El Príncipe da un golpe de efecto
jueves 20 de febrero de 2014, 15:53h
Admito que me ha sorprendido positivamente el anuncio de que
el Príncipe ofrecerá una cena en Barcelona en la que estará invitado el
presidente de la Generalitat,
Artur Mas, entre otros. Lo de menos es el pretexto formal. Lo importante es el
encuentro en sí, aunque se revista de formalidad, y también me parece muy
destacable la declaración oficiosa de La Zarzuela, en el sentido de que el heredero de la Corona viaja a Cataluña -lo
hace con cierta frecuencia-para "escuchar, hablar y dialogar".
Es un enunciado notable, que deberían aplicarse algunos dirigentes políticos,
encerrados en sus torres de marfil, en sus silencios, en sus inflexibilidades.
Creo que hay que ir definiendo, sin prisas pero sin pausa,
el papel del futuro Felipe VI, un hombre que ha llegado a su plena madurez y a
quien le toca esperar, porque criterios de prudencia prevalecen sobre otros
quizá de oportunidad, para asumir la Jefatura del Estado. Ya otras veces me he
declarado monárquico y partidario de una abdicación sin traumas, quizá
progresiva, del Rey. El Príncipe ya le supera en popularidad en las encuestas,
me parece que su presencia en todo el territorio nacional, incluida, claro está,
Cataluña, suscita muchas más aceptaciones que protestas y el heredero ha de ir
convenciéndose de que debe, dentro de sus deberes constitucionales, ir
adoptando un papel cada día de mayor representatividad y de crecientes
responsabilidades. Y, al tiempo, creo que tendría, junto con su pareja, la
futura Reina de España, que acordar nuevas fórmulas de protocolo e imagen; qué
duda cabe de que representar a la
Corona exige sus sacrificios, y que el Príncipe lo sabe.
Por lo demás, pienso que deberían ser otros quienes hablen
de política con el presidente de la Generalitat; pero la simple imagen de Don Felipe compartiendo
cena y conversación con un Artur Mas mesianizado, problemático y, a la vez,
atribulado, me parece que contribuye a alentar algo que vamos perdiendo
paulatina e implacablemente: el sentido de la normalidad. Es la política de
vuelo rasante la que nos va instalando en esa anormalidad tan dañina para la
democracia, en esa inseguridad jurídica que tan cara la va a salir a la 'marca
España'. Por ello, cuando vemos que se producen operaciones de mayor
alcance -y tampoco es fácil, lo sé, el papel del Príncipe en estas
circunstancias--, hay que saludarlas. Ya lo dijo el Rey tras salir de una
entrevista con un propagandista republicano: hablando se entiende la gente. ¿Tan
difícil resulta entenderlo?