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Ética de la razón pura

Por Pascual Hernández del Moral.
sábado 28 de noviembre de 2015, 20:49h

Vosotros los cubanos, querido Venancio, no sabéis lo que es una campaña electoral: tenéis unos mandamases estables, o sea, fijos, a los que no hay que elegir cada cierto tiempo porque ya se han elegido ellos a sí mismos, que no sé si me explico; sí que, desde 1976, sabiamente diecisiete años después del triunfo de la revolución, se celebran periódicamente elecciones (o lo que sea) municipales para elegir a los delegados de las Asambleas Locales, y parlamentarias para elegir diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, o sea, una nadería de concejales y diputados, con ninguna capacidad de gobernación. Por eso, NO SE HACEN CAMPAÑAS ELECTORALES: ESO QUE SALÍS GANANDO. Son elegidos los que convienen a los mandamases. Por eso, querido Venancio, los candidatos “designados” que son los únicos que ganan, no tienen necesidad de hacer el ridículo en las campañas, y mantienen más o menos su dignidad.

Estarás de acuerdo conmigo, Venancio amigo, que aquí, según se ve, no sirve para maldita cosa la JUNTA ELECTORAL CENTRAL, que es la que debe dar el pistoletazo de salida para las campañas electorales. Hoy, las campañas comienzan mucho antes de que se inicien “oficialmente”, con la excusa de que lo que se hace es “precampaña”. La diferencia entre la precampaña y la campaña es que se pida expresamente, o no, el voto para los propios, me creo yo. Hace unos artículos que pedía al Altísimo que nos ahorrara otra campaña porque, a la buena verdad, estábamos ya de propaganda política hasta los mismísimos concejales. Antes, la JUNTA ELECTORAL fijaba cuándo se iniciaba la campaña, y regulaba qué se podía decir y qué no; el arranque era la noche de “pegar carteles”. Tú no puedes acordarte porque no estabas aquí. ¡La JUNTA ponía límite temporal a los candidatos, para hacer el ridículo!

¡Hombre, Venancio, qué quieres que te diga! Nuestros candidatos son impuestos por los partidos (eso de las primarias es una milonga), en un orden establecido por los gerifaltes (más o menos como en tu Cuba natal), pero deben ganarse el puesto a pulso. Los resultados aquí, a pesar de todo, son más democráticos que en tu tierra. Recuerda lo que ya te he contado de “Habla, pueblo, habla” de los heroicos años de SUAREZ.

Para ganarse el puesto, o hacer que gane algo más tu partido (que luego, tiempo habrá para meter la mano en el cajón del pan, para mojar en el plato) hay que hacer lo que no está en los escritos. En el arranque de la democracia, colega Venancio, los candidatos se “ofrecían” a los electores en lugares en los que se preveía alguna concentración de gentes: en los estadios, en los jardines, en las fábricas y sobre todo, en los mercados. Allí los veías, con una sonrisa “profidén”, entregando papeles del partido, hablando con los fruteros, saludando a los pescaderos con un apretón de manos, que luego se lavaban enérgicamente, dando besos a las clientas, agasajando a los niños, y mil cosas más para demostrar que, además de políticos, eran humanos o casi. Y mal que bien, se soportaban los reportajes en el telediario.

Hoy las cosas han cambiado, compadre Venancio. Más que mercados, se busca a los electores en los nuevos medios de comunicación: los guasás y los feisbuc para el cuerpo a cuerpo; las radios y las teles para las grandes masas. Ya no se hacen carteles. Se trata de sustituir por unas horas a los “famosos” de hojalata, y meterse en la casa del elector para que todos vean que los políticos son de carne y hueso: si hay que comentar un partido de fútbol, pues se hace: si hay que bailar con Trancas y Barrancas, pues se baila; si hay que salir con un animador de derechas (aunque tú no lo seas) pues se sale, se hace una tortilla de patatas y adelante. No faltan ocasiones en las que uno manifiesta una maldad que envenena, acusando a otro de meterse por la nariz rayos y centellas, acusación hecha con tanta precisión que incitan al oyente pensar que tanto detalle sólo puede ser fruto de la experiencia. Ni faltan otras en las que los candidatos manifiestan su supina ignorancia metiéndose en un jardín del que no saben salir. Recuerda, querido Venancio, las referencias a KANT de dos próceres: uno, sabía que existía, pero como no había leído nada más que los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín, pues eso; el otro, muy ufano y para avergonzar al primero, dijo haber leído la ÉTICA DE LA RAZÓN PURA. Es probable que el prusiano se removiera en su tumba…

O sea, colega Venancio, que la precampaña o la campaña o lo que esto sea es una magnífica ocasión que usan los políticos para demostrarnos los cortos que están de formación y lo largos en hacer, sin pestañear, el ridículo. Ahora, en lugar de demostrar a los votantes que ellos son los “más mejores” para gestionar este país llamado España, tienen que dejar constancia de que son “televisivos o radiofonistas”, lo que puede que sea garantía de un buen gobierno.

¡Y parece que, tras esta, los catalanes seguirán con la matraca! ¡Jesús, que paciencia! Por este camino, acabaremos viéndolos a todos en Gran Hermano.

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