justicia o la ley, sino por la condición humana misma. Cuando resulta que el ministerio que dirige lleva sin pagar los turnos de oficio de unos 20.000 abogados de la zona común desde hade más de cuatro meses, ya no sabe uno cómo apelar al respeto a la institución sin parecer idiota.


Con una jactancia innombrable, la ministra ha despachado las reclamaciones de todo el colectivo echando la culpa a los letrados de oficio de la trama Gürtel, de la Comunidad de Madrid, a los que se adeuda el medio millón largo de euros de los casi ocho que se deben al total.


Siempre he creído que entre las cosas que más dignifican nuestra profesión está el turno de oficio. Entre las últimas encuestas el servicio queda bastante bien parado. El turno ayuda a entender y a humanizar la profesión, a darle la dimensión pública y la importancia que merece pues todos tienen derecho a ser oídos y defendidos. Y ese “todos” incluye a quienes no se lo pueden pagar y también a aquellos que ni siquiera encuentran abogado que les quiera defender. Al contrario de lo que algunos creen, la mayoría de los abogados también llevamos turnos y ello no desmerece en absoluto la garantía de una buena defensa y estudio del caso. El abogado debe atender por igual al turno que a un asunto que le dé mucho dinero. Ello garantiza que reconoce profesionalmente el sufrimiento humano que hay detrás de cualquier conflicto, que lo observa desde una perspectiva más profesional que crematística, y que está acostumbrado a librar batallas de mucha dificultad.


Casi todo el mundo sabe que si pide un abogado de oficio y no demuestra insuficiencia económica, tendrá que pagar al abogado como si fuera de libre elección. Parece obvio recordar que con la crisis las peticiones de justicias gratuitas se han incrementado más que nunca. Y así, está en el turno la mejor escuela para quienes empiezan y para quienes continuamos, porque es en el turno donde uno aprende que incluso lo más imposible se puede defender, que la ley ofrece ventajas para todos y que es posible obtener justicia para las personas más desfavorecidas. El turno de oficio tiene dimensión pública y cubre las pretensiones de personas privadas que son pagadas por los impuestos de todos. Hunde sus raíces históricas en las Partidas de Alfonso X, y puede decirse que sin él el Estado de Bienestar y el Estado de Derecho mismo quedan incompletos. En otras palabras, la Administración de Justicia incluye a la Abogacía, y con mayor razón, la Tutela Judicial no es posible sin el Abogado de Oficio.


Desgraciadamente, entre el marasmo de pleitos, decisiones judiciales controvertidas o la judicialización de la política, se ha olvidado también que la crisis afecta también a los abogados. De forma paralela han aumentado las peticiones de altas de abogados en el sistema de turno. Como el Decano de Abogados de Palencia ha dicho no hace mucho, la crisis ha provocado también una bajada de precios enorme en el servicio privado, el cierre de muchos despachos y la existencia de reales bolsas de pobreza entre los abogados, que aunque no se lo crean muchos, también lo pasamos mal.


La abogacía de oficio no tiene reconocido el derecho de huelga y por ello el Estado deba garantizarla con una justa retribución. Pero al Estado le sale casi gratis. Porque debido a la situación creada por este equipo ministerial y a la herencia de los anteriores se está convirtiendo en una especie de ONG que presta el servicio gracias a los abogados, mejor dicho, a los “abnegados”, del turno que aún creemos en la Justicia por encima de todo. Junto con el impago está la grave ignominia que sigue suponiendo desde hace años, que las retribuciones del turno del territorio común del Ministerio sean hasta cuatro veces menores que la de aquellas comunidades con competencias cedidas. En tales comunidades hay letrados que pueden vivir sólo de los turnos y lo mismo resulta imposible, con los mismos casos, con los mismos clientes, y con las mismas normas jurídicas, en comunidades como Castilla y León. La ministra ha dicho al fin, que la cantidad ha sido desbloqueada y se procederá a su ingreso en las próximas dos semanas. Veremos si es verdad, porque es difícil creer a las peregrinas razones del impago, y el hecho de que se pague no puede servir para retrasar más pagos pendientes o para olvidar el significativo desequilibrio entre unas comunidades y otras.


El Consejo General de la Abogacía ha anunciado acciones legales contra este despropósito. Ya era hora porque si hay una verdad oculta en todo lo que está pasando está en el refrán del cuchillo de palo. La abogacía española está pasando por una transformación profunda y quizá sea por la naturaleza competitiva y privada de la profesión, un colectivo demasiado sensible e inopinadamente más débil frente a los desafueros que otros. No está mal recordar que si hubiera reclamación judicial exitosa, la ley de lo contencioso incluye entre las medidas ejecutivas la deducción de testimonio de particulares para exigir responsabilidades penales al incumplidor. Si sucediera, para entonces es muy posible que hubiera cambiado Gobierno y Ministro. Pero no está demás con esto, añadir que la justicia va de mal en peor y va siendo hora de que tengamos un Ministro de Justicia que mejore a sus predecesores.


Daniel Muñoz Doyague. Abogado y politólogo.
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