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El experimento de la rana

El experimento de la rana

lunes 29 de abril de 2013, 19:03h
¿Recuerdan aquella historia que relataba la diferencia entre introducir a una rana en el agua hirviendo, o introducir una rana en agua templada e ir calentando el agua poco a poco hasta que el agua alcanzaba su temperatura de ebullición? Pues bien, en el primer caso, la rana se salvaba porque al entrar en contacto con el agua hirviendo la reacción era inmediata, ella notaba el peligro, daba un salto y salía del agua. En el segundo supuesto la rana se moría en el interior del recipiente puesto a hervir.

La rana, en este último caso, se queda plácidamente en el agua, no intuye el peligro. No percibe cambios bruscos en la temperatura ambiente y cuando el agua se va calentando poco a poco, ella sigue sin notar peligro en el incremento de la temperatura. Cuando se quiere dar cuenta, la temperatura de su cuerpo le impide reaccionar y muere achicharrada.

Esta historia me sirve para explicar claramente lo que está pasando con los ciudadanos españoles y con la clase política que dirige este país. La pregunta es: ¿quién es la rana y quién el agua puesta a hervir?.

Pues parece claro que los ciudadanos españoles podemos ser el pequeño animal a quien someten al experimento y que el agua del recipiente puede ser el entorno en el que nuestros políticos han ido tejiendo sus leyes, sus normas y sus privilegios.

Si a los ciudadanos españoles nos hubiesen sometido a una brusca y brutal batería de reformas constitucionales, jurídicas, laborales y fiscales, no duden ustedes que escaparíamos de inmediato, y desde el principio, de este experimento fallido donde nos estamos jugando la vida desde el año 1978.

Pero no ha sido así. Han ido poco a poco calentando el agua del recipiente donde nos hemos acostumbrado a vivir. La transición y la necesidad de pasar página y el café para todos fueron los primeros grados de elevación. La Constitución, la ley de partidos, la ley electoral, el error de las Autonomías y la pérdida de nuestra identidad como nación siguieron aumentando la temperatura camino del adormecimiento de la ciudadanía y su sometimiento progresivo, hasta la inacción más absoluta.

Nos hemos ido acostumbrando poco a poco a ese aumento de temperatura que va provocando sin darnos cuenta el adormecimiento de nuestra capacidad de reacción. Y ahora, cuando ya nos acercamos al punto de ebullición y estamos cerca de sucumbir con los impuestos, el paro y las deudas y por fin queremos reaccionar y salir de este recipiente insoportable donde nos están achicharrando, creo que ya no nos quedan fuerzas. ¿O sí?

Todos los  que estamos en este experimento nos encontramos en este momento con una mínima capacidad de reacción. La sensación  de los responsables del experimento es que no podemos salir de aquí, que nos tienen atrapados. Que no somos más que la constatación de un fracaso. Que no hay salida. Salvo que seamos capaces de derribar el recipiente y que el experimento fracase. Es nuestra única oportunidad.
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