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El aburrido Rajoy de los dos años en Moncloa

Por Fernando Jáuregui
martes 10 de diciembre de 2013, 00:00h
Dentro de once días se cumplirán los dos años desde que Rajoy juró su cargo como presidente del Gobierno y comenzó a ejercer efectivamente el poder. Ahora, dos años menos once días después, Rajoy, entrevistado en La Moncloa por seis periódicos europeos e iniciando viaje a Sudáfrica para asistir a los funerales por Nelson Mandela, ya no culpa a la herencia recibida de los males de la patria. Es más: el suyo es un mensaje de contento: "estoy satisfecho", dice a sus seis entrevistadores, cuando le preguntan por el balance de estos dos años difíciles.
 
Años algo broncos, en los que la economía parece mejorar algo -algo--, en los que nos hemos 'salvado' del rescate, en los que se ha incumplido, sin duda por causas de fuerza mayor, pero incumplido al fin, el programa con el que el PP concurrió a las elecciones. Y en los que puede que se haya hecho mucha economía -las agencias de calificación y los periódicos 'salmones' ya no maltratan a España--, pero, desde luego, se ha hecho muy poca política, como si ambas cosas, política y economía, no estuviesen, como decía Galbraith, estrechamente ligadas.
 
Mariano Rajoy lleva, como es lógico, dos años menos once días situado en el epicentro de todo. Y preso de un inmovilismo en lo que concierne a dar grandes saltos en la política, algo que se evidencia en cada una de las raras ocasiones en las que se asoma al abismo de las preguntas periodísticas sin controles, sin barreras ni límites. Y, claro, las preguntas a veces le incomodan, sobre todo cuando comparan la transparencia en España con las de Libia o Guinea Ecuatorial. O cuando se refieren al 'borrado' de los discos del ex tesorero Bárcenas. Esas preguntas que tanto afectan a la 'marca España', maltrecha en el interior y también, contra lo que dicen las versiones oficiales, en el exterior, no son, desde luego, del agrado de alguien que se escuda en que nada sabe de esas cuestiones.
 
Por supuesto que Rajoy no está cómodo cuando, en una euroentrevista, le interrogan por los asuntos domésticos más polémicos. Ni cuando le preguntan por Cataluña: él dice, y es verdad, que no está legalmente autorizado para autorizar la consulta secesionista que Artur Mas ya anda, al parecer, preparando. De cuando en cuando, se irrita y coloca en sus respectivas casillas los casos catalán y escocés, que son, recalca también con razón, muy distintos, pero, añado yo, no tan distantes: a los escoceses tampoco les dejarán entrar, en primera instancia, en la Unión Europea, y ya veremos, en su momento, si el presidente español votaría o no en contra de un ingreso posterior de los escoceses en la UE. Es una baza a jugar, pero Rajoy, el galaico, solamente sugiere cosas, en plan algo ambiguo. Pero, de hecho, se ha convertido en un adalid antisecesionista en el seno de la Unión. A la fuerza ahorcan. Seguro que el 'premier' Cameron agradece profundamente esta cruzada de Rajoy, que tanto conviene a la permanencia de Escocia como parte de la Gran Bretaña.
 
Lo que a Mariano Rajoy más le gusta es habar de economía. Se ha reducido la prima de riesgo, nada de rescate, las exportaciones van bien, el consumo parece repuntar algo. ¿Y los seis millones de parados? El sabe que los datos terribles solo mejorarán cuando el país entero se mentalice de que hay que asumir los contratos a tiempo parcial, otro tipo de estatus laboral que poco tiene que ver con aquella contratación 'fija e indefinida' que "cualquier persona con unos mínimos sentimientos" quiere, dice el presidente español. Pero, al final, la realidad: "no hay que negar ninguna posibilidad".  Es lo que hay. Lo único que niega de manera bastante tajante, en sus escuetas incursiones por el futuro político, es la reforma de la Constitución: "no veo el tema en este momento", insiste. Y se acabó.
 
Es lo que dan de sí, me parece, dos años -menos once días-ocupando el principal sillón en La Moncloa. Hay pocos titulares, pocas sorpresas -casi ninguna de ellas agradable--, muchos silencios contenidos en una entrevista de varias páginas que podría resumir toda una época, ahora que viene otro año conflictivo golpeando a la puerta de España, de Europa, del mundo. Dicen que la democracia ha de ser aburrida, y esa parece ser la enseña con la que Mariano Rajoy maneja el timón de la nación. A Rajoy, al Rajoy a quien le quedan dos años de mandato, se le toma o se le deja. Pero yo tengo clara, cuando aún faltan algunas comparecencias públicas del presidente de aquí a fin de año, una cosa: Mariano Rajoy, guste o no guste su estilo, no va a cambiar. Está demasiado satisfecho de sí mismo como para siquiera intentarlo.
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