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La vergüenza de ser de derechas

La vergüenza de ser de derechas

Por Benito Fernández

Por Benito Fernández
jueves 04 de junio de 2015, 00:16h

Es algo histórico, arraigado en el subconsciente colectivo, parece ir impreso en los genes de unas generaciones que han sufrido casi medio siglo de dictadura y que siguen sin sacudirse ese estigma que les ha quedado impregnado en lo más profundo de su ser. Mientras en el resto del mundo los militantes de los partidos de centro derecha se muestran orgullosos de defender con sus votos unas propuestas ideológicas acordes con sus creencias y su forma de entender la vida y la sociedad, en España ocurre todo lo contrario. La derecha española se sigue sintiendo culpable de ser la heredera del franquismo, cuando no es verdad. La derecha heredera del franquismo se quedó en Fuerza Nueva y, afortunadamente para todos ha ido desapareciendo del panorama político español. En el actual Partido Popular son escasos aquellos que siguen añorando la dictadura de Franco. Porque fueron muchos los liberales, los cristianodemócratas o los centristas que se jugaron el tipo en épocas difíciles para poder alcanzar la democracia, casi tantos o más que los socialistas o comunistas, por muchas películas de correr delante de los grises que nos vendieran en su momento.


Aquí, el tildarse de izquierdas, ya sea un centro izquierda socialdemócrata o una izquierda cercana al anarquismo más ácrata, parece conllevar un prestigio intelectual que no se corresponde con la realidad. Porque no es cierto que los ciudadanos de izquierdas sean más cultos, más honrados o más progresistas que los de derechas, al contrario, aquí hemos podido comprobar como las izquierdas, representadas fundamentalmente por el PSOE en casi todo el proceso democrático, se han dedicado a dilapidar el dinero público y endeudar al país hasta la médula provocando con ello etapas de crudas crisis económicas que hemos pagado todos, los de izquierdas y los de derechas, y que han tenido que solucionar posteriormente los ejecutivos de derechas, Pasó con Felipe González y José María Aznar, pasó con José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Y, visto lo visto en las últimas elecciones, puede volver a pasar a finales del presente año. Con el añadido de que ésta vez sí, no va a ser la izqierda más o menos civilizada y europea quien maneje el cotarro sino una especie de nuevo Frente Popular en el que unos nuevos actores con etiqueta de izquierdosos sin preparación ni programa, pueden mandar a España al mismísimo carajo.


Quizás sea esta rémora lo primero que tendría que combatirse desde el propio PP para lograr que no se vuelvan a producir debacles como la ocurrida el pasado 24M. Porque los primeros que parecen sentirse avergonzados de pertenecer al PP son sus propios dirigentes, comenzando por su líder, Mariano Rajoy, incapaz, pese a su amplia mayoría absoluta, de afrontar medidas tan necesarias para la sociedad española como la reforma electoral o los retos independentistas. Para ello hace falta comunicación real y efectiva. Mensajes que ilusionen al electorado, menos cifras y más actuaciones, menos mensajes manidos y más BOE, menos hablar y más hacer. Y, por supuesto, evitar en lo psible el llamado “fuego amigo” de unos medios de comunicación, sobre todo televisivos, que juegan con varias barajas después de haber sido beneficiados por los populares. Algunas veces he contado la anécdota de un gobernador civil de mi provincia, Jáen, en época de Franco, a quien le llamaron “el estreñío” porque en su discurso de toma de posesión sólo dijo na frase: “Yo obro poco, pero cuando obro, obro bien”. Pues eso, “el estreñío”. Más o menos como Rajoy.


Parece medianamente claro que en las últimas citas electorales, el electorado popular se ha quedado en casa o se ha pasado en masa a Ciudadanos porque nos ha existido confianza en sus dirigentes que, en los últimos tres años de gobierno se han dedicado a mirarse el ombligo, incumplir sistemáticamente lo que habían propuesto en su programa, algunos de ellos seguir robando y castigar a base de impuestos y recortes a una clase media que había depositado en ellos su confianza y su papeleta.


Mucho tienen que cambiar las cosas de aquí a diciembre, pero aún están a tiempo si Rajoy y Sánchez logran llegar a algún acuerdo postelectoral que ponga freno al desmadre al que vamos encaminados a toda velocidad. Aunque me da a mí que ni uno ni otro van a ser capaces de reconducir una situación que ellos mismos han provocado y permitido. En estos momentos es cuando se echa de menos a algunos políticos con cabeza y mentalidad de Estado que han ido siendo marginados por las nuevas generaciones. ¿Verdad, Alfonso?


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