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Calma tensa en Semana Santa

Por Ismael Álvarez de Toledo
lunes 21 de marzo de 2016, 10:10h

La Semana Santa tiene un motivo de celebración diferente en cada lugar de España. Según se viva la conmemoración de la pasión y el calvario de Cristo, así se determina el sentido de la festividad, que pasa de lo religioso a lo pagano con la misma intensidad con que estamos acostumbrados a celebrar las cosas en éste país, sin orden ni concierto. La Semana Santa hace tiempo que perdió su significado religioso para convertirse en las primeras vacaciones tras el letargo invernal, no en vano comienza la primavera y, con ella, las celebraciones lúdicas en todos los aspectos.

Para Andalucía, el valor fundamental de la Semana Santa es la existencia humana. Pero no como una realidad aislada e inconexa, sino como una presencia activa y vital, como un ansia de alegría y de poesía, como el éxtasis que infunde a la existencia de Dios el sabor vehementísimo de la vida, una vida amasada con sangre, amor y muerte desde tiempos remotos, y que confiere a esta tierra el carácter de sus gentes, independientemente de su condición y abolengo. Un carácter forjado por esa pasión que arrebata a los fieles hacia lo celestial y los conduce a la inmolación de lo terreno, durante el recorrido de los pasos de cada devocionario.

No es de extrañar, por tanto, que la Semana Santa suponga un punto de inflexión entre los partidarios y detractores del sentimiento esencial de la conmemoración, y sea aprovechada por unos y otros para reafirmarse en unos postulados que difícilmente podrían llevarse a cabo en época distinta a la que celebramos, o en otro foro ajeno a las sensibilidades que despierta la festividad. La peregrina idea de que la Semana Santa obedece a sentimientos ideológicos utilizados por la derecha, dice mucho de quien lo afirma, y vulnera fragantemente la libertad de credo y culto que se recogen en nuestros derechos fundamentales, y merma el sentido común que debe tener cualquier político.

Cuando leo en la prensa que hay que “democratizar la Semana Santa”, no puedo por menos que mostrarme perplejo a tan peregrina idea, y sólo advirtiendo de quién parte tal afirmación, puede llegarse a entender que la izquierda más recalcitrante y abominable, no entienda de sentimientos colectivos, de estremecimientos internos por un significado, que no por la importancia que pueda tener una talla de madera o escayola vestida para la ocasión, sino lo que ello representa en la memoria colectiva de un país, de una región o de una ciudad. No puede entenderse que la izquierda que tanto clama el favor del pueblo se muestre contrario a él, precisamente en los momentos en que la fe, es el único baluarte que desgraciadamente tienen los pobres para aferrarse a la idea de que Dios en verdad es justo, y que en su misericordia puede estar la solución a los problemas que nos afectan.

El sentimiento religioso en España no puede ni debe ser utilizado políticamente, ni siquiera para justificar agravio hacia otros credos y religiones que están implantándose en nuestro país, y que muchos políticos están aprovechando para atacar la fe católica para conseguir un puñado de votos inmigrantes con los que obtener poder, enfrentando a unas comunidades religiosas contra otras, y menospreciando la historia y la tradición cristiana de España.

La calma tensa que se vive en los partidos políticos de cara a los pactos de investidura, hace brotar la rabia y el odio que algunos llevan dentro, sobretodo de aquellos que no tienen ningún respeto por la vida, por las tradiciones o la fe de sus semejantes, haciendo mofa y escarnio de lo que concierne a una mayoría, en torno a una mal entendida libertad de expresión que ellos no practican.

Por suerte, Andalucía, como Castilla, y otras tantas partes de España, guardan inalterable, en la Semana Santa, las costumbres de nuestros antepasados, independientemente de la devoción de cada uno, pero guardando respeto por lo que es nuestro, sin incurrir en un paralelismo irreal y blasfemo contra el que piensa distinto. Sin entrar en debates y polémicas con aquellos que pretenden eliminar cualquier manifestación religiosa, sea o no compartida por el pueblo, enfrentando o intentándolo, a unos españoles contra otros, a cuenta de las consignas políticas de partidos y personas que tienen en el odio a los demás su mayor valor.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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