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El poder corrompe

Por Pascual Hernández del Moral.
jueves 18 de febrero de 2016, 20:47h

Los españoles llevamos una temporadita que hace temblar las mismas raíces de la sociedad. Cada día aparecen nuevos casos de corrupción, que ora afecta a los políticos, ora a personajes privados. Es tal la situación que cada uno de nosotros deberá tentarse la ropa por si mañana vienen por nosotros, con razón o sin ella. Desde que STRAUSS y PEREL, por no remontarnos a tiempos de godos, dieron lugar al estraperlo (que le costó el gobierno, los votantes, el prestigio político al Partido Radical de LERROUX y el gobierno a la CEDA) en la Segunda República, hasta el blanqueo de capitales del banco chino, o de las franquicias de consultorios de dentistas, la corrupción “general” se ha hecho pública. Parece que, en este país llamado ESPAÑA todos somos unos granujas. Y especialmente nuestros políticos, los del gobierno central y los de los gobiernos autonómicos.

Ahora que parece que vamos a tener un gobierno progresista y reformador, quizás ha llegado la hora de cambiar las bases que nos han traído hasta aquí. Resulta imprescindible la modificación de la LEY ELECTORAL. Alguien debe exigir que los candidatos de los distintos partidos estén limpios, o que dejen, por las buenas o por las menos buenas, los cargos para los que han sido elegidos, en el caso de descubrírseles alguna bellaquería. Para eso es necesario un cambio de concepto: el candidato electo NO DEBE SER AMO DEL ESCAÑO para el que ha resultado elegido. No sé quién debe ser la autoridad que le obligue a dimitir, ni cuándo debe hacerlo, pero es una burla al ciudadano ver cómo imputados o investigados, como se dice ahora (se cambian los nombres para no cambiar nada) siguen ocupando su escaño, y nadie puede quitárselo; es el caso de GRIÑÁN y CHAVES, o de GÓMEZ DE LA SERNA, por ejemplo.

Otro de los cambios imprescindibles en la LEY ELECTORAL es la LIMITACIÓN DEL TIEMPO DE LOS MANDATOS. La pervivencia en el cargo da a los que los ejercen un cierto sentido de patrimonialidad del mismo, a medida que pasan los años y siguen ejerciéndolo. En ANDALUCÍA habrá, sin duda, quien, siendo político y no funcionario, lleva más de cuarenta años ejerciendo un cargo. La patrimonialización de los cargos es causa coadyuvante de la corrupción, que se añade al concepto de impunidad.

En los cambios que deberían hacerse en la CONSTITUCIÓN, hay que tener muy en cuenta que EL PODER CORROMPE, y que el PODER ABSOLUTO CORROMPE ABSOLUTAMENTE. Para evitar ese adagio hay que introducir modificaciones profundas. Quizás un camino sea la separación autentica de los poderes del Estado. Ninguno de ellos (legislativo, ejecutivo y judicial) debe interferir en las actuaciones de otro. Hasta ahora parece que el único que parece casi limpio como una patena es el poder judicial, salvando algunos casos de todos conocidos.

Con esas modificaciones no se garantiza la honestidad de nuestros gobernantes, pero puede que dificulten la facilidad con la que, hasta ahora, la mayoría de ellos caen en la tentación.

En todo caso, y en líneas generales, parece que la tendencia a la corrupción es característica del ser humano. Excepto los santos “de altar”, cuando se ve que pasa por delante de nuestras narices billetes y billetes, y tenemos la posibilidad de alargar la mano y trincar algunos, no nos resistimos, y más si tenemos la conciencia de ser “impunes”.

Ojalá tengamos fuerza para resistir al impulso cleptómano. Frente al dinero que corrompe, hay que tener la valentía de ser cobardes.

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