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Víctor Erice reaparece con un documental rodado en Portugal

Concha Velasco y José Sacristán, medio siglo de cine español homenajeado en Valladolid

Concha Velasco y José Sacristán, medio siglo de cine español homenajeado en Valladolid

martes 22 de octubre de 2013, 19:27h
Más de medio siglo de cine español, síntesis y reflejo de la sociedad en etapas tan significativas como la Dictadura, la Transición y la democracia, sintetizan las carreras de Concha Velasco y José Sacristán, homenajeadas esta tarde en la 58 Semana de Cine de Valladolid (Seminci) con sendas Espigas de Honor.

Ambos se sienten símbolos y herederos de una generación de actores forjada entre los cómicos de la legua, afanada en buscarse la vida y que contribuyó con papeles comprometidos a cambiar una mentalidad y a "poner en evidencia una problemática" de índole social y política, ha subrayado Sacristán a los medios informativos.

A punto de cumplir 74 años, y de ellos cerca de sesenta en las tablas y platós, Concha Velasco siente que representa a maestros ya desaparecidos, entre los que ha mencionado a Fernando Fernán Gómez, Tony Leblanc, Alfredo Landa y José Luis López Vázquez, y que en su caso resumen "toda una vida de penurias y satisfacciones".

Pero también se acuerda de Rafael J. Salvia, Pedro Lazaga, Mariano Ozores, José Luis Sáenz de Heredia y Pedro Olea, algunos de sus primeros productores y directores que la ofrecieron una oportunidad en momentos cruciales de su vida.

"A ellos les debemos que en nuestra casa saliera agua del grifo, y caliente. Gracias a estas personas, al cine español, mi familia ha vivido muy bien, y mis padres se han sentido orgullosos de que su niña quisiera ser artista", ha comentado la actriz, inmersa ahora en una etapa en la que interpreta y llora, según sus palabras.

Velasco, Goya de Honor a su carrera este mismo año, afronta desde hace años "la edad del llanto", plagada de recuerdos, que en esta ocasión le han unido a José Sacristán, quien con 76 años debutó en la gran pantalla con "La familia y uno más" (1965), de Fernando Palacios.

Por la mente de la actriz han desfilado sus comienzos como bailarina de Manolo Caracol y películas clave en su filmografía como "Tormento" (1974) y "Pim, Pam, Pum... ¡fuego!" (1975), que en su caso la aportaron un valor añadido ajeno a todo lo que hizo hasta ese momento.

Sacristán, además de la amistad con su compañera, de la que ha elogiado su capacidad de trabajo, entrega y espíritu de coraje, ha encontrado numerosas similitudes en las trayectoria de ambos, coincidentes a comienzos de los ochenta en la obra de teatro "Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?", de Adolfo Marsillach.

"Nos hemos buscado la vida desde nuestra más tierna infancia, a brazo partido y a contracorriente", ha rememorado el actor madrileño, a quien Concha Velasco ha recordado como vendedor de libros del Círculo de Lectores por los camerinos de los teatros.

Uno quería ser Errol Flynn y Tyrone Power, y la otra parecerse a Elisabeth Taylor "con lunar y todo"; el actor fue "cómico de la legua" y una "tonadillera frustrada", y la actriz se dedicó "a perseguir" a directores y productores en busca de un papel.

"Hemos hecho de todo, y estoy muy satisfecho de dónde vengo, porque siempre tengo muy presente al crío que fui", ha dicho este cómico, actor de reparto, secundario de postín y protagonista de filmes comprometidos durante la transición como "Un hombre llamado flor de otoño" (1978) y "El diputado" (1978), los primeros en abordar el asunto de la homosexualidad durante la Transición.

Eran papeles "en los que, además de actor, quise expresar mi compromiso con los ciudadanos" en momentos difíciles, con ánimo de representar al "nuevo español" y de "señalar, de poner en evidencia", ha comentado.

Sacristán sigue sintiéndose intérprete y ha elogiado el talento y contribución de los nuevos creadores. También ha expresado, dentro del plano político, su desencanto y preocupación con el "desmantelamiento moral" de la izquierda tanto en España como en Europa, porque "de la derecha ya no espero nada", ha concluido.

Reaparición de Víctor Erice

Tres películas en cuarenta años han bastado para situar a Víctor Erice entre los imprescindibles de la cinematografía española de todos los tiempos, sin más bagaje que la fuerza de la razón para poner el cine al servicio de la vida y el conocimiento, como instrumento de lucha y reflexión.

Esas premisas, que ya destiló en sus trascendentales "El espíritu de la colmena" (1972), "El sur" (1982) y "El sol del membrillo" (1992), gravitan ahora sobre el documental "Ventanas rotas", su último trabajo, que ha sido estrenado en España dentro de la 58 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).

Forma parte de un mosaico fílmico presentado fuera de concurso con el título "Centro histórico" y que completan los episodios del finés Aki Kaurismaki y de los portugueses Pedro Costa y Manoel de Oliveira, que pasa por ser, a sus 104 años de edad, el cineasta en activo más veterano del mundo.

Todos ellos fueron convocados por la ciudad portuguesa de Guimaraes, con motivo de su condición de Capital Cultural Europea en 2012, para reflexionar sobre la memoria, actualidad y porvenir de esta histórica urbe, cuna del primer rey de Portugal y de la nación vecina.

Con un presupuesto cerrado, sin ideas preconcebidas y "muy atento a lo que podría descubrir en el camino", afrontó esta propuesta junto a tres compañeros y amigos, también para satisfacer su deseo de rodar en Portugal, un país que conoce, ama y cuyo cine "es, sin duda, uno de los más importantes de Europa", ha sostenido esta mañana durante una rueda de prensa.

Fiel a su estilo, sin más guía que su talento e instinto, Erice ha elegido el género del documental para expresar en imágenes su versión sobre los tiempos que corren, presos de un capitalismo abandonado a la especulación y materializados en el cierre de empresas y la transformación del paisaje urbano, social y laboral.

"Ventanas rotas" simboliza en su título el cierre y abandono, después de más de un siglo de vida en Guimaraes, de la que en tiempos fue la empresa textil más importante de Portugal y la segunda de Europa, así como su traslado a otro territorio donde la mano de obra es más barata.

"La obligación de un cineasta es la de mirar desde otro punto de vista o de reflejar lo que no aparece a primera vista", ha añadido respecto a la forma en que afrontó su participación en este proyecto, a través de las reflexiones de los antiguos obreros a los que descubrió en un café "mirando la lluvia a través de los cristales".

El paisaje abandonado de la fábrica textil, cerrada en 2002 y que llegó a tener más de dos mil empleados, le conmovió hasta el punto de compararlo con "un Titanic hundido".

Recurre a los testimonios para formular una denuncia, para dar cuenta de lo que ocurre y advertir de las posibles consecuencias de esta deriva, eso sí, premeditadamente "alejado del reportaje televisivo" propio de este tipo de formatos, ya que en principio no es partidario de "manipular" las declaraciones de los protagonistas aun siendo extensas.

Sin embargo, los tres compañeros de Víctor Erice (Carranza, Vizcaya, 1940) han recurrido a la ficción para transmitir sus sensaciones sobre Guimaraes, un dependiente que mira la vida pasar desde su mostrador ("El Tabernero"), en el caso de Aki Kaurismaki.

En "Dulce exorcista", Pedro Costa ha filmado un viaje en ascensor donde coinciden dos viajeros: un emigrante de Cabo Verde y un soldado portugués, para reflejar el pasado colonial del país, mientras que el decano De Oliveira relata la peripecia de un turista atrapado por el peso del pasado ("El conquistador conquistado").
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