Vacaciones en guardia

Este jueves se celebra el último Consejo de Gobierno de Castilla y León de un curso político extremadamente difícil, aunque todo indica que lo peor puede estar aún por llegar. La Junta se reúne antes de una pequeña parada (no se sabe muy bien de cuánto tiempo) para retomar la actividad, en principio el 16 de agosto, si bien el merecido descanso (para unos más que para otros) no lo será del todo, pendientes de una situación económica y política en la que los acontecimientos nos sorprenden cada hora. Demasiados frentes abiertos como para poder encontrar un relajo, por mucho que se intente: la prima de riesgo que no encuentra límite hacia arriba; la bolsa, que sigue hacia abajo; las comunidades autónomas, que empiezan a reconocer que están en bancarrota; el modelo que no da más de sí, la sociedad civil, que cada vez está más crispada...

En Castilla y León, Herrera ha reconocido siempre que, cuando las cosas van bien, en esta Comunidad llegamos más tarde, pero cuando van mal, también nos cuesta más caer (con un poco de suerte no caemos), pero la coyuntura es lo suficientemente complicada como para no estar tranquilo pensando que "nos pueden mover el sillón", en este caso el Estado de las Autonomías porque, al fin y al cabo, el rescate de una comunidad implica que se queda al albur del padre Estado, como ha ocurrido con las naciones que estamos obligadas a asumir las exigencias impuestas por Europa en una intervención (empléese el término que se desee porque el fin es el mismo).

Esta Comunidad, en principio, no acudiría al fondo de rescate pero ya van tres (Valencia, Murcia y Cataluña) y el propio Partido Popular ya ha lanzado globos sonda en el sentido de que no pasa nada por acudir al fondo de rescate del Gobierno. Un "caramelo" (envenenado o no) que alguien puede aprovechar para meterle mano a la organización del Estado y ya, metidos en faena, intentar llegar a un gran pacto de Estado y, ya puestos, mirar también hacia los ayuntamientos y las diputaciones y, de paso... En fin, que así no hay quien se relaje, salvo que se opte por alguno de los muchos monasterios que jalonan Castilla y León (los del Císter son estupendos), en los que el retiro y el aislamiento son totales y que, a tenor de lo sucedido en las últimas semanas, pueden haber servido de refugio a algún que otro mandatario. Si la meditación ha dado sus frutos y ha encontrado la solución, bienvenida sea la clausura pero ¡por Dios! que la dé a conocer antes de que sea demasiado tarde.

Montse Serrador. Directora de Diariocrítico Castilla y León.