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La Parodia Nacional

Por Ismael Álvarez de Toledo
lunes 07 de marzo de 2016, 14:21h

Finalizada la primera parte, o la segunda, según desde el punto de vista que se mire, de la parodia nacional que han protagonizado sus señorías en el Congreso de los Diputados, con la malsana intención de perder tiempo y hacérnoslo perder a todos los españoles, muy principalmente a los que viven del turismo y las inversiones extranjeras, llega el momento de imponer notas de sensatez, sentido común y de Estado, si es que alguno de los participantes en esta comedia sabe lo que es eso, y por lo menos, dejar una imagen pública que no nos haga sonrojar al resto de ciudadanos.

Si se tratase de cualquiera de los países de nuestro entorno, muy probablemente no se darían las condiciones bochornosas que hemos vivido estas semanas, pero somos españoles, y eso no se puede cambiar ni con más democracia ni con más cultura, porque la condición chabacana de lo español la llevamos prendida en nuestra genética por generaciones. Somos así de soberbios, envidiosos, vanidosos y retorcidos hasta límites insospechados, y así nos va.

Analizando la parodia que sus señorías han escenificado ante la opinión pública y en la propia Cámara Baja, tenemos a un Mariano Rajoy que está dispuesto a morir matando, pero no con el honor de un samurái, sino de una forma barriobajera, de faca impenitente, sin que ninguno de sus correligionarios se atreva a decir en público lo que claman en privado por los mentideros; que el verdadero problema que hay en el Partido Popular, más allá de la corrupción, que esa es otra, se llama Rajoy, y que mientras el individuo esté al frente del partido no puede haber ningún tipo de avance porque se aferra al poder,c on una tozudez y un inmovilismo que raya en lo paranoico. Rajoy tiene metido entre ceja y ceja que él ha ganado las elecciones y que por eso mismo se lo tienen que poner en bandeja.

Mientras esto ocurre en la casa de los populares, PSOE y Ciudadanos, aportan, a mi juicio, la única esperanza de cambio a la política de recortes, y exponen unas lineas de gobierno sensatas y progresistas que llevarían a España a modificar sustancialmente su papel en Europa y la recuperación del estado del bienestar. Aparcadas, de momento, las cuestiones sobre el liderazgo de Pedro Sánchez, dentro de su partido, y la apuesta clara de Albert Rivera para liderar el centro derecha, no queda otra que buscar los puntos principales del programa suscrito por ambos con el resto de fuerzas políticas, que verdaderamente quieran lo mejor para España, al margen de las cuestiones personales y partidistas, pues más bien parece que muchos partidos esperan la llegada de estos pactos, para tratar de exprimir la teta del Estado en su propio beneficio, dejando al margen el interés común de todos los españoles. Y es que, desgraciadamente, no contamos en éste país con hombres de Estado dispuestos a sacrificar partidismos y cuestiones banales en beneficio de sus conciudadanos, pero si lo hacen arrimando el ascua a su sardina para lucro personal y de sus allegados.

En la otra parte del circo en que han convertido el hemiciclo nuestros representantes, se encuentra el dilema más sangrante de ésta legislatura, pues si bien se esperaba que Podemos actuara de acuerdo a la sensatez y lógica que merece la ocasión, con el objetivo de asentar nuevas políticas y hacer patentes tantas proclamas de la calle, lo único que desgraciadamente hemos visto, ha sido un ensañamiento atroz contra el Partido Socialista y su candidato, que no venía a cuento de lo que se estaba debatiendo en el Congreso, y daba la sensación de que se trataba de una guerra sin cuartel para arrebatarle la hegemonía de la izquierda en unas hipotéticas elecciones, sacando fantasmas olvidados y cuestiones ajenas.

Pablo Iglesias ha defraudado a propios y extraños. Ha convertido las esperanzas de un cambio en la forma de hacer política, en papel mojado, obviando las enseñanzas de Julio Anguita y sustrayéndose a los tiempos en que vivimos, para ejercer el radicalismo más abyecto que se recuerda, emulando la guerra fría y los tiempos de maricastaña, que poco o nada tienen que ver con la realidad social que piden los ciudadanos. El empecinamiento de Podemos y sus satélites nos quiere llevar a un mundo irreal, un mundo que sólo existe en la utopía, pero que nos aleja irremediablemente del continente en que nos encontramos.

Así las cosas, sólo nos queda esperar que la cordura llegue a donde tiene que llegar, que se aparquen los intereses creados en beneficio del interés común, y que cada uno busque los puntos que nos unen mucho más que los que nos separan, al menos para no ofrecer el lamentable espectáculo de una parodia nacional.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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