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Perdemos el tren de la educación

Perdemos el tren de la educación

Por Fernando Franco Jubete
domingo 03 de noviembre de 2013, 19:41h
Estamos perdiendo el tren de la educación. De la Educación con mayúscula. Enredados en el melodrama de las ideologías de derechas, de izquierdas y nacionalistas. Cada ideología ha esperado su momento, su llegada al gobierno del Estado o de la Comunidad Autónoma, para alterar la Educación con su visión parcial y mediocre de la Historia, de la Religión, de la Lengua, de los idiomas e incluso de la Filosofía. Por ello nunca se ha consensuado nada y la Ley Wert no es más que un episodio de esta lamentable historia que vivimos desde el comienzo de la transición democrática. Ni siquiera se ha tenido meridianamente claro que lo que es necesario mejorar es la formación de nuestros alumnos en las materias universales y sin ideología: Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. Lo que los norteamericanos llaman programa STEM. Obama incluso pretende pagarles más sueldo a los buenos profesores de estas materias, a los profesionales de estas materias que las sepan enseñar. Es decir, no a pedagogos que enseñen esas materias pero con una formación específica mediocre en Ciencias, Tecnología, Ingeniería o Matemáticas, porque estudiaron Pedagogía y les explicaron otros pedagogos cómo enseñar esas materias.

A los norteamericanos les preocupa que los niños y jóvenes de los países asiáticos estén recibiendo una formación en el programa STEM que aventaja, con resultados fehacientes, a sus niños y jóvenes universitarios y a todos los de los países occidentales. Porque el programa STEM es el de las ciencias universales que marcan el camino del progreso, de la productividad y del empleo. Por ello, el futuro de un país está, no sólo en la formación prioritaria de sus niños y de sus universitarios en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, sino sobre todo en quien se lo enseña y cómo se lo enseña.
 
Los sucesivos informes PISA, año tras año, nos demuestran  la mediocridad de nuestro sistema educativo y la deficiente calidad de nuestros docentes que se jubilan a los sesenta años hartos de que nadie les considere, respete o, simplemente, tenga en cuenta.  En una profesión tan vocacional e ilusionante como la de enseñar, que permite recibir tantas satisfacciones con el agradecimiento permanente de los antiguos alumnos, la jubilación anticipada de tantos docentes, expresa evidentemente la mala calidad del sistema educativo, del ambiente que se vive en los centros educativos y, finalmente, de la mala calidad de algunos docentes.

Nuestro sistema educativo no aprovecha la excepcional calidad de muchos de sus docentes veteranos para emplearlos como formadores de formadores antes de su jubilación, ya que han demostrado su capacidad pedagógica mejor que los catedráticos de Pedagogía, que pueden ser unos muermos insufribles.  Nadie sabe más de educación que quienes han estado enseñando con eficacia durante cuarenta años. El problema es que carecemos de una cultura de atención a la enseñanza y los enseñantes y muy escaso rigor en el acceso a la docencia. Cualquiera puede ser profesor, no sólo sin la formación adecuada, sino tras haber demostrado su incapacidad personal y humana para ejercer otras profesiones u oficios, e  incluso la propia profesión para la que se formó.

Porque se puede acceder a la docencia por recomendación y a dedo, a través de un concurso de méritos y, en la mayoría de los casos, por oposición. En ningún caso tras demostrar la vocación y capacidad para enseñar la materia concreta que se va a enseñar, sin demostrar las aptitudes para hacerlo ni para expresarse con corrección y eficacia para captar la atención del alumno. Pero lo peor es que, una vez con la plaza en propiedad, el nuevo profesor sólo es informado del perfil de la asignatura que debe enseñar en dos líneas, a veces un libro de texto que seguir y no recibe ni la más mínima orientación sobre lo que debe hacer ni como debe hacerlo, con la única obligación de cumplir unos horarios.

La selección del profesorado en España, tanto de enseñanza no universitaria como universitaria, debe garantizar que quienes accedan a la profesión docente sean los mejores en la formación específica de la asignatura que vayan a impartir y en su capacidad de expresión y comunicación como docentes. Sólo el aprendizaje a través de la práctica con profesores veteranos puede garantizarlo. La ideológica Ley Wert lo ignora y tampoco potencia la formación en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas.  Por ello será un fracaso más.
 
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