red.diariocritico.com
Una vieja nevera

Una vieja nevera

martes 31 de julio de 2012, 00:02h
Tengo una amiga que tenía una vieja nevera. De esas neveras de toda la vida, en las que en la parte de arriba hay un pequeño compartimento para los cubitos de hielo. Un compartimento tan pequeño que cuando ponías las bandejas del hielo, apenas podías poner el pescado a congelar o la carne que habías comprado y que querías guardar unos días. Eran esas neveras que, al margen de ser incómodas y con una pésima distribución para los alimentos, hacían mucho ruido  y gastaban un montón de electricidad. Pero han sido las neveras que a los que ya peinamos alguna cana nos han acompañado permanentemente desde que se retiraron del mercado aquellos otros armatostes donde metías el gran rectángulo de hielo y, a su alrededor, colocabas bebidas y gaseosas para que estuvieran frescas.

Pues mi amiga tenía esa nevera desde hacía muchos años y siempre le estaba dando vueltas a la idea de cambiarla, pero claro, pensaba, es mi nevera de toda la vida, me la regaló mi madre, le tengo cariño y además, ¿cuál compro que me lo pueda permitir? No tengo posibilidades de comprar una nueva ahora mismo.

Así que ella seguía con su nevera de toda la vida, gastando electricidad por un tubo, oyendo el ruido constantemente y no pudiendo congelar más que pequeñas raciones de comida al lado de los cubitos de hielo.

Un día, pasando al lado de unos grandes almacenes, vio en el escaparate una oferta de un frigorífico mucho más moderno que el suyo, distinto, una marca muy extraña que no había oído nunca. Y entró por curiosidad a preguntar las características de ese aparato. Quería saber al menos, las diferencias que existían con su vieja nevera y reafirmarse en su convicción de que su nevera era suficiente y que no merecía la pena cambiar.

Escucho muy atentamente al señor que, despacito y con ganas, esa es la verdad, le explicaba que ese frigorífico consumía un 80% menos de electricidad que su vieja nevera, que tenía unos botones que le permitían programar la temperatura interior, espacios diferentes para la carne y el pescado, en fin, un montón de novedades que mi amiga no podía ni imaginarse. Y además le permitían, sin intereses, pagarla en 12 cómodos plazos de tal manera que su ahorro de electricidad le permitiría, con un poco más de dinero al mes, poder comprar aquel aparato. Ah, se me olvidaba, el señor le dijo que se llevaría su vieja nevera y le instalaría la nueva, completamente gratis

Mi amiga se fue a casa con las ideas muy claras sobre la bondad del nuevo aparato, pero con la enorme duda de si sería verdad todo lo que el señor le había dicho en relación con el ahorro eléctrico, el coste del frigorífico y las formas de pago.

Se lo pensó toda la noche y al final decidió arriesgarse. Creyó de verdad que era el momento de cambiar. Por una vez se iba a fiar de aquel vendedor que le explicó muy bien las ventajas del cambio y que al final de la charla y para remate, le dijo que le pondría por escrito que si no era verdad lo que le estaba diciendo, le retirarían el nuevo aparato, le pondrían un aparato similar al que tenía y le devolverían el dinero.

Entienden ustedes perfectamente de que estoy hablando ¿verdad? ¿A que no necesito explicarles las similitudes con nada? Pues eso. En la vida alguna vez hay que arriesgarse y cambiar los viejos aparatos.

Daniel Movilla

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios
ventana.flyLoaderQueue = ventana.flyLoaderQueue || [] ventana.flyLoaderQueue.push(()=>{ flyLoader.ejecutar([ { // Zona flotante aguas afuera ID de zona: 4536, contenedor: document.getElementById('fly_106846_4536') } ]) })