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Por Enrique Arias Vega
lunes 22 de febrero de 2016, 15:35h
No ha podido ser más explícito el dirigente del Partido Popular de Bizkaia,Antón Damborenea,al decir en un mitin anteMariano Rajoyque muchos militantes de su partido están “hasta los cojones de ver a gente del PP pringada” por la corrupción. La desvaída respuesta del líder nacional (“no te voy a explicar hasta dónde estoy yo”) solo recibió unos desganados y protocolarios aplausos de los asistentes.

Desde luego que no es de recibo la desmayada actitud del jefe de la banda criminal en que lamentablemente parece haber convertido al partido conservador. Por eso, seguramente, la mitad de los votantes de su formación no quieren que Rajoy vuelva a encabezar las próximas listas electorales, según una última encuesta.

Entiendo que quienes estén más allá de la ingle por la corrupción campante en el PP sean precisamente los militantes de sus jóvenes generaciones, quienes nada tienen que ver con la vieja guardia pretoriana que lleva una docena de años aislando de lo que ocurre en la calle al secretario general del partido. Supongo que, si por ellos fuera,Javier Maroto, Andrea Levy, Pablo Casadoy muchos otros dirigentes populares de la nueva hornada ya habrían jubilado a la momia política peor valorada por sus coetáneos y buscado una solución de recambio que regenere el partido en su totalidad.

Claro que eso resulta particularmente difícil en una formación política esclerotizada, sin democracia interna, donde las decisiones se toman de arriba a abajo y no al revés.

Un amigo, estudioso de la historia contemporánea, me dice que, “salvando el tiempo y la distancia, tendrían que hacer como los oficiales libres egipcios que derrocaron al reyFaruk.Ellos (Nasser, Sadat…) eran unos coroneles desconocidos por su pueblo y tuvieron que coger al prestigioso generalNaguibpara que encabezase la revolución, aunque tuviesen el poder real en sus manos”. ¿Y quién sería el Naguib de este cuento?, le pregunto. “Pues solo se me ocurreNúñez Feijóo”, me responde, “aunque si tardan en dar el golpe puede que para entonces su partido ya se haya quedado sin votantes. Así que…”

Y, a todo esto, Rajoy sin enterarse.
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