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El vómito nacionalista

Por Fernando González
jueves 03 de septiembre de 2015, 10:22h
Acabo de leer en la portada de un diario gallego el siguiente titular: “Los servicios básicos de los concellos (municipios) en manos de tres grandes empresas madrileñas”. Pensarán ustedes, como pensé yo, que los colegas se referían a tres sociedades dedicadas al comercio local en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el volumen del servicio contratado por las firmas reseñadas, ciento cincuenta millones de euros, me obligó a repasar el pequeño sumario que acompañaba a tan llamativa información.

El rotativo entendía como “empresas madrileñas” a tres poderosas multinacionales españolas que cotizan en Bolsa, que operan en todo el territorio nacional y que ganan concursos de servicios y obra pública en medio mundo. Una manipulación tan evidente como infantil.

Este localismo reivindicativo, que sobre vive en el Estado más descentralizado de Europa, que progresa en un Continente cada vez más integrado, sigue localizando en Madrid el epicentro de todos sus males. Llegan, incluso, a identificar una operación comercial, tan lógica como habitual en una sociedad de libre mercado, como una especie de rapiña feudal de los recursos que se generan en su región.

Puestos a sorprenderse con aquello que es natural en otros lugares del país, ya podrían explicar a sus clientes en qué consiste la solidaridad de las comunidades más saneadas con las más vulnerables, de dónde sale el dinero que complementa sus ingresos y quién negocia y canaliza las ayudas de la CEE que permiten modernizar sus instalaciones portuarias y civiles. Puestos a buscarle al gato sus extremidades, deberían aclarar también cómo se han financiado las autopistas que enlazan Galicia con la meseta y cómo se pagarán las facturas del AVE que está a punto de llegar hasta allí.

Dichosos aquellos que etiquetan la plata que sale de su cartera e ignoran después la procedencia de los fondos que ingresan en cuenta. Les propongo otro ejemplo del esperpento que se desarrolla en nuestro Estado de las Autonomías. A principio de este largo y tórrido verano, aprovechando unas cortas vacaciones en Castellón, me senté a conversar con un prestigioso profesor universitario.

Les hablo de un profesional de la docencia, progresista y consecuente con sus planteamientos ideológicos, cuya identidad no voy a desvelar por razones que ustedes entenderán de inmediato. Me contó que algunos departamentos de la Universidad se habían convertido en cotos privados del regionalismo pancatalanista, radical y populista, que emerge en ciertos estamentos de la administración valenciana.

El revanchismo de tales inquisidores es tan acusado, explicaba mi interlocutor, que algunos docentes presentan sus expedientes redactados en inglés para evitarse compromisos y complicaciones. En aquella Comunidad se incuba ya el huevo del reptil disgregador. Tiempo al tiempo.

Los secesionistas catalanes encabezan la cuerda de políticos grotescos e irresponsables. Quieren convertir a los ciudadanos de Cataluña en los parias de Europa. Sobre las ruinas de una ruptura unilateral y antidemocrática, pretenden edificar un estado fallido, roto y dividido, expoliado de sus derechos europeos a la libre circulación de personas y mercancías, sin recursos para financiar sus servicios públicos y las mensualidades de sus pensionistas, agarrotado por una deuda pública impagable y sometido a la dictadura de los organismos internacionales de control financiero.

En pocos meses, prologadas por los comicios autonómicos de Cataluña, habrá elecciones generales y la centrifugadora nacional se reactivará según se consuma el calendario. El nacionalismo político y religioso no ha traído más que desgracias a la vieja Europa, pero aquí soportamos a una caterva insufrible de dirigentes catetos y provincianos, miopes y autistas, cortos de miras, que sobre vuelan la historia pegados al suelo, capaces de sacrificar el espíritu europeísta en su domestico altar del particularismo trasnochado. Cada día que pasa, a un servidor de ustedes, le repugnan más los vómitos nacionalistas.
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