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Los castellanos y leoneses somos de secano

sábado 18 de agosto de 2012, 18:35h
Sombrilla, sillas para descansar, toallas cuanto más grandes mejor, el cubo y la pala, la pelota, las palas, tablas de surf, la neverita para el refrigerio y si es menester hasta una cometa. ¡Ah! Y cremas de protección, porque nuestros padres no pasaron de la Nivea de caja azul, pero ahora parecemos criminales si no hacemos uso de alguna de esas marcas que nos bombardean a diario en cuanto se aproxima el verano y el tiempo de mar y piscina por aquello del daño que hace el sol y el riesgo de cáncer de piel.
  Así se nos presenta a cualquier castellano y leonés una mañana o tarde de playa. Sólo nos falta el carrito para poder transportar todo el equipo, aunque algunos ya se han inventado un nuevo uso para el carro de la compra que, en verano, se convierte en transporte multiusos.
  Ya está todo preparado. Cojo a los niños y al marido y todos a la playa. Una vez aparcado el coche -misión harto difícil si el apartamento no está a pie de playa en cualquier punto del sur o levante de España- a elegir el mejor sitio para extender todo el equipo y, claro está, que quepa todo el dispositivo en el punto elegido porque como se trate de la costa valenciana o alicantina hay que pedir permiso al de al lado, detrás y delante para poder mover un pie.
  Supongamos que estamos en una playa inmensa, de esas de la costa gaditana. Ahí no hay problema de espacio por lo que empiezas a extender las toallas, pones las sillas, colocas la sombrilla, debajo la nevera y ya con los niños a jugar a la orilla. Primero probamos con el balón. Acaba siempre en el agua y todavía no queremos mojarnos. Pasamos por eso a las palas. Menudo con el niño que no da ni una y hay que ir corre que te corre tras la pelotita. Intentamos con la cometa pero no estamos nada duchos en la materia y lo de hacer volar ese trozo de plástico con dos palos cruzados y una cuerda con lazos es materia imposible. Los niños empiezan a intranquilizarse y tú a ponerte algo más que nerviosos. Total que optas por lo de la pala y el cubo para hacer castillos junto al agua. Un montoncito por aquí, otro por allá, una murallita para evitar el agua, un puente que une los montoncitos, por debajo un río para que entre el agua de mar. Una obra de arte que tan solo dura un suspiro porque llega una de esas olas inesperadas que te destroza tu orgullosa arquitectura. Total que coges a los dos niños y al agua porque si no va a haber más que palabras. Saltamos una ola, luego otra, risas y más risas y los niños optan por coger las tablas de surf para aprovechar las olas. Es el momento en que tú decides abandonar el momento familiar para irte a la silla, estirar las piernas y tomar el sol con el único sonido del mar.
   Un momento de placer y relax que apenas puedes disfrutar porque de inmediato esos locos bajitos que habías dejado en la orilla se acercan para decirte: "Estoy lleno de arena, me molesta la sal, las algas del mar me dan asco y hay piedra en el fondo"... Vamos que tanto preparar para concluir que los de Castilla y León somos de secano, no estamos preparados para ese nuevo medio que es el mar y la playa.

Eva Marín. Periodista.
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