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¡Y ellos con esos pelos!

Por Pascual Hernández del Moral.
jueves 04 de febrero de 2016, 15:08h

Es, al parecer, inevitable, camarada Venancio. A ti se te ve muy bien, quizás porque los aires caribeños y los lingotazos de ron, te curtieron de joven y sigue viviendo tu salud de las rentas de entonces. A mí, nada me ha ayudado a evitar un ataque de hiperglucemia, que ha hecho que me hospitalicen unos días: ya ves la debilidad del cuerpo humano (que no del divino). Así, por el nombre, la hiperglucemia suena a glotonería ansiosa; más o menos, lo de Sánchez y la Moncloa. A ver si la suerte le acompaña al muchacho, y no sufre ningún empacho de poder, que haga que esa sonrisa amable, aunque un sí es no es ficticia, se le hiele en los labios. Pero no era de eso, querido Venancio, de lo que hoy quería hablarte, sino de los pelos de los jugadores de futbol.

¡Vaya un quiebro que me da mi amigo!, te dirás. Pero te lo explicaré. En mis tiempos mozos, la encarnación de la riqueza eran los toreros: gozaban de magníficos contratos, tenían excelentes coches, aquellos “haigas” de nuestra infancia, iban con magníficas mujeres como Ava Gardner, tenían lujosas mansiones y en una época en que comer caliente costaba mucho trabajo, se nos mostraban en opíparas comidas, que duraban ni se sabe el tiempo. ¡Hasta comían pollos asados, un lujazo! Se jugaban la vida cada tarde que salían al ruedo y, quizás el riesgo justificaba la rentabilidad. Nada que ver con la reyerta política, donde, si no tocas poder, sólo te juegas el ostracismo. Eso es lo que mueve el ardor guerrero del compañero Sánchez: o toca pelo o se va a la calle, sin pena ni gloria, arrinconado por la historia como un candidato frustrado, o sea como un opositor a notarias que nunca aprobó.

Ahora, querido Venancio, los que encarnan el triunfo, el éxito, la riqueza, el brillo social ante las cámaras son los futbolistas, incluso los de los equipos más modestos. Firman todos contratos multimillonarios, hacen anuncios por televisión por los cobran un dineral, venden camisetas, hacen ostentación saliendo en los medios acompañados de bellas mujeres, disfrutan de ferraris y mejores “haigas”, tienen enormes mansiones, comen todos días opíparamente, etc. Casi todos seguimos su avatar: los dioses del éxito y de la riqueza, del placer y de las bellas mujeres se han encarnado en ellos. Por eso, son envidiados y emulados por las generaciones jóvenes, y la mayoría de ellos sueñan en parecerse a ellos Son los modelos de las nuevas generaciones, como antes lo fueron los toreros.

Eso, que en el fondo ni es bueno ni es malo, provoca la imitación de las generaciones jóvenes, aunque, desgraciadamente, pocos los emulan en el esfuerzo y las virtudes que deben desarrollar en las competiciones deportivas, y que debían reflejarse en su vida privada; camarada Venancio, la probidad de las figuras futboleras deja mucho que desear: estos días, una de las estrellas más relumbrantes del “deporte rey” anda dando bandazos por esos juzgados de Dios, acusada de fraude de unas decenas de millones, o sea, una fruslería. Pero, salvando estas pequeñeces, para muchos jóvenes son modelos a imitar.

Y ya estamos en lo que te quería comentar hoy, y perdona la palabrería, camarada Venancio: ¿Dónde escogen los jugadores de futbol a sus peluqueros? ¿Has visto, camarada, cosa más horrorosa que los cortes de pelo que se aplican las figuras de la pelota? Medio rapada la cabeza por un lado, cepillo a los lados, rajitas a lo largo de la cabeza, mogollón de pelo delantero con rapado posterior, en fin, un sindiós. Pues, ¿y los tintes? Aunque cuando yo era chico sólo se pintaban el pelo las mujeres y era poco viril ir un paso más allá que disimular un poco las canas, estos jóvenes nos ofrecen un muestrario de colores que hacen perder el color a los creadores de la bandera gay. Un día salen de morado, otros de amarillo, otros de rojo y otras con una policromía indescriptible.

Y así está la cosa, amigo Venancio. Aunque yo reconozco que el futbol no es mi fuerte, porque no le veo ningún mérito a 20 jóvenes en calzoncillos corriendo tras un balón para meterlo en un rectángulo de madera de cada equipo, defendido por otros dos gladiadores también en calzoncillos, para la juventud son dignos de imitación. Al menos, lo son en la apariencia, y por ahí vemos a más y más jóvenes y no tan jóvenes con unos cortes y unos cromatismos capilares de verdadero escándalo. No imitan tanto las viudez de que el juego y los jugadores deben hacer gala, sino de las marrullerías, la altanería, la vanidad, la petulancia, la arrogancia, el engreimiento de que hacen ostentación las figuras del balompié.

Jóvenes y bellos, como Sánchez, no esperan que natura los mande de cuando en cuando a un hospital para un repaso de plancha, pintura y mecánica en general, como a mí. Y obran con la arrogancia del modelo, aunque, según Juanillo, el barbero de mi pueblos, esos pelos que los joven es imitan no sean más que trasquilones poco viriles.

¡Líbrenos Dos de tales modelos!

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