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Quizás nos lo merecemos: Duelo a garrotazos

Por Pascual Hernández del Moral.
miércoles 16 de diciembre de 2015, 13:39h

Querido Venancio: antes que nada, enviarte mis mejores deseos por tu fiesta onomástica que se celebró precisamente ayer, lunes. Ojalá hayas pasado un día feliz con los tuyos, fuera las añoranzas de los ausentes, y sumergido en el calor de los presentes.

Volviendo a la cruda realidad, es de señalar a todos los que nos rodean cómo somos superiores a casi todos los pueblos del mundo en cainismo y, si me apuras, en mala educación. A los pueblos hermanos de América, amigo Venancio, les sorprende lo inciviles que se muestran nuestros paisanos en muchísimas circunstancias. No nos queremos ni a nosotros mismos: nos odiamos más de lo que está en los escritos. Por ejemplo, ayer mismo, como quien dice, nos mataron a dos policías en Kabul y hubo algún caín que dijo que “QUIZÁS NOS LO MERECÍAMOS”. Así somos desde siempre, por obra y gracia del diablo, aunque quizás últimamente se ha agravado esta característica hispana. Como decía Lázaro de Tormes a propósito del ciego, somos capaces de “QUEBRAR(NOS) UN OJO POR QUEBRAR DOS AL QUE NINGUNO TENÍA”: ese es el deporte nacional.

Una muestra del debate entre Sánchez y Rajoy, camarada Venancio, nos la dio GOYA a principios del XIX: dos habitaciones de la Quinta del Sordo tienen como decoración las denominadas Pinturas Negras, hechas con pigmentos oscuros y bastantes negros; y los temas, también son negros, casi todos de una sordidez apabullante. De ellos, querido Venancio, mírate detenidamente el llamado DUELO A GARROTAZOS, en el que dos labriegos, las piernas hundidas en el fango hasta las rodillas, intercambian razones a garrotazos, más o menos como en el debate de ayer.

No se trata de analizar quién ha ganado, sino de reconocer que TODOS HEMOS PERDIDO, porque la mala educación se ha hecho patente en el político que aspira a gobernar esta pobre España. No se trata de andar con guante blanco, colega Venancio, sino de darle una pátina de buena educación a los debates, sin que se pierda energía en las intervenciones. El aspirante a presidente del gobierno no dejaba hablar al presidente: lo interrumpía vez tras vez, con un discurso violento y nervioso, que quizás mostraba la necesidad que tenía de manifestarse sin vergüenza y con más vehemencia de la conveniente ante sus electores, para apuntalar su candidatura, y su continuidad como primer espada del socialismo.

Cuando le dejaba Sánchez, Rajoy intentaba hilvanar una exposición en cuya consistencia no quiero entrar, Venancio amigo. Se trata sólo de criticar el que no le dejaba hablar sin que metiera cuchara, sobre todo con la corrupción como tema, olvidando lo que le decía la sartén a la cadera: “Quítate allá, culinegra”, que decía Cervantes en El Quijote. Corruptos en este país hay más que margaritas en primavera: desde el que se lleva un paquete de folios de la oficina o falta al trabajo sin causa justificada, hasta el que mete la mano en el cajón y se lleva tropocientos millones de euros. Y si se recuerda a Filesa, a Matesa, al jefe de los guardias, a la directora del Boletín, a los ERE´s, a los cursos de formación, a… deberían ser más prudentes en sus acusaciones, aunque Bárcenas, la Púnica, la Gürtel y tantos otros sean más recientes: golfos y chorizos los ha habido desde la antigüedad clásica (acuérdate de Caco) y siempre los habrá. A los que no les han salido todavía, ya les saldrán.

Si no es para dar un golpe de efecto, no se justifica la acusación de “USTED NO ES UNA PERSONA DECENTE” que le escupió Sánchez a Rajoy en la cara, y que mereció la réplica de “USTED ES RUIN, MEZQUINO Y MISERABLE” por parte de Rajoy. Dos garrotazos que debieron guardarse los contendientes para peor ocasión.

Pues, ¿y el moderador?, ¿qué moderaba? ¿Sólo debía anunciar los temas de los que se debía discutir? El moderador, como su propio nombre indica, debería moderar, o sea, evitar que embarraran el “debate” con intervenciones fuera de las buenas formas, y evitar las interrupciones para que cada uno pudiera decir, sin ambages, lo que tenía que decir, y disponer de sus tiempos. Pero no fue así, Yo creo, amigo Venancio, que no hubo moderador, o al menos, no actuó.

¿Quién ganó?, preguntan todos los medios hoy. Yo creo que PERDIMOS TODOS. Perdieron los debatientes, al romperse las formas; y perdimos los ciudadanos, porque tal como se mostraron, si malo es el que nos gobierna, el que aspira a hacerlo se me ofrece peor.

Más que un debate, fue un DUELO A GARROTAZOS, como lo pinta Goya.

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