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De Wanninkhof a Bretón, los medios y el Jurado

De Wanninkhof a Bretón, los medios y el Jurado

viernes 19 de julio de 2013, 17:39h
Hacía mucho que no nos veíamos, y le pregunté qué tal todo. Me dijo que con el tiempo uno se iba dando cuenta que al fin y al cabo la Justicia consistía en administrar el Orden Público. Inicialmente la  idea de este querido y admirado Jurista no me causó impresión, pero volví al despacho tratando de recordar por qué me sonaba tanto.

Me acordé del Juicio a Jesús de Nazaret, en que la Sentencia dejó satisfecha a la multitud rabiosa que  sólo quería un chivo expiatorio, cambiando así el significado del sacrificio ritual y nuestra relación con lo sagrado para siempre. El orden público exigía la sangre de un Hombre, y la Justicia importaba muy poco. Empecé a pensar que mi amigo nunca se hubiera imaginado comparado con Poncio Pilatos. Pero la curiosidad sobre dónde había leído yo una reflexión similar seguía picándome.

En estos días de Bretones y Bárcenas me ha llamado poderosamente la atención que se ponga en Televisión una serie basada en el caso Wanninkhof. Y sobre todo porque después de haberla visto y haber seguido el caso Bretón,  compruebo  que uno de los peores aspectos de ambas historias se ha repetido.  En dos supuestos en que las víctimas de crímenes atroces eran jóvenes o niños, la excesiva presión mediática ha multiplicado hasta el exceso las opiniones infundadas, en casos pendientes de juicio.  Si la histeria colectiva prejuzgó a Dolores Vázquez en su día, ha sido el mismo ambiente de indignación alimentada por los medios lo que ha condenado a Bretón antes del juicio. No  era necesario y mal que pese a muchos periodistas, no estaba justificado en ninguno de los dos casos.

Más allá de las consideraciones previas al Juicio, la absoluta falta de respeto a la presunción de inocencia, al proceso  y a los derechos de una persona acusada  ha sido similar, cuando no peor, durante las sesiones. En ello ha tenido que ver la autorización de la grabación audiovisual . Hemos llegado a ver en Televisión cómo llegaban a hacerse públicos comentarios en voz baja entre el hoy condenado y su abogado hasta la lectura de labios, además de recibir de todos los medios valoraciones sobre la expresión, las miradas, la aparente ausencia o la presencia de tal o cuál emoción del enjuiciado. Como si estuviera obligado a poner alguna cara o como si ello tuviera que ver con el veredicto, hiciera lo que hiciera el sujeto en cuestión estaba condenado de antemano por el filtro negativo de los medios. Personalmente, y desde el amor que he tenido siempre a la profesión periodística, me parece una vergüenza. Bretón será culpable o no, pero condenarle mediáticamente ha llegado a ser así una cuestión de Orden, no de Justicia, y todo esto ha empañado a la segunda. Ignoro si Bretón o su defensa consintieron en todo esto. Pero si Bretón tenía derecho a algo, era a un Juicio justo, y no a poder decir que el Jurado se ha manipulado o contaminado. Más derecho aún que él lo tienen las víctimas de los hechos.

Después del juicio, me ha hecho gracia ver de nuevo en los medios el consabido debate sobre la inutilidad o ineficiencia del Jurado, al que en cambio defiendo y creo acertado. Pocas cosas hay actualmente que enfrenten más a los ciudadanos a la realidad, a tomar las riendas de su destino, a confiar en sí mismos, a cobrar conciencia de que la participación en lo público es cosa de todos. Y pocas hay que de modo tan notable demuestren cuál es el pulso cívico y el sentido común de los españoles, que suele ser tan aplastante como el de Sancho en su Ínsula Barataria, por muy hilarante que pudiera parecernos. No me convence en absoluto el argumento de que es mejor un Tribunal profesional, o que los ciudadanos son estúpidos, o que no debe hacérseles pasar por ese trago como si no fueran mayores de edad. La participación política es una necesidad democrática en sentido puro y debería ser masiva en todos los órdenes, y el Jurado es uno de los más adecuados en el ámbito del Poder Judicial. Dejando que las decisiones las tomen otros porque nos resulta incómodo tomarlas, hemos llegado en toda Europa a una decadencia democrática que se acerca peligrosamente a la de entreguerras.

Quizá más de lo debido opinan expertos que no han pisado un Juzgado o no han participado en un Jurado nunca. Si la participación política puede ser un argumento discutible  sobre la importancia del Jurado, a un nivel simplemente técnico la experiencia propia y ajena siempre me han demostrado su utilidad. Al menos en los graves delitos que suele juzgar,  la dimensión pública y la presencia de los medios favorece de hecho las intervenciones de las partes y obliga al Magistrado Presidente a tomar un papel moderador estricto y abierto, que garantiza los derechos de acusación y defensa para lo bueno y para lo malo y entorpece la imagen de la Justicia como un mero trámite, que es en lo que la quiere convertir el poder desde hace años. Así que después de los pitos, vienen las palmas. Los medios deben participar, pero no así.
   
Y también desde el punto de vista técnico, voy teniendo la convicción de que en la gran mayoría de los casos la solución dada por los Jueces profesionales hubiese sido la misma. Pero la garantía del Jurado se extiende a la apelación, porque si esto es así, cualquiera puede advertir que para un Tribunal Profesional será mucho más fácil revocar una sentencia basada en un error judicial de un Jurado , y viene más obligado a estudiársela mejor.  Me inquieta pensar en el destino de la
Apelación si la condena inicial la hace un Tribunal profesional, y muchos abogados saben de lo que hablo. Que me perdonen los pontífices de la Independencia Judicial, pero ya he dicho en otro lugar que ésta suele ser inversamente proporcional a la Jerarquía y los jueces son tan humanos como cualquiera. Amén de los problemas que han dado cierto tipo de delitos a enjuiciar, el Jurado sólo necesitaría una mínima reforma: como en muchos estados de EEUU, debe ofrecerse el derecho al acusado de elegir si prefiere ser juzgado por un Tribunal Profesional o un Jurado Popular.  En España, el enjuiciado no puede elegir y debería.

"No Justice, No Peace", rezan las pancartas de quienes se quejan también estos días en América, por la absolución de un jurado al acusado de matar a un ciudadano de color. Volviendo a la reflexión inicial, busqué en mi despacho algún escrito sobre la tensión entre la Justicia y el Orden Público y encontré a Dante, que en otro contexto dijo que el Juicio a Cristo tuvo que ser Justo, porque de otro modo hubiese sido nulo y Dios no hubiese podido perdonar los pecados a los hombres.  No me convencía y no era la cita exacta. Finalmente la encontré en la Biografía de un personaje histórico reciente. Para el  biografiado, la función del Derecho no tenía nada que ver con la Justicia, y consistía sólo y exclusivamente en el uso de los medios necesarios para mantener el Orden Público. El pensamiento era de Adolf Hitler.

Daniel Muñoz Doyague. Abogado y Politólogo
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