Lo que Rajoy no dijo en Soutomaior...pero dirá
domingo 01 de septiembre de 2013, 23:34h
Comprendo que puede ser un
vaticinio arriesgado, pero tengo para mí que, esta vez sí, España, perdón,
Madrid, puede tener 'sus' Juegos Olímpicos en 2020. Existe un clima como de
confianza lo suficientemente extendido, un apoyo nacional, aunque desde luego
con algunas fisuras, y me parece que nuestro país se percibe ahora como una
nación con francas posibilidades de recuperación económica y que 'España 2020'
no va a ser ese Estado descorazonado, desanimado, deprimido y empobrecido que
es ahora. Me parece que, desde ese punto de vista, a una mayoría de ciudadanos
le gustaría que, ya que lo de la 'marca España' funciona poco, mal y tarde, la
resolución del Comité Olímpico a favor de nuestro país iniciase ese camino
hacia un gran final de la década que tan desastrosamente hemos iniciado.
Conste que comprendo esa ola
de nacional-pesimismo que nos aturde. Y, una vez más, hay que constatar que los
males morales del país son mucho más políticos que económicos, si es cierto
que, como sugería Galbraith, la economía es un estado de espíritu. Por eso me
decepcionó tanto Mariano Rajoy cuando, en el arranque oficioso del curso
político en Soutomaior, este sábado, se refirió a las esperanzas de
recuperación económica y, en política, nos prometió más de lo mismo, sin
cambios ni correcciones de rumbo: curiosa manera de interpretar lo que dicen
las encuestas sobre la clase política, en general, y sobre el PP y el Gobierno,
en particular. El caso es que Rajoy está patentemente optimista, el descenso de
la prima de riego -con un repunte por lo de Siria-- y la no tan mala marcha de
la Bolsa le tienen medio eufórico, suponiendo que en él quepa un tal
estado de ánimo, y ve cómo los temidos periódicos anglosajones son ahora más
condescendientes con la situación española que hace apenas tres, cuatro meses.
Para colmo, me confiaba alguien próximo al Ejecutivo, las cifras de paro de
agosto volverán a ser, como no podía ser de otro modo, bastante buenas.
Así que ¿por qué no completar
el subidón con la seguridad, que también me transmitió una fuente
gubernamental, de que esta vez la concesión de las Olimpiadas va a venir a
parar a suelo patrio? Al fin y al cabo, los Juegos Olímpicos son mucho más que
deporte: todo un país se vuelca en ellos. Sería una enorme decepción para el
Gobierno de Rajoy -y para todos, o la mayoría, de nosotros, claro-que el voto
vaya a parar a Tokyo, lo que podría ocurrir, o, mucho más improbable, a
Estambul, que no lo merece. No lo dijo, claro está, Rajoy en su muy
autosatisfecho discurso de Soutomaior, pero si nos dan los Juegos, el Gobierno
sacará más pecho que nadie para hablar de la 'confianza' que ahora existe en
España, etcétera. Tampoco dijo otras muchas cosas el presidente en su discurso
campestre, ni las dirá si puede evitarlo; pero esto de los JJ.OO, sí que lo
dirá, de una u otra manera, si los hados olímpicos y sus tortuosos caminos nos
favorecen en Buenos Aires este sábado.
Y menos mal que la que creo
imprevisible decisión del Comité se va a producir antes de que la locura de la
'cadena humana' y de la Diada se extiendan, de la mano de Artur Mas y su
círculo, en Cataluña. El poder institucional y político estarán en la capital
argentina demostrando que España es toda una nación pujante y, cuatro días
después, desde una autonomía, se va a lanzar un enorme desafío a la unidad del
Estado: España entera apoyó los Juegos Olímpicos de Barcelona de una manera
entusiasta; era toda una opción política, aunque aquellos eran años de inicial
euforia. ¿Responderá igual Barcelona si las Olimpiadas le caen a Madrid?
Continuará, vaya si continuará.