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¿Ellos no lo veían venir?

¿Ellos no lo veían venir?

Por Montse Serrador
jueves 13 de diciembre de 2012, 19:32h
Resulta curioso cómo con el devenir de los acontecimientos y tras el estrepitoso fracaso de la operación Cajas, ya hace más de tres años, la opinión generalizada de quienes algo saben de esto de las finanzas insisten en que "se veía venir". Todos o casi todos lo veían venir salvo, parece ser, los que tenían en sus manos el futuro de las seis entidades financieras de Castilla y León. Nunca sabremos qué hubiera pasado si aquel proyecto de integración de las seis cajas acordado por la

Junta y la oposición socialista con el apoyo expreso de los agentes sociales de la Comunidad  hubiese salido adelante. Tal vez hoy también hubiéramos visto cómo acababa por diluirse como un azucarillo en un gran grupo financiero aunque es muy probable que al menos se hubiera salvado un porcentaje suficiente como para capitanear un proyecto aún mayor (véase el protagonismo de Unicaja o Ibercaja) con la marca Castilla y León.

Sin embargo, no ha sido así y tal vez habría que preguntarse no tanto por qué aquello no cuajó (todos los sabemos) sino las razones que han llevado a que las seis cajas vayan camino de su desaparición definitiva. Caja Segovia y Caja Ávila ya no existen como tal; Caja España y Caja Duero están a punto de ser nacionalizadas y, en el mejor de los casos, engullidas por Unicaja que se hará con ellas a precio de saldo.

Cajacírculo se decía que era la más saneada de las seis precisamente porque había evitado el ladrillo y había desarrollado siempre una política crediticia mucho más contenida. Sin embargo, tras su integración en Caja3 las tornas han cambiado y su destino final, en los brazos de Ibercaja, condena a la entidad burgalesa a un purgatorio con menos fuego que el banco Ceiss pero también infierno, al fin y al cabo.

Sólo Caja de Burgos parece que al menos ha salvado los trastos, si por eso se entiende que no esté inmersa en procesos de nacionalización, de "cocos", de fondos del FROB y de drásticas exigencias de Bruselas en forma de cierre de oficinas y despidos. Al menos, bajo el paraguas de Caixabank ha mantenido su posición en Burgos y, de paso, llevarse a esta capital la sede regional de la entidad. De momento, es lo que nos queda.

Sin embargo, lo peor está aún por llegar cuando se pongan sobre la mesa los despidos que la recapitalización de Caja España-Duero a través del Estado obligará a realizar, sin olvidar que los compromisos con las empresas de Castilla y Leon que hasta ahora mantenía la entidad empezarán a hacer agua.   

Decía el presidente Herrera esta misma semana que el año que acaba ha sido muy malo para la Comunidad.  El que viene tampoco pinta bien y en el sector financiero, aunque no sea bueno lamentarse y mirar hacia atrás, sería conveniente pedir responsabilidades a quienes, a pesar de que para muchos era evidente,  no lo veían venir, y eso que pilotaban la nave.
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