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El polémico cambio de la Constitución

Por Andrés Aberasturi
lunes 31 de agosto de 2015, 16:25h
El profesor José María Sánchez publicaba en “El Mundo” un interesante y lúcido artículo bajo el título “Hasta cuándo con esta Constitución” y ponía el acento muy especialmente en los conflictos creados por el sistema autonómico. Su análisis es el de un jurista que pasa revista a la realidad de la España actual y sobre cómo hemos llegado hasta aquí. Con toda humildad creo que lo suscribo plenamente pero me preocupan dos cosas: cómo interpretamos los ciudadanos muchos de los vicios que dimanan de la Carta Magna y las alternativas que no ofrecen algunos partidos para una más que necesaria no sé si revisión o cambio.

Y digo que no ofrecen porque aún esperamos que el PSOE nos explique el sistema federal, que Podamos deja de hablar del “papelito del 78” y nos presente lo que sería “su” nueva Constitución y que el PP se defina de una vez si está por la labor de ese cambio o no porque cada día dice una cosa por la mañana y lo contrario para la tarde. Uno tiene la sensación de que todos parecen querer un cambio pero nadie ofrece más que titulares y grandes principios.

Y los ciudadanos estamos cada vez más convencidos de que esto no puede seguir así, de que el sistema autonómico, que en su momento pudo valer para descentralizar un estado pendiente siempre de Madrid, degeneró con las transferencias y los cambalaches del PP y PSOE con los nacionalistas, en un país absurdo lleno de fronteras en las que no se pide pasaporte pero donde las leyes cambian, los documentos oficiales de una autonomía no son válidos en la de al lado, donde la fiscalidad es distinta, donde la sanidad hace imposible ponerte enfermo fuera de tus “fronteras”, donde si cambias de comunidad tus hijos lo van a tener muy difícil en la nueva escuela y, sobre todo, donde todo esto multiplica el coste que pagamos todos, anima al despilfarro y aumenta la corrupción como vemos todos los días en los periódicos.

El sistema ha fallado en este sentido y el tristemente célebre Título VIII ha traído más problemas que soluciones que en los buenos tiempos no eran tan evidentes pero que han explotado en estos años de crisis. Y no estoy en contra –justo al contrario- de la Constitución del 78, pero sí de las consecuencias que han ido creciendo por intereses espurios muchas veces gracias a un sistema electoral desequilibrado –y tal vez cobarde- tras la sopa de siglas de las primeras elecciones.

Lo que en mi opinión queremos muchos ciudadanos son cosas básicas y justas, cosas de sentido común y pongo ejemplos: un plan de educación estable y consensuado, una sanidad con tarjeta única para todo el país, unas listas abiertas y desbloqueadas, la independencia del poder judicial y un sistema de Justicia ágil y conectada , una ley electoral que no premie a las mayorías ni a las minorías nacionalistas, una financiación justa, una fiscalidad igual para todos, la no multiplicación de cargos públicos, el trabajo conjunto de los cuerpos de seguridad y una de dos, pero esta vez en serio: o sirve para algo el Senado, o se cierra y aquí paz y después gloria.

Son sólo ejemplos pero son los ejemplos de los que la gente habla, lo que se percibe en la calle, lo que muchos venimos propugnando desde hace demasiado tiempo sin que nadie se decida a acometer estas reformas. Pero todo, quede claro una vez más, desde el respeto y no desde el desprecio de la Constitución actual; respeto pero cambio necesario; cambio pero desde el respeto.
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