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Claves americanas: por una teoría de la evolución

Claves americanas: por una teoría de la evolución

jueves 20 de agosto de 2015, 11:25h

Existen dos polarizaciones clásicas. La primera corresponde a la de los dos polos geofísicos (el Norte y el Sur) y expresa la ubicación de los hielos eternos en los extremos del planeta. La segunda, a la del mundo dividido en bloques de 1945 a 1991 por el enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Por supuesto, todas las guerras civiles nacionales son expresiones claras de una polarización: los nacionales y los republicanos en España, o el Norte y el Sur en los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión. La Argentina tuvo durante 50 años su propia guerra civil entre unitarios y federales.

Toda polarización es útil para marcar el terreno de la disputa, pero también puede producir fracturas y heridas de muy larga cicatrización. Basta con ver la bandera de la Confederación flameando a tope al lado de la nacional a media asta en el Congreso de Carolina del Sur después de la matanza de Charleston.

Las polarizaciones violentas resultan muy negativas porque son la consecuencia de conflictos muy complejos que desencadenan estallidos de odio, enfrentamientos étnicos, disputas económicas y la entronización del otro como el enemigo al que hay que destruir. Pero también hay falsas polarizaciones o polarizaciones tácticas, que ocultan el deseo de una parcialidad de extender su vigencia más allá de los ciclos económicos reales (ver Schumpeter, Kydland, Prescott, Kondrátiev o Menger y el propio Karl Marx), es decir, la sucesión de momentos de crecimiento con otros de recesión y eventuales mesetas y crisis. Sus alteraciones ficticias pueden producir serias consecuencias electorales (los socialistas españoles fueron exitosos en 2008 para ocultar la gravedad de la situación económica y lograr la reelección de Rodríguez Zapatero, aunque la crisis igual se produjo un año después).

Un mecanismo muy utilizado (ayer y hoy, aquí y afuera) es intentar postergar el fin de un ciclo a través del endeudamiento interno o externo, la emisión monetaria y el financiamiento de corto plazo obtenido del Banco Central, los fondos de pensión, los proveedores y otros prestamistas disponibles.

Hay una gran profusión de teorías sobre los ciclos políticos desde que el griego Polibio, alrededor del año 100 a.C., explicara la extensión del Imperio Romano por todo el Mediterráneo. Polibio decía que todo gobierno tiene un inicio, un apogeo, una decadencia y un final cuando el pueblo manifiesta su hartazgo (fase a la que él llama "democracia").

A partir de entonces, muchos politólogos y economistas han trazado teorías sobre los ciclos. Pero uno para destacar es William Nordhauss, quien en 1989 publicó su tesis. Decía este autor que los votantes no son racionales, sino que pueden ser fácilmente engañados, deciden su voto sobre la base de la evaluación del comportamiento del partido en el gobierno y tienen mala memoria y recuerdan mejor lo más cercano.

A esto se agrega que de las dos variables económicas centrales, inflación y desempleo, las autoridades en ejercicio del gobierno querrán tener al principio del mandato inflación baja y desempleo alto y al final lo contrario: inflación más alta, pero con desempleo más bajo.

Estos modelos teóricos no son, finalmente, productos de laboratorio, sino que se verifican en la práctica concreta de los países.

Desde el análisis pragmático, toda elección democrática es una opción entre continuidad o cambio. El partido en el gobierno plantea "la continuidad"; el desafiante propone "el cambio". Las naciones, como entes permanentes, necesitan la continuidad de sus instituciones y el cambio necesario para avanzar social, política y económicamente. Si la mayoría teme al cambio y valoriza lo conquistado, privilegiará la continuidad. Si, por el contrario, siente necesario el cambio y no siente miedo porque la alternativa planteada es prudente y no amenazante, triunfará el cambio.

A esta teoría de la evolución se le opone la teoría de la revolución. En este caso, el gobierno en curso es vivido como una calamidad y el aspirante más radical y violento se impone sobre las alternativas moderadas en forma aplastante. Son ejemplos de este último caso el ascenso al poder de los comunistas en Rusia en 1917 y los nazis en Alemania en 1933 (los bolcheviques desplazaron a los mencheviques en Rusia y los nacionalsocialistas a los socialdemócratas en Alemania).

La actual polarización en la Argentina no plantea ningún peligro: no existe una "alternativa revolucionaria", el electorado no tiene motivo para tener miedo y podrá elegir en libertad la opción que más le plazca. Las PASO han demostrado que la ciudadanía no responde al modelo de Nordhauss: no es irracional, tiene memoria selectiva y puede discriminar lo bueno y lo malo del pasado, así como evaluar las propuestas alternativas de cara al futuro.

Los ciudadanos y las ciudadanas serán, en paz, los dueños y responsables de su destino el próximo 25 de octubre.

Diego R. Guelar

Secretario de Relaciones Internacionales de PRO

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