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La derrota del pensamiento

Por Pascual Hernández del Moral.
jueves 24 de septiembre de 2015, 00:18h

Cuando en la V Legislatura (1993), con FELIPE GONZÁLEZ como jefe de gobierno, y en la VI (1996), con AZNAR, tras el Pacto del Majestic conducido por Rajoy, los dos presidentes se apoyaron en CiU para consolidar sus gobiernos, y avivaron ciertos rescoldos españolistas, por la desconfianza que despertaban PUJOL y CiU para un proyecto de ESPAÑA. No pocos rechazaron ambos acuerdos porque no se fiaban que el apoyo solicitado y conseguido no fuera en contra del modelo de la Constitución de 1978, y acabara convirtiéndose en un secuestro y chantaje a los partidos gobernantes, para alcanzar la independencia y, consecuentemente, el fin de la España constitucional. La mayoría no creía que PUJOL tuviera cabida en el proyecto de una ESPAÑA unida.

“LA DESAFECCIÓN DE CATALUÑA (PORQUE NO ES MENOS) SE HA HECHO PALPABLE. LOS ABUSOS, RAPACERÍAS, LOCURAS Y FRACASOS DE LA GENERALIDAD Y CONSORTES, AUNQUE NO EN TODOS SUS DETALLES DE INSOLENCIA, HAN PASADO AL DOMINIO PÚBLICO”. Hoy se podían decir estas mismas cosas, que en 1937 MANUEL AZAÑA pronunció en un discurso en al Ayuntamiento de Valencia. Intelectuales y políticos republicanos de izquierdas, como el mismo NEGRÍN, mostraban su irritación ante el problema catalán. ORTEGA, en 1932 aseguraba que el problema catalán no podía resolverse; a lo sumo, se podía sobrellevar. Lo consideraba un problema “perpetuo”, mientras España subsistiera.

El nacionalismo separatista siempre se mostró INSACIABLE. Cuando en 1919 se aprueba el primer proyecto de autonomía de CATALUÑA, confirmado en 1932 en el llamado ESTATUTO DE NURIA, los “autonomistas” pusieron el grito en el cielo diciendo que el estatuto rebajaba sus pretensiones, que eran ya independentistas. Se quitaron las referencias al soberanismo de la Generalidad (“LA SOBERANÍA DE CATALUÑA EMANA DEL PUEBLO CATALÁN”), y se quitó el que CATALUÑA fuera “estado autónomo”. Contra las concesiones que se hacían en el Estatuto de Nuria se levantaron las voces de intelectuales como UNAMUNO y ORTEGA. De hecho, MACIÁ, en el 34, rebasó el Estatuto proclamando la REPÚBLICA CATALANA desde el balcón de la Generalidad (que duró cuatro horas, dicho sea de paso, por los cuatro cañones que colocó el general BATET en la Plaza de San Jaime).

Desde la aprobación del ESTATUTO DE NURIA, el catalanismo fue cada vez más exigente convirtiéndose en un grave problema para la REPÚBLICA, dificultando permanentemente los debates y votaciones constitucionales, y no facilitando el funcionamiento de las instituciones. La DESAFECCIÓN a todo lo que significaba ESPAÑA hizo que NEGRÍN afirmara que “NO PUEDEN RESISTIR QUE SE HABLE DE ESPAÑA. EN BARCELONA, AFECTAN NO PRONUNCIAR SIQUIERA SU NOMBRE”. Y mientras, venga a pedir dinero (entonces no existía el FLA, pero como si existiera, porque la exigencia de dineros era permanente). O sea, todo como hoy.

Sólo FRANCO aplacó las vanidades independentistas, mitad con represión mitad con concesiones. El palo y la zanahoria. Mientras, abandonaba otras zonas de ESPAÑA, condenadas a la pobreza perdurable. De hecho, en el 37, ante el riesgo de descuartizar a ESPAÑA, AZAÑA afirmó que prefería a Franco, porque con él podrían entenderse ellos o sus hijos, antes que a los independentistas.

AZAÑA y los socialistas de la década de los 30 fueron los que favorecieron, aunque suenen a incoherente, el crecimiento del nacionalismo separatista al considerarlo indispensable para la estabilidad del gobierno, como sucedió en las legislaturas V y VI: estabilidad política a cambio de concesiones a los nacionalistas (AZNAR hablaba catalán en la intimidad). Los complejos de la izquierda ante la idea de ESPAÑA, identificada con lo patriotero del franquismo, le han impedido hacer una reflexión profunda sobre la idea de ESPAÑA, y han sido incapaces de proponer una idea articuladora que sirviera para mantenerla íntegra. Y NO SE CONJURA EL NACIONALISMO CATALÁN OLVIDÁNDOSE DEL CONCEPTO ESPAÑA.

El nacionalismo independentista ha convertido el “hecho diferencial” (que, por otra parte, tienen todas y cada una nuestras comunidades, porque todas son “diferentes”), en argumentos para la lucha política que quiere acabar en independencia. Alain Finkkielkraut llama “LA DERROTA DEL PENSAMIENTO” en las democracias occidentales a la ausencia de compromiso con las ideas, y al localismo de nuestra época cultural postmoderna.

¡No hemos aprendido nada de nuestra historia! Y así nos irá.

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