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Andamos sobrados de tontos

Por Ismael Álvarez de Toledo
lunes 29 de febrero de 2016, 11:37h

De vez en cuando, aparecen cierta clase de individuos majaderos, que para hacerse notar o para exponer su majadería ante los demás, gustan de interpretar la vida a su antojo y erigirse en la voz del pueblo, como si con ello pretendieran ampliar el género tonto a todo el mundo, o tomar por tontos a los que, momentáneamente, les siguen. Son esa caterva de energúmenos, ellos y ellas, que salidos de la nada, han tomado las riendas de las instituciones públicas, merced a la desidia de los que tenían la responsabilidad de tener las cosas en su sitio, provocando un vacío de coherencia y sensatez que topa de bruces con la lógica y el raciocinio.

Los tontos, cuando pasan desapercibidos, hacen bulto, sueltan sus proclamas a modo de chirigota, con mayor o menor gracia, y dejan en el personal la impronta de su majadería, pero no hacen daño. Pero cuando a un tonto le das un cargo y el poder necesario para ejercerlo, es cuando verdaderamente hace patente su condición y, no sólo eso, sino que la carga de razón y la expone públicamente, como si fuera lo más normal del mundo.

La desidia, como digo, tanto del Partido Socialista, como del Partido Popular, han propiciado que puedan entrar a formar parte de las instituciones, entre otros, esos grupos de tontos modernos que pretenden acabar con las tradiciones, los símbolos culturales, y con todo aquello que ancestralmente haya supuesto el regocijo del pueblo, en aras de un modernismo pagano, inventado y desacorde con el espíritu de los andaluces, y de los españoles, en general. Ciertamente, no se qué tienen los tontos en contra de las tradiciones. Como tampoco entiendo que el ataque contra los símbolos con que se identifican millones de españoles, tengan que ser objeto de chanza y una forma absurda de hacer política.

Las desigualdades sociales han estado presentes en la vida del hombre, desde que el mundo es mundo, pero a nadie se le ha ocurrido jamás, que para paliarlas, sea necesario arrasar con todo aquello, que de alguna manera, sirve para aminorar las penas y hacer más confortable la vida entre los seres humanos. Por ello, no entiendo que las desigualdades sociales se vayan a resolver atacando la Semana Santa, quitando los nombres de los Santos de las calles y plazas de Andalucía, que dan el verdadero sentido a la existencia de nuestro pueblo y su cultura, o esgrimiendo mil y una objeciones contra la Fiesta de los Toros, verdadero sentir del pueblo andaluz.

Resulta inexplicable, que en el siglo XXI los tontos sigan tirando piedras contra su tejado, que se permitan obviar todo lo que de bueno tienen nuestras rancias tradiciones; si se quiere, y pretendan unir el sentimiento de un pueblo con todo aquello que, para los tontos, supone una afrenta. Sin detenerse siquiera a pensar, que la razón va unida a la lógica, y que bajo ninguna circunstancia, se pueden hacer buenas las conductas que exasperan al personal, lo encrespa y enardece cuando se tocan los símbolos y costumbres que nos identifican a todos.

Tontos son los que hacen tonterías, no vayamos a confundirnos; al menos eso es lo que decía Forrest Gump, incluso Einstein afirmaba; que la estupidez humana es infinita, como si con esa afirmación quisiera quitar mérito a los tontos y aseverar que tontos hay y habrá siempre. Y no le faltaba razón, porque no tiene otro sentido, ni otro calificativo, que sirva para identificar las conductas de, los y las que, para hacer gala de su modernidad política necesitan atacar símbolos religiosos, de cualquier índole, uniendo la extravagancia al contexto sexual, sin venir a cuento y, sin pensar siquiera, que con sus actos pueden herir sensibilidades de los que les son propios y ajenos.

Las corrientes políticas, como los cambios, son tan lógicos como necesarios, pero cuando se utiliza la política como arma arrojadiza contra el sentido común, contra la sensibilidad del pueblo y la convivencia, se convierte en un acto propio de tontos. Tontos que dejan al aire sus miserias, su escasa capacidad para estar al frente de las instituciones, que son de todos, tontos incluidos, y ponen de manifiesto su animosa agresividad contra todo lo que suponga tradición en aras de unos derechos e igualdades que no existen más que en sus enfermizas cabezas.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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